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Ecuador, 27 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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Bonsái, la naturaleza en miniatura

El bonsái necesita luz y agua, por eso es recomendable no tenerlos en lugares cerrados.
El bonsái necesita luz y agua, por eso es recomendable no tenerlos en lugares cerrados.
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El término es japonés: ‘bon’ significa bandeja y ‘sai’ significa árbol, su traducción se refiere a un árbol en una maceta. Su objetivo es representar en miniatura los árboles de la naturaleza.

Muchos creen que existen semillas de bonsái pero lo cierto es que estas especies vienen de árboles comunes. Es más, si se siembra un bonsái en el jardín crecerá normalmente.

Entonces, ¿por qué son pequeños? La respuesta es sencilla. Todo radica en las técnicas de poda, tanto de las ramas como de las raíces, las pequeñas macetas donde son sembrados también restringen su crecimiento.

La tierra donde crecen no es cualquiera. Estos árboles miniaturas deben estar en un sustrato que contiene algunas características. Así lo explica Fredy Vivero, uno de los fundadores de la Asociación Bonsái Quito y quien se dedica a la siembra y cuidado de estos árboles desde hace 30 años. Señala que debido al poco espacio en las macetas, la tierra debe ser suelta, porosa y drenable para que no se hagan charcos tras el riego.

Aunque existen varios tipos de sustratos, en general deben tener arena de río o cascajo blanco, tierra normal de jardín y humus o abono de hongos. La primera le da la porosidad y drenaje al sustrato para que la tierra no se compacte, la segunda aporta con los nutrientes necesarios para que el árbol se desarrolle y el humus mantiene la humedad y no deja que la arena se espese. El sustrato requiere ser abonado periódicamente.

Un árbol se considera prebonsái cuando se inicia el proceso de poda en las ramas. El último sábado de cada mes se realizan talleres acerca del tema en el Jardín Botánico.

Existen algunos métodos para obtener un bonsái. Por ejemplo, se pude sembrar la semilla de cualquier árbol y a medida que se desarrolla se le restringe su crecimiento. Otra forma es con un esqueje, consiste en sacar una parte de una planta, se siembra el brote en el sustrato y entre 3 a 6 meses crecerán las raíces. Otro método es trabajar un bonsái en la rama de un árbol. Sin podarla, se pela la corteza y se coloca el sustrato en una funda, en ese espacio brotarán las raíces. Después de 6 meses, cuando existan varias raíces, se corta y se lo coloca en un masetero.

Según Vivero, los requisitos para que un árbol se haga bonsái son que su tronco sea maderable y que —de preferencia— sea de hojas pequeñas.

A estos pequeños árboles se los clasifica de acuerdo con su tamaño. Los menores a 5 cm se denominan shitos; a los menores de 15 cm, mames; a los menores de 25 cm, shohín; entre otros. Un bonsái puede llegar a medir 1,20 m.

Este arte se originó en China, en el año 700 d. C., luego pasó a Japón y hace 3 siglos estos conocimientos salieron de su natal Asia y se extendieron por todo el mundo. No se trata de árboles delicados. Según Vivero, simplemente no les debe faltar luz ni agua, como cualquier otra planta. Lo ideal es mantenerlos fuera de la casa.

En la capital, 21 aficionados a estas miniaturas forman parte de la Asociación Bonsái Quito, fundada en 2010. Juan Lamiña es uno de sus miembros. Aunque empezó en esta actividad como un pasatiempo, hoy se dedica a la venta de bonsáis. Mantiene una colección de 70 árboles que no están a la venta.

“Todo el estrés que me genera mi ritmo de vida desaparece cuando estoy regando a mis arbolitos. Es un descanso del alma no solo del cuerpo” comenta Fredy Vivero. Con él concuerda César Mendoza y agrega que siente satisfacción cuando brotan flores y frutas en sus pequeños árboles.

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