Católicos inician la Semana Mayor
La Semana Mayor de los católicos se inició ayer en Guayas con distintas manifestaciones.
La mañana guayaquileña empezó con hombres y mujeres transitando con sus manos ocupadas por ramos de diversos tamaño. Todos se dirigían hacia las parroquias más cercanas para que los sacerdores echaran agua bendita en sus ramos.
Fernanda Ortiz, de 55 años, con esa intención se dirigió ayer hasta la Iglesia La Catedral, a las 11:00, el templo más grande de la urbe. Con paso rápido, la mujer, acompañada de su hermana Lorena, entró al lugar para orar por Luis Merchán, su hijo.
Doña Fernanda junto a cientos de feligreses, que en la mañana y tarde coparon toda la capacidad de la parroquia, arrodillada pidió a Dios que hiciera el milagro de que su hijo adolescente, a quien ella califica como rebelde, se convierta.
“Él no quiso venir a la Iglesia, dice que no cree en nada”, repitió evidentemente compungida.
Precisamente en la oración de los fieles, que se reprodujo a través de pantallas plasmas y parlantes, una de las plegarias que hizo ayer el arzobispo Antonio Arregui fue: “Por los jóvenes, para que celebren la Semana Santa como un encuentro personal con Cristo”.
Otro practicante del catolicismo, Juan Orozco, acudió por primera vez a la citada parroquia. El hombre, de 60 años de edad, llegó junto a sus padres a la casa espiritual.
Él cuenta que todos los domingos va a la iglesia, pero que lo hace a la de Cristo del Consuelo. “Esta vez visité La Catedral porque quería que mis padres, que tienen 80 años, cambiaran de ambiente”.
En este templo los feligreses se abanicaban con las hojas que tenían a su alcance, pues muchos, por las altas temperaturas estaban empapados de sudor. Este fue el motivo para que muchos se abrieran paso entre las decenas de vendedores de ramos y se dirigieran al Parque Seminario, que está ubicado frente a La Catedral: “Aquí sí da la brisa”, dijo con alivio Luis Zambrano, adulto mayor que salió del templo por la humedad.
En la Iglesia de La Merced hubo menos gente al mediodía. Sus pasillos sí quedaron desocupados para que los creyentes pudieran comulgar sin ser empujados.
Doña Lorgia Galarza y su hijo Erick Chalén, hincados, oraron para que la familia gozara de salud. “Vine para pedir más que todo por mis hijos”, dijo la ama de casa.
Humilde celebración
Alrededor de veinte personas se reunieron a las 10:00 en la Iglesia San Jacinto, del recinto Cerecita, para acudir a la misa.
Madres de familia, ancianos y personas discapacitadas aprovecharon la ocasión para recordar la muerte de Jesucristo y pedir por la salud y bienestar de sus allegados.
Sin micrófono y con música grabada, se celebró la eucaristía que duró casi una hora y a la que los católicos llegaron con ramos y cantaron con ánimo a pesar del calor y las malas condiciones de la pequeña iglesia.
Entre los devotos también estuvo Ángel Bohórquez, de 64 años, quien perdió sus piernas hace 10 años por la diabetes. Las diálisis que se realiza han deformado sus dedos, pero la silla de ruedas que ahora utiliza no le impidió acudir a misa ni luchar por su comunidad.
Él y su familia tienen más de 20 años reparando la iglesia San Jacinto con sus propios recursos y colaboraciones mínimas de miembros del recinto. “La familia Bohórquez lleva años tratando de hacer reparaciones de pisos sin baldosas y paredes mal pintadas. Queremos tener una iglesia bonita para que la gente siempre acuda a misa”, aseguró Ángel.
Ayer él fue el único que se acercó a tomar la hostia y dar la paz al sacerdote, con quien conversó al final de la eucaristía sobre su asistencia a la Iglesia. La casa de oración estuvo hace poco cerrada temporalmente debido a la remodelación, pero volvió a funcionar ayer por el Domingo de Ramos.
El padre Antonio Avilés, que trabaja en esa parroquia, se mostró contento por la reapertura. “A pedido de las familias vamos a venir todos los domingos”, prometió a los feligreses.
Recintos de la vía a la costa no realizaron grandes manifestaciones de religiosidad por el Domingo de Ramos.
Y es que la falta de coordinación de las comunidades para realizar misas impidió que éstas se realizaran como en las parroquias de la zona urbana.
Por ello, los comuneros explicaron que tienen que celebrar de manera íntima a Jesús.
El recinto “El Limoncito”, ubicado en el km 30 de la vía Guayaquil- Salinas, amaneció sin mayor movimiento de gente.
La festividad católica no afectó a los moradores del sector. Ayer se vivió un domingo normal, en el cual las familias desayunaron afuera de sus casas, sacaron sillas y tomaron aire en el parque.
Ayer la Iglesia lució oscura y desolada porque no llegó el sacerdote.
“Creo que no se va a hacer nada”, comentó Pablo Tutivén, de 67 años, un habitante de la zona. “Nadie ha planeado ninguna actividad por el inicio de Semana Santa”, contó.
Según él, la capilla casi no es visitada en la comunidad, ya que no cuenta con un sacerdote fijo y los párrocos provenientes de otros pueblos no acuden con frecuencia.
El año pasado, para esta fecha, este mismo sector recibió visitas de sacerdotes de otros recintos cercanos a Guayaquil, algo que no ocurrió en esta ocasión.
Tutivén adelantó que los comuneros tienen dudas sobre la realización de la eucaristía para el viernes de Semana Santa.
“La comunidad no se ha puesto de acuerdo para invitar a un padre de ninguna parte. No sé si vengan hoy, más tarde o el viernes. Si no lo hacen, pasaremos un día normal, solo respetando la tradición de no comer carne”.
Ángel Orrala y Flora Suárez, quienes viven dos cuadras más adelante de la parroquia, desayunaron con sus cinco hijos al aire libre. Ellos informaron que no saben si llegará en algún momento un cura. “Al menos nosotros sí vamos a salir a rezar a la capilla para pedir por los seres queridos, somos muy católicos”, aclaró Flora.
Para Semana Santa harán lo mismo en caso de no contar con una misa, comerán fanesca en familia el jueves, y el viernes evitarán la carne. “También nos pondremos a ver películas religiosas que den en la televisión”.
Ángel, quien se encontraba cerca, añadió que la llegada de los párrocos en estas fechas es difícil debido a la dificultad para movilizarse. “Aquí no vienen los curas y cuando lo hacen es porque quieren. Para eso hay que organizarse y conseguirles expreso de ida y vuelta”.
Él aseguró que por estos inconvenientes en años anteriores ha viajado a Guayaquil para celebrar el Domingo de Ramos.
“Hoy no se pudo, por eso a las 09:00 solamente rezamos en la casa entre familia, no nos vamos a trasladar a otro lado y en Semana Santa va a ser igual”.
El cura no llegó...
Una situación similar experimentó ayer la comunidad de El Consuelo, ubicado en el km 40 de la Vía Guayaquil-Salinas.
A las 10:00, su iglesia se mantuvo vacía, por lo que pocas personas salieron de sus casas.
Azucena Cruz solo abrió las ventanas y las puertas de la iglesia para que entre luz.
Ella expresó que pese a que los párrocos no visitan su pueblo, la gente siempre sale a rezar. “En esta fecha los creyentes siempre vienen, por eso la dejo abierta”, explicó. “En todo caso esperaremos a los curas hasta tarde”.
Esta comunidad no cuenta con un párroco ni las misas son comunes durante los fines de semana. “Solamente están cuando alguien fallece o se casa, porque los familiares piden y llaman a un sacerdote, ahora para Semana Santa nadie se pone de acuerdo”.
Azucena añadió que debido a que los moradores no se comunican, todos están a la espera de la visita sorpresa de algún sacerdotes de Guayaquil o de un recinto cercano.