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El rito católico se desarrolla desde hace 15 años

En la ‘18’ empieza la primera procesión por la Semana Mayor

El creyente Walter Jiménez y varias Hermanas Adoratrices encabezan la visita a los 14 altares colocados en los exteriores de los clubes. Foto: Lylibeth Coloma |  El Telégrafo.
El creyente Walter Jiménez y varias Hermanas Adoratrices encabezan la visita a los 14 altares colocados en los exteriores de los clubes. Foto: Lylibeth Coloma | El Telégrafo.
16 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Guayaquil

Tres mesas, manteles blancos y un ramillete de flores formaron un altar en el portal del ‘Arco Iris’, un centro de comercio sexual y consumo de bebidas alcohólicas que se convirtieron en los indicios de que la rutina sería interrumpida ayer, en el ‘barrio de tolerancia’ de la ‘18’.

Washington Casquete, administrador del mencionado centro de distracción para adultos, coordinó a varios jóvenes para que consiguieran elementos para erigir un altar. Un cuadro de Jesús y 50 velas de colores sobresalieron en la decoración, que la calificó como producto de su inspiración. “Hoy fui a comprar las rosas y las velas, a las 07:00. Todo se me ocurre en el momento. Dios me iluminó”, explicó Casquete conocido como ‘Wacho’, uno de los participantes más antiguos de la ‘procesión de la 18’, que se efectúa en la Semana Mayor.

Su fe, recordó ‘Wacho’, se incrementó tras un accidente ocurrido hace 8 años, al caer de la parte alta de una casa. “Quedé inválido, los doctores me dijeron que me levantaría en 6 meses, pero lo hice en 1”.   

En el ‘barrio de tolerancia’, uno de los más populares, hay 25 locales autorizados. La música a alto volumen y mujeres en lencería arrimadas a las paredes son parte del paisaje cotidiano. Pero, por un momento, no fue así ayer. Previo al desarrollo de la peregrinación, que empezó a las 10:00, los organizadores pidieron a los propietarios que silenciaran los reproductores de música y que no se atendiera a los clientes hasta que terminara el rito. La mayoría cumplió. Como pocos días, lo único que se escuchaba era el motor de carros y las voces de vendedores de encebollados, películas para adultos y jugos naturales.

Teresa Aragundi, administradora de uno de los negocios y organizadora del encuentro, promovió la instalación de 14 altares en los exteriores de los lupanares. Hace 15 años, una imagen de Cristo crucificado visita los burdeles, cuyos dueños participaron.  

La idea del acto, explicó Aragundi, es dar “un nuevo pensamiento a las chicas. El compromiso de los participantes se refleja en la decoración de las estaciones”.

Los menos entusiasmados solo pusieron un cuadro y una mesa. Sin embargo, al pie del local ‘Romance’ -la sexta estación- destacó un altar con ángeles, rosas y un cuadro de Santa Bárbara. Walter Jiménez,  administrador del club, puso esmero en decorarlo, como hace 8 años, porque se considera católico. Y a pesar de que se autocalificó pecador “como todos”, en el rito pidió “que Dios nos haga cambiar”.  

El recorrido fue breve. Solo se realizó en la ‘18’ (una cuadra) donde, con la humedad, se acentuaban los olores a frituras y a cerveza. Pero el acto se extendió porque en cada estación se rezaba y se leían versículos de la Biblia. El vía crucis fue así desde que lo promovieron las Hermanas Adoratrices, religiosas que imparten  talleres de cocina, costura, computación, entre otros.  

La concurrencia era incierta. Las trabajadoras sexuales fueron invitadas, pero solo algunas salieron. Las organizadoras argumentaron que varias se abstuvieron de salir para no ser fotografiadas. Pese a ello, ayer hubo casi medio centenar de feligreses.

Una de las trabajadoras que se identificó como ‘Chiquis’, quien antes del evento usaba short y un escote, cuando comenzó el acto se puso un jean y se sumó al recorrido. “Uno se conecta con Dios por lo menos en un instante”. Sus compañeras también se ataviaron con blusas y pantalones. Las puertas corredizas de los clubes estaban a medio cerrar. Las decenas de clientes que llegaron y no sabían del acto, observaron la marcha de lejos. El evento finalizó a las 11:30, cerca de un local en cuyo fachada rezaba: “El ser humano solo puede desarrollarse cuando asume la responsabilidad de sí mismo”.

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