El patrimonio es necesario en procesos de revolución
Es el historiador vivo más importante de Cuba. Y es, sin duda, uno de los expertos más reconocidos del mundo en recuperación de centros históricos. Su voz es escuchada, casi con veneración, por historiadores, arquitectos y restauradores.
Eusebio Leal Spengler es el responsable directo de todo el proceso de recuperación de las edificaciones de la Habana Vieja y es el director de la Oficina del Historiador de la ciudad de La Habana.
Lo visitamos, junto a la ministra coordinadora de Patrimonio, María Belén Moncayo, en su oficina de siempre, en la Casa Pedroso de La Habana, y como buen cubano, nos recibe amable y cálido. Nos explica detalles de la sala en la cual nos encontramos; cada cuadro, cada mueble, cada silla, cada pasamanos, tiene su propia historia. Y esa historia de las cosas; de las piedras, de las calles, de cada edificación, de cada ventana y cada mirada, es la que conecta con la Habana Vieja, y es la que Leal busca, desde hace 36 años, preservar y cuidar.
Empieza mostrándonos su alegría por la reelección del presidente Correa y de inmediato, como buen contador de historias, nos relata de su encuentro, en La Habana, cuando pasadas las 10 de la noche lo llamaron alarmados porque al presidente Correa se le ocurrió retornar a visitar, a esa hora, la Habana Vieja, y tuvo que acudir presuroso. Es un gran Presidente, nos dice, y tiene mucho interés por la historia de los pueblos y por los patrimonios. Leal es claro y contundente: "la radicalización del proceso de Revolución Ciudadana implica necesariamente un acercamiento a los patrimonios y la cultura. Solo así se puede pasar de las manos atadas a las alas sueltas".
Pero Correa no fue el primer presidente ecuatoriano al que guió por las calles de la vieja Habana; anteriormente ya lo hizo con León Febres Cordero: “lo acompañé en el automóvil oficial, sin embargo, tuve que ir en el centro del asiento trasero, pero al momento de sentarme no sabía que allí estaba el sombrero del presidente y me senté encima", nos dice sonriendo.
Leal guarda especial cariño por Ecuador. No oculta su admiración por el Centro Histórico de Quito, por Guápulo, por el barrio Las Peñas de Guayaquil y por las pirámides de Cochasquí. Y también recuerda, con nostalgia, los aguacates de Guayllabamba, los cangrejos de la Costa y el jugo de tomate de árbol, lo que lo revela como un gran degustador de la buena comida.
Su voz es sonora y fuerte, pero cálida. Cada palabra va acompañada de un gesto firme. Sus manos acompañan su hablar. Nadie duda de la enorme labor que ha realizado para recuperar La Habana. Su Oficina ha logrado cimentar un prestigio reconocido incluso por Naciones Unidas que lo nombró Embajador de buena voluntad. Ha desarrollado el plan maestro para la Habana Vieja, patrimonio cultural de la humanidad desde 1982. Y su Oficina depende directamente de la Presidencia de Cuba, trabaja de modo directo con Raúl Castro, sin interferencias ni molestias.
Leal ha logrado implementar un proceso de gestión integral del Centro Histórico, con una articulación economía-sociedad-territorio-hábitat de la ciudad vieja: una dirección central con la unidad de cooperación internacional, medios de comunicación (Habana radio, la voz del patrimonio cubano; una revista, una editorial), una dirección de patrimonio cultural, con museos, bibliotecas, archivos y gabinete de arqueología y restauración; direcciones especializadas; y un sistema empresarial: compañía turística, inmobiliarias, agencia de viajes, empresas constructoras. Es decir, cubre todo el proceso de modo directo.
Además, y un aspecto al que Eusebio Leal presta especial atención: la hermandad de bordados, platerías y el Colegio Universitario San Jerónimo: "no optamos por una universidad sino por recuperar las artes y los oficios. Por cada maestro hay siete alumnos. Así pasamos de 30 alumnos y 500”. Y son ellos quienes, de inmediato, van a sumarse a todo el personal que trabaja en la recuperación de las edificaciones habaneras.
No hay día en que Eusebio Leal no reciba invitaciones para viajar a países de todo el mundo. Ha recibido innumerables condecoraciones, premios, homenajes. Dicta charlas y conferencias, tiene más de cien publicaciones y a donde va, lo declaran huésped de honor. Pero prefiere quedarse trabajando por su país y su ciudad.
Por ello, los habaneros lo adoran, saben que está preocupado por mejorar su ciudad y su entorno. Y ese trabajo ya es visible, manzanas enteras, plazas, edificios recuperados. Actualmente están trabajando en 100 edificaciones, con 80 arquitectos y 2 mil trabajadores.
Pasaron de un presupuesto de un millón de dólares en 1994, a 170 millones en 2012. Y tienen aún 900 edificaciones protegidas por recuperar. Así que tiempo que perder no le queda. Por ello incluso nos dice que ya no lee tanto como antes. Y eso sin contar con que todos los días aparece en la televisión nacional con un espacio, Andar La Habana, en el que promueve los patrimonios.
Su pasión por los patrimonios contagia y entusiasma. Lo tiene claro Ningún proceso verdadero de transformación se puede hacer sin entender que la cultura y los patrimonios son puntales fundamentales para ese cambio. Y nos despedimos con un abrazo aún más cálido, entendiendo que la historia, nuestras historias, hay que asumirlas también con "toda su belleza y hermosura".