Doce fotógrafos registran su paso por lo terrenal a modo fanzine
La necesidad de la autoría y de la individualidad al concebir una obra ha sido uno de los requisitos dentro del campo artístico. Abogar por la unicidad y la originalidad del trabajo creativo eran algunas de las aspiraciones de muchos artistas modernos. Sin embargo, uno de los rasgos más significativos dentro del arte contemporáneo es que aquellas categorías –sino completamente– se fueron diluyendo con el tiempo.
En Quito, en la galería Khôra, 12 fotógrafos de diversas edades exponen sus trabajos de manera complementaria y grupal: no se sabe quién es el autor de cada imagen. Hay 12 nombres al inicio de la exposición Registros Terrestres, pero ninguna cédula o mínimas descripciones acompañan a las fotografías, divididas en seis grupos. El espectador ingresa a un espacio en el que el anonimato y lo desconocido es lo más importante.
Registros Terrestres nació como un trabajo compartido. Un grupo de amigos fotógrafos se sentaron a planear un libro en el que abordarían temas generacionales. A mitad del camino y luego de la revisión editorial de Mike Davis, gran parte del equipo cambió de tema y el producto final se convirtió en una serie de fotografías aparentemente dispares y que fueron publicadas en un fanzine (de la revista Waka) diseñado por Daniel Noboa.
“Cuando revisamos las 12 historias vimos que habían temas conceptuales, documentales y otros con mayor interés estético. Sin embargo, a pesar de los distintos lenguajes, había algo en común y eran los monstruos que aparecían en cada trabajo. Pero lo monstruoso es el sentido de lo extraño, de las cosas raras, de nosotros mismos”, dice Soledad Rosales, una de las fotógrafas que participa en Registros Terrestres y quien hizo la edición fotográfica (junto con Karla Gachet) y el diseño de la exposición (con Camila Niama).
Los textos los realizó Verónica Vacas y el resto de fotógrafos participantes son Alejandro Reinoso, Santiago Arcos, Karla Gachet, Santiago Serrano, Misha Vallejo, Ivan Kashinsky, Michelle Gachet, César Morejón, Coco Laso, Paula Parrini y Eduardo Valenzuela.
El espacio de la galería está diseñado como si fuera una página más del fanzine, en el cual aparecen las fotos sin pies de descripción (solo al final de la publicación se indica la autoría de cada imagen) y en el que destacan figuras geométricas de diferentes formas, como si fueran marcas extraterrestres.
Khôra fue pensado como una extensión más del fanzine, por lo que sus paredes fueron pintadas de tonalidades moradas, con luces verdes en el techo y con dibujos geométricos que aludirían a la sucesión de fibonacci. “No era un libro de fotos, era un fanzine; no era un libro de autor, era un proyecto de múltiples voces, por lo tanto no podía esta ser una muestra típica”, dice Anamaría Garzón, directora y curadora de la galería quiteña.
Entre las fotografías se ven diferentes relatos que, pese a que pertenen al mundo terrenal, bien podrían formar parte de una historia ficcional por fuera de los límites y del entendimiento humano.
Una de las imágenes expuestas forma parte de la serie ‘Angelina’, de Michelle Gachet, en el que aparece su abuela mirando fijamente a un punto indeterminado, como si con su mirada se encontrarán el pasado con el presente, el mundo terrenal con el inamaterial. La exhibición está abierta de lunes a domingo, hasta el 1 de junio. (I)