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Ecuador, 23 de Diciembre de 2024
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El Telégrafo
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El rodeo montuvio es resultado de fiestas populares de la época colonial

El rodeo montuvio es resultado de fiestas populares de la época colonial
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¿Qué siente el montuvio cuando en el rodeo logra domar un caballo chúcaro? Una investigación realizada por el historiador Ángel Emilio Hidalgo y por el folclorista Wilman Ordóñez Iturralde en los 24 cantones de Guayas lo resume en una palabra: valor.

Hidalgo explica que es la valentía que demuestra el jinete -no solo el hombre, sino también la mujer- que entre la década del 60 y 70 se estrenó domando caballos en los eventos realizados en Salitre.

Ordóñez resalta la hipersensibilidad que se manifiesta en la virilidad, que corresponde a no tener miedo y sentir que si doma el caballo se doma a sí mismo, doma  la tierra y a la pareja “porque hay una carga simbólica muy machista en torno al poder que tiene el montuvio”.

Existe una serie de prácticas sociales muy arraigadas en las comunidades étnicas del país. El rodeo montuvio es una de ellas porque es la síntesis y la totalidad de la forma de ser de ese pueblo, coinciden los autores del libro Jinete, Lazo y Monta que presentaron el pasado 28 de agosto en la Casa de la Cultura del Guayas.

El texto, auspiciado en 2014 por el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) con la idea de declarar al rodeo montuvio como patrimonio cultural del Ecuador, duró 9 meses y relata la historia del rodeo montuvio en la provincia.

Los autores comentan que entre los siglos XVII y XVIII surge el pueblo montuvio como resultado del mestizaje de blancos europeos, indígenas de la Costa y afrodescendientes.

“Ocurre una amalgama étnica, social y cultural a partir de la cual empieza a reproducirse una serie de elementos que dan lugar a  prácticas que representan y simbolizan los valores del pueblo montuvio en formación”, señala Hidalgo.

Así nace el rodeo montuvio como resultado de las fiestas populares que llegan desde España y que tienen que ver con las corridas de toros y los juegos de lazo a los caballos que traen a América en la época de la Colonia. Es una práctica relacionada directamente con el apego del hombre de campo a la tierra, a la madre naturaleza y a los animales, especialmente los caballos.

Guayaquil fue nombrada la primera capital montuvia por el escritor José de la Cuadra en el libro El Montuvio ecuatoriano de 1937, pero la tradición se perdió por la influencia de países como Francia y luego Estados Unidos.

Le siguió Salitre y su parroquia General Vernaza, Balzar, Daule, Palestina y otros cantones. “Son 12 o 14 donde todos los años la fiesta del rodeo florece”, indica Ordóñez.

La investigación también logra establecer aspectos culturales en cuanto al rodeo. Se reafirma la idea de que es la expresión del inmenso amor que tienen los montuvios hacia la tierra y particularmente hacia los animales, menciona Hidalgo.

“Descubrimos que es una expresión sociocultural de la vida montuvia que está tan arraigada al punto que más allá del ámbito rural y cuando es posible lo siguen organizando. Esto se evidencia en áreas periféricas de Guayaquil”.

Cambio en la celebración
La festividad también revela mutaciones. A fines del siglo 19 el rodeo se interpretaba con amorfinos y música propia del montuvio. Desde la década del 30 se introducen las rancheras mexicanas y actualmente se escucha la cumbia colombiana y el vallenato.

Aunque se incorporan influencias propias de la cultura y música popular, conserva el valor inicial “lo que implica que el rodeo montuvio es el símbolo de un orgullo identitario, de la valentía, el coraje del montuvio que no solo se enfrenta a una bestia agresiva, sino también a la vida”.

Ordóñez agrega que en la investigación descubrieron que el rodeo es  parte de un pensamiento y una estética regional que va más allá de la fiesta pública como tal, “con su constituyente representación que también es parte de un capital humano y cultural que se ha movido y mezclado en la urbe con su carga simbólica, lo que permite interpretar  una interculturalidad”.

Además, señala que hay un capital económico funcionando, un mercado y una industria que se mueven con la textilería, talabartería, con las formas y  modas de campesinos de otros lugares lationoamericanos.

El folclorista recuerda que antes ser montuvio en la ciudad era una “afrenta”, una “ofensa”. Hoy se están autoafirmando con orgullo de pertenencia a la tierra y la ancestralidad, igual que los afros e indígenas.

Afirma que el  texto llena un “vacío” en torno al silencio e invisibilización desde la academia y el Estado. “Los historiadores, la academia y el Estado tienen la deuda de antropologizar lo costeño y eso es una urgencia mediática en la que venimos trabajando”.

Hidalgo agrega que también hay que historizar lo montuvio porque los sectores que nunca pertenecieron al ámbito del poder, los no letrados, no aparecen en los documentos oficiales que son las fuentes a partir de las cuales se escribe la historia del país.

Hace falta un empoderamiento político y que el pueblo montuvio se organice para reivindicar esos derechos que le fueron conculcados durante muchos  años. (I)

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