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Los ecosistemas coralinos sufrirían por la acumulación de sedimentos en el caso de un evento como el de 1982

Misión prepara a las Galápagos ante El Niño

Según un estudio del WWF, una de las secuelas del fenómeno El Niño en 1982 y 1998 fue la disminución de los lobos marinos. Archivo / El Telégrafo
Según un estudio del WWF, una de las secuelas del fenómeno El Niño en 1982 y 1998 fue la disminución de los lobos marinos. Archivo / El Telégrafo
05 de noviembre de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

El 90% de las iguanas marinas habría desaparecido en las islas Galápagos, algo parecido con el 50% de lobos marinos y de cormoranes no voladores. Las focas perdieron a casi todas sus crías y desaparecieron colonias enteras de corales. Estas fueron las secuelas ambientales del fenómeno El Niño que golpeó a Ecuador en 1982 y en 1998. Los datos están publicados en un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).

17 años después del último Niño, Ecuador y los países de la Costa del Pacífico se ponen en alerta frente a la llegada de este fenómeno natural. Como parte de las actuales acciones nacionales en el archipiélago se realiza una expedición para conocer los efectos sobre las especies clave: iguanas, lobos marinos y tortugas.

La investigación está dirigida por un grupo de científicos de la Universidad San Francisco de Quito y la Universidad North Carolina (EE.UU.) con la colaboración de técnicos de la Dirección del Parque Nacional Galápagos (PNG).

Según explica el oceanógrafo Christian Almeida, los eventos de El Niño incrementan la temperatura del agua. Con ello se reducen los productos básicos del mar, como las algas o corales que sirven de comida para los peces pequeños. Estos, a su vez, son el alimento de otros animales más grandes. Todas las especies que se nutren del mar se ven amenazadas, incluso las aves marinas.

Otro dato que da el experto es que después de cada fenómeno natural, las especies tardan entre 15 y 30 años en recuperarse. De esa manera se restablece el equilibrio entre la natalidad y la mortalidad.

Raúl Mejía, del Inamhi, asegura que “si el calentamiento del océano supera uno o dos grados centígrados, el evento puede ser fuerte. Pero si es débil, los impactos no serán de magnitud”.

En el caso de las especies terrestres, como las tortugas, Eduardo Espinosa, técnico de investigación marina del Parque Nacional Galápagos, indicó que algunas colonias de anidación podrían perderse por exceso de agua. Esto no solo sucedería en Galápagos. El impacto sería a lo largo del perfil costero del país.

En Perú, por ejemplo, donde El Niño está presente desde julio pasado, la temperatura del mar ha causado un cambio en el patrón de reproducción de la anchoveta, una especie que dejó de reproducirse para buscar aguas más frías, informó en un comunicado el Comité Multisectorial del Estudio Nacional del Fenómeno de El Niño (Enfen).

En el caso de los quelonios, principalmente la tortuga de mar (carey), la cual habita a lo largo del océano Pacífico, el calentamiento del mar también ocasionaría un desequilibrio en las poblaciones.

El biólogo Carlos Trujillo explica que la temperatura del nido determina el sexo de su descendencia: el frío favorece al nacimiento de machos, y el calor, el de hembras.

El ingeniero ambiental chileno Christian Ogaz, agrega que el ecosistema marino-costero es el más vulnerable ante el incremento de la temperatura del agua. Y el comportamiento de los peces pequeños es una señal. “Simplemente se alejan o se profundizan. Estos peces son la clave de toda la estabilidad de la cadena alimenticia en los océanos”. (I)

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