Jubilados exigen mayores atenciones
Aunque eran cerca de las 09:00 -la hora a la que estaba convocada la cita- en los exteriores de la Caja del Seguro, ubicado en las calles Boyacá y Olmedo, pleno centro de la ciudad, habían pocos asistentes.
Arturo Murillo, de 82 años, presidente de la Asociación de Jubilados y Pensionistas “Publio A. Falconí Pazmiño”, vestía una elegante guayabera blanca mangas largas y mostraba un gesto de impaciencia... Bastón en mano, esperaba a los demás, mientras saludaba de la mano a unos, de beso a otras y de lejos a varios más, que se iban sumando a la movilización convocada.
“Usted ve la poca cantidad de personas que vienen. He hecho el llamado por radio, personalmente, por teléfono, pero hay poco apoyo. Y eso que nosotros somos la asociación más numerosa del país, con 5.400 socios”, se lamentaba.
“Cada marcha tiene su propósito, ahora nosotros pedimos una mejor atención en salud. Eso del Call Center ha sido un fracaso. Antes, el médico nos daba ahí mismo, en el consultorio, la cita, pero ahora hay que volver a llamar. Así también requerimos un alza en las pensiones”, reclamó el adulto mayor.
Según dijo, cada pensionista aporta un valor aproximado de $7 mensuales a la asociación, el mismo que -explicó- se invierte en los propios jubilados. “En nuestra sede tenemos dispensario médico, peluquería, medicinas, clases de aeróbicos, yoga y un fondo mortuorio”, aseguró. No obstante, hay varios jubilados en desacuerdo...
“¿Este es el parque de las palomas caídas?”, dice un hombre a gritos y riendo, al pie de un par de árboles, ubicados a unos cuantos metros del edificio del Seguro, a la altura de la calle Cacique Álvarez. Allí, lejos del grupo que lentamente se convocaba, estaba Silvio Castro, de 83 años, y sus amigos, quienes se reúnen en el lugar a contarse su vida, anécdotas y uno que otro “cacho”. “También nos contamos los cachos”, comenta provocando carcajadas a su alrededor .
“Nosotros éramos de esa agrupación, pero los dirigentes ya no se preocupan de la clase jubilada sino de su bienestar económico, por eso ya varios se están abriendo poco a poco”, sostuvo José Robles, de 68 años, otro de los retirados que se reúne en esa transitada zona.
En esa bocacalle cerrada al tránsito durante la mañana de ayer, el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS) instaló carpas azules, mesas y sillas para realizar un agasajo a los jubilados en su día.
“Nosotros nos quedamos aquí no más, no vamos a marchar. Lo que sí pedimos es que nos hagan un parque en esta zona. Esta calle es usada como parqueadero”, acotó Aníbal Bodero, desde la banca en la que se encontraba sentado.
Pero también hay otros pedidos, para algunos, más importantes... “A veces vamos al Seguro y no hay medicamentos en las dependencias. Yo por ejemplo soy hipertenso y me toca comprar de mi bolsillo porque no hay mis pastillas y gasto más de lo que puedo, porque encima las pensiones son muy bajas”, expresó Marcelo Ramos, de 62 años.
“No hay dinero para medicinas, pero sí hay plata para el Estado. Las autoridades del IESS deberían salir de aquí mismo, de los jubilados”, dijo Mario Muñoz, mientras esperaba que arrancara la movilización. “Me da vergüenza que se vean tan pocos, cuando en realidad somos miles. Hay pura desunión”, añadió.
Sin importar la escasa asistencia, que finalmente reunió unas 60 personas, la caminata comenzó a las 09:15. Los jubilados de la “Asociación Publio A. Falconí” y de la “Asociación de Jubilados de la Junta de Beneficencia”, con integrantes de la Banda de la Policía Nacional, así como efectivos de la Comisión de Tránsito del Ecuador, iniciaron el recorrido que partió desde la calle Olmedo, avanzó por el Malecón hasta llegar a la Av. 9 de Octubre, para finalizar en la Plaza San Francisco donde -según dijo uno de los dirigentes- los esperaba un refrigerio.
“¡Viva la edad dorada!”, gritaban felices unas jubiladas de sombrero, mientras un anciano de 90 años, ex combatiente de la guerra del 41, caminaba lento junto a ellas con un cartel escrito a mano, reiterando los pedidos al IESS.