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Ecuador posee el tercer espacio de diversidad LGBTI en Sudamérica

Jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad y más participan en las actividades culturales que se desarrollan en la mencionada residencia.
Jóvenes, adultos mayores, personas con discapacidad y más participan en las actividades culturales que se desarrollan en la mencionada residencia.
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La violencia social ejercida a través de miradas, gestos y discursividades provocó la creación en Guayaquil de la primera y única residencia LGBTI del país y la tercera de su tipo en Sudamérica -luego de Argentina y Colombia-. 

El espacio denominado Casa de la Diversidad (ubicado en Esmeraldas 901 y 9 de Octubre) está enfocado en fortalecer la identidad de género en personas expuestas cotidianamente a la exclusión. Tiene sala para desarrollar talleres y actividades dinámicas, una oficina, un bar y una biblioteca especializada sobre temas LGBTI.

Hace más de un año se afianzó la iniciativa autogestionada de organizaciones (Alianza Igualitaria, Mujer y Mujer, Caballeros Transmasculinos y Diverso Ecuador) para inaugurar un espacio formativo en derechos humanos y en contra de un sistema excluyente. Atiende de martes a sábado, de 10:00 a 17:00.

Andrés Alarcón, representante de la organización social Alianza Igualitaria, afirma que en un inicio se reunieron en el patio de comidas del Malecón del Salado. Sin embargo, era complicado porque los guardias se acercaban y preguntaban qué hacían. “Veían a alguien un poco afeminado o una persona trans y molestaban. Tratamos de buscar un lugar y conseguimos una pequeña oficina que financiamos con cuotas y contribuciones de los compañeros. Nuestra lucha empezó”.

El informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre la situación de discriminación a la comunidad LGBTI en el Ecuador, realizado en 2016, sostiene que hubo 120 casos de violencia, de los cuales el 80% no se denunció.

Los afectados no lo hicieron por desconocimiento y la falta de confianza en el sistema judicial, lo que “es grave porque ha habido avances en el tema legislativo, pero la gente no ejecuta esos derechos”, expresa Jéssica Agila, directora ejecutiva de la fundación Mujer y Mujer.

Lía Burbano, principal de esta organización y fundadora de la Casa de la Diversidad, precisa que la gente les golpea la puerta, toca el timbre y escribe. Se dio cuenta -agrega- de que necesitaban un espacio en donde pudieran ser ellos. “Es el problema de las personas LGBTI, no solo en Ecuador, sino en el mundo”.

Burbano recuerda que en 1997 recogió firmas para denunciar la inconstitucionalidad del artículo 516, inciso A, en el que se condenaba a las personas homosexuales hasta con ocho años de prisión. “La violencia pasó de ser física -que aún no se ha eliminado- a miradas, gestos y exclusión”, señala.

En cierta ocasión, mientras estaba sentada y tomada de la mano de su pareja, se acercó una mujer evangélica y les entregó un papel que rezaba: ‘Cristo te ama, Cristo creó hombre y mujer’. “La gente debe de entender que eso es violencia”.

Ante esta situación, el espacio aporta a la maduración de la conciencia de derechos humanos en familiares, amigos y allegados de las personas LGBTI con una oficina de atención terapéutica a cargo de una psicóloga activista.

Burbano detalla que vivir una doble vida y oculto genera un estrés terrible y sufrimiento. “En mi época sufría solo. ¿Con quién te ayudabas? Pero acá los chicos vienen gratuitamente. Y juegan, se divierten, se ayudan mutuamente y se comprenden. Eso es hermoso”.

Jéssica Agila, directora ejecutiva de la fundación Mujer y Mujer, expresa que desde la creación del hogar inclusivo (1 de agosto de 2016) han atendido a 1.500 personas (jóvenes, adultos, adultos mayores y personas con discapacidad). El 60% continúa el proceso con regularidad.

Burbano indica que ninguno de los que aportan en el sitio recibe sueldo y aclara: “No es un hobby de medio tiempo y no se trabaja con una visión de simple voluntariado, sino con un comprometido activismo que atiende la base comunitaria de la organización para preparar planes frente a determinadas realidades”.

También se celebra la inclusión a través de actividades artísticas, culturales y emprendedoras de forma dinámica. Se dictan talleres sobre primeros auxilios, sexo lésbico seguro, comida vegana, etc.

Luis Carranza, de 22 años y estudiante de Comercio Exterior, relata que en cierta ocasión el lugar se quedó sin luz y se improvisó una cátedra interactiva con velas. “Comenzamos a dar opiniones positivas de lo que nos gusta de la persona que pasaba en medio de un círculo. No esperaba los comentarios tan positivos de muchos, me decían cualidades de las que no me había dado cuenta; algunos lloramos. No me había dado cuenta de que había formado un lazo fuerte con ellos en tan poco tiempo”.

Carranza, quien ha asistido durante 11 meses, recuerda que hubo un jueves de karaoke. Él comenta que no había estado en un espacio en donde se mezclara tanta diversidad, cultura y educación. “Es diferente porque afuera la sociedad nos queda viendo mal y nos critica”.

De su lado, Jackson Gardier, de 21 años, estudiante de Medicina, agrega que lo ayudó a pensar como equipo. “Cada fundación es una familia”.

Ronny Haz, de 26 años, estudiante de Ingeniería en Marketing y Negociación Comercial, sostiene que una de las tantas enseñanzas es que aparte de defender los derechos, “nos forman como persona. En no discriminarnos y no hacerlo con el resto”. (I)

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