El ser humano siempre está relacionado con la política. Aristóteles mencionó que “la política es una dimensión que brota del núcleo más íntimo de la persona, que provoca una imperativa de preocuparse por lo que ocurre en la vida, en la sociedad principalmente, por lo que se refiere a la búsqueda del bien común”.

Existe un sinnúmero de posibilidades que influyen sobre la orientación ideológica o tendencia política hacia la que una persona se puede inclinar en su vida.

Comenzando por la influencia que pueda tener la madre con su hijo desde la etapa fetal, cuando ella alumbra, el lugar donde nace, las vivencias y percepciones, el tipo de crianza, el desarrollo en las diferentes etapas, niñez, adolescencia, adultez. Experiencias que durante el crecimiento pueden generar motivaciones positivas o negativas.

Una motivación negativa puede impulsar el desarrollo de una tendencia política, de izquierda o derecha por resentimiento, por posibles sufrimientos y experiencias de la infancia.

En ese caso puede convertirse en un político peligroso, ya que sus decisiones conscientes, o inconscientes, están motivadas por el dolor psicológico que pudo vivir en su infancia o juventud, sumado a no haber recibido ayuda psicológica. (Entendiéndose como político a la persona que vive en una sociedad).

La motivación positiva también puede nacer del mismo tipo de vida difícil vivida en la niñez o juventud. También la orientación política puede emerger de una vida, desde la infancia, sin complicaciones mayores.

Cada ser humano reacciona diferente ante las mismas vivencias, sean positivas o negativas, con reacciones reactivas o proactivas. También puede influir la educación recibida, la forma como se desarrolló el intelecto, el cerebro, los neurotransmisores, la genética heredada y la orientación política familiar.

Mas allá de la tendencia, de derecha o de izquierda, lo ideal es que el ser humano lleve a la práctica el sentimiento de servir de una forma empática, hacia un país, por sus necesidades. (O)