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El Telégrafo
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La mañana después del descalabro: Elecciones Bolivia 2020

La mañana después del descalabro: Elecciones Bolivia 2020
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El cómputo oficial ya está casi completo y la victoria es de Luis Arce y David Choquehuanca (Movimiento Al Socialismo). Los últimos cálculos están para oficializar los escaños de senadores y diputados. Hay mucho para reflexionar al respecto y que el tiempo irá aclarando. En una Bolivia absolutamente polarizada, hay demasiado trabajo por hacer, conciliación y reconciliación, crítica y autocrítica, para no llegar a una secuela del conflicto que se inició en febrero de 2016.

Luis y David

La victoria de estos candidatos es apabullante, al momento que escribo estas palabras no hay un porcentaje exacto, pero está claro que sobrepasa el 50%. Es necesario tener en cuenta que este resultado no explica el de año pasado, no prueba ni refuta las narrativas de golpe o de fraude. El aumento del voto al MAS en 2020 tiene muchas razones.

Primero, que Evo Morales no es el MAS. El resultado del referéndum del 21 de febrero de 2016 para la reelección indefinida fue de No con más del 50%. Aun así, en 2017, Morales y García Linera lograron su repostulación a través del Tribunal Constitucional (lo que nos confirma la ausencia de separación de poderes). Lo que el resultado de 2019 nos dice es que hubo un rechazo en las urnas a este binomio en específico y a su intención de reelección indefinida. Otra hubiera sido la historia de octubre y noviembre de 2019 si el binomio Arce-Choquehuanca candidateaba para estos comicios. El proyecto político del MAS superó con creces a la imagen de Evo Morales.

Segundo, la mala gestión de Jeanine Áñez influyó mucho en el voto indeciso. Más allá de la Biblia, en este último año el gobierno transitorio cometió errores garrafales que acercó a mucha gente al MAS: las muertes en Senkata y Sacaba, los casos de corrupción y nepotismo (caso Entel, caso respiradores), la mera existencia de su nefasto y autoritario ministro de gobierno Arturo Murillo, y la pésima gestión de la crisis del Covid (la crisis de salud es algo que venimos arrastrando desde el gobierno de Morales y llega a su máximo en julio y agosto, donde prácticamente los bolivianos estuvimos en la situación de “sálvese quien pueda”).

Tercero, me parece que la figura que hay que rescatar del binomio ganador no es la de Arce, sino la de Choquehuanca. Él no es el elegido por Morales, sino todo lo contrario. Los votantes afirmaron identificarse con Choquehuanca y fue el que más hizo campaña “a pie” por las localidades pequeñas, cosa que no hicieron otros candidatos. Pero aún hay cosas más interesantes sobre el próximo vicepresidente.

Cuarto, la falta de unidad en la oposición y la candidatura de Camacho.

Quinto, a Carlos Mesa, pese a sus buenas propuestas (sobre todo en salud y medio ambiente), le hizo mucha falta salir a las calles, y conocer más las demandas de la población, sobre todo en el área rural.

Evitar el apocalipsis

El gobierno entrante debe asegurar la convivencia entre los bolivianos. Debe entender que Bolivia no responde a una división dicotómica de malos contra buenos, campo contra ciudad, “fascistas” contra “salvajes”. Si algo nos deja entender esta elección, es que todos los movimientos son heterogéneos. En el MAS existe el voto duro “evista”, los que manejan un discurso de venganza e intimidación, los que creen en el instrumento político y los que creen que en la reformulación del partido y el proyecto más allá de Evo. En la ahora oposición existe gente sumergida en el regionalismo, gente que maneja un muy despreciable discurso discriminador, los que exigen un justo cambio estructural en las instituciones y en los manejos de poder y gente con ideas que aportarían mucho si se las escucha.

Arce y sobre todo Choquehuanca reconocen algunos errores de la gestión de Evo que prometen subsanarlos y sin la vieja cúpula del MAS, y este es el mejor momento para aplicar el cliché “el tiempo dirá”. Hay errores gigantescos que deben restructurar: la independencia de poderes debe ser realmente independiente, los resultados de un plebiscito o de una elección se respetan aunque no gusten, la crisis de salud es real (y tuvimos una pandemia para sufrirla como nunca), la crisis ambiental es tan real que duele y no podemos darnos el lujo de manejar tan mal la crisis de incendios forestales como se lo hizo en 2019 y 2020, escuchar a la oposición y no burlarse de ella y/o reprimirla, a los corruptos destituirlos inmediatamente (aunque sean de su partido), el gas ya no traerá bonanza. No la tienen fácil.

Los nuevos elegidos ya hablaron de unidad y esa es la primera tarea, pero para todos. Conocer, reconocer y entender al Otro. Empatizar y convivir con el Otro. Y, -díganme ingenua, pero prefiero pecar de ingenuidad y no de amargura- querer al Otro. El votante del MAS tiene que reconocer que casi la mitad del país es oposición. El votante de oposición debe reconocer que la mitad del país es “masista”.

Ambas partes deben evitar los discursos negacionistas que han estado escupiendo en los últimos meses y por una vez exigir investigación y justicia para todos aquellos que sufrieron en los acontecimientos del año pasado y no sólo para aquellos con quienes simpatizan: Las muertes de Senkata y Sacaba (15 y 19 de noviembre); las muertes en Montero (30 de octubre); la emboscada de Vila Vila (9 de noviembre); las quemas de las casas de Víctor Hugo Vásquez (9 de noviembre), Waldo Albarracín (10 de noviembre), Casimira Lema (10 de noviembre) y Nelson Condori (14 de noviembre); así como otros atentados en la ciudad de La Paz contra los buses Puma Katari, estaciones de Policía, medios de comunicación y casas particulares, negocios destruidos (9-11 de noviembre), entre otros sucesos. Algunos de estos hechos fueron cometidos por el gobierno de Áñez, otros por los seguidores de Morales y otros por la oposición a Morales. Y todos deben ser investigados de manera muy minuciosa y con una absoluta imparcialidad. La victoria no significa impunidad. De esta manera, el nuevo gobierno puede recuperar la confianza de toda la población boliviana, porque, al fin y al cabo -aunque suene obvio- ellos deberán gobernar para todos.

Independizarse del padre

Arce y Choquehuanca afirmaron “no ser vengativos” y que “trabajarán con gente nueva”. Pese a que hay comentarios incendiarios de gente de su partido, habrá que esperar que cumplan. Después de todo lo vivido, el pueblo boliviano los estaremos vigilando con lupa. Que no hagan mañas, que cumplan, que escuchen al Otro que tiene propuestas. Ser un binomio independiente y que trabaje más allá de cualquier cosa que afirme o convoque el “padre”, que sean el gobierno de Bolivia y no el gobierno de Evo. Áñez falló escandalosamente en la tarea de reconciliación y pacificación, que el gobierno de Arce y Choquehuanca no sea la secuela.

Los bolivianos debemos aplicar el concepto de ayni: la ayuda mutua, la reciprocidad y colaboración. Es el momento de aplicar lo que sabemos, no seguir el pensamiento binario occidental, y empezar a seguir la complementariedad de opuestos. Sólo así no caeremos una vez más en el pozo del descalabro. (O)

Literata y docente*

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