Ante las preguntas de ¿por qué Latinoamérica no progresa? o ¿por qué la gran diferencia de desarrollo con otros países? o ¿por qué no nos hemos podido integrar entre nosotros? Señalemos las razones:

Hace 500 años era muy importante para los países tener materias primas, como: petróleo, oro, cobre, níquel, cobalto, etc. América Latina, Estados Unidos y Canadá poseían estos recursos; sin embargo, estos dos últimos países lograron un desarrollo económico, social y político exponencial que los llevó a ser parte del primer mundo, en cambio, Latinoamérica quedó muy rezagada frente a estos colosos.

Según Lawrence Harrison, autor del libro El Sueño Panamericano, lo que aconteció en estos 500 años es que los latinoamericanos hemos irrespetado diez valores importantísimos, que son: el hábito de la lectura; el uso productivo del tiempo; respeto a la ley; respeto al derecho ajeno; sentido de solidaridad con la sociedad; educación proactiva; trabajo productivo; frugalidad; y vivimos inmersos en la corrupción (viveza criolla) y autoritarismo. Sin duda, el irrespeto a estos valores ha influido notablemente en nuestro desarrollo y también en nuestro espíritu de integración.

En 1957 (inicios de la Era del Conocimiento), Europa crea la Comunidad Económica Europea que posteriormente, en 1993, se convierte en el Mercado Común Europeo, organizaciones extremadamente exitosas, a pesar de que en 2020 se separa Reino Unido con el Brexit.

Latinoamérica, siguiendo el ejemplo europeo, crea en 1960 la Alalc, Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, que en 1980 se convierte en Aladi, Asociación Latinoamericana de Integración. América Latina; desde el 60 ha creado trece asociaciones adicionales para integrarse, las cuales han fracasado.

Los otros factores que han influenciado para que Latinoamérica no se desarrolle y no se integre entre sí, son: seguimos produciendo materias primas similares con oferta exportable competitiva; contamos con una extensión geográfica enorme incomunicada; los latinoamericanos de izquierda y derecha somos extremadamente partidarios de la soberanía, históricamente somos supranacionalistas, no creemos en las ventajas de la unión entre países; los vaivenes ideológicos no han permitido crear instituciones confiables y cada nuevo gobierno destruye o detiene las iniciativas de los anteriores. (O)