Gastos reservados: el gran vía crucis de Alberto Dahik
La relación entre Gobierno y la oposición, especialmente con el PSC, siempre fue tensa. Más todavía entre el vicepresidente Alberto Dahik y el entonces alcalde de Guayaquil y expresidente, León Febres-Cordero.
A pocos meses de que la situación en la frontera con Perú se calmó, el Congreso Nacional planteó un juicio político contra el Segundo Mandatario; Dahik enfrentó acusaciones por presunta malversación de fondos del Estado en el manejo de más de 20 mil millones de sucres, provenientes de los fondos reservados de la Vicepresidencia.
En julio de ese año, el entonces fiscal Fernando Casares consideró qe existían suficientes elementos para procesarlo, pese a que Dahik, en repetidas ocasiones, negó que haya existido delito. Un mes después la Corte Suprema de Justicia encausó penalmente al Vicepresidente, mientras el presidente del Congreso Nacional, Fabián Alarcón Rivera, lo llamaba a juicio político.
Tras varias semanas de trámite, en medio de un caldeado momento político, Dahik fue al Congreso y durante 6 horas expuso sus argumentos de defensa. Sus palabras finales fueron: “Mis manos están limpias y no están manchadas de sangre”. Pese a ello, la oposición en el Congreso continuó con el juicio. Finalmente, el 6 de octubre se dio paso a la votación de censura y destitución.
Se requerían 52 votos, sin embargo, solo hubo 39 a favor (PSC, PRE, APRE y MPD), por lo que Dahik fue declarado inocente. Pese a ello, la CSJ dictó orden de prisión en su contra. El presidente Durán-Ballén le pidió la renuncia y, ante la orfandad política, el Segundo Mandatario huyó del país y solicitó asilo político en Costa Rica.
Casi 16 años después, el exvicepresidente regresó al país. En 2011 la Primera Sala Penal de la Corte Nacional de Justicia (CNJ) le levantó la prisión preventiva que pesaba en su contra y la sustituyó por medidas cautelares.
Así, Dahik Garzozi retornó al país. Al regresar manifestó que, a pesar de los años transcurridos y lejos de su familia, no guardaba rencor contra aquellos que le plantearon el juicio, incluso agradeció al presidente Rafael Correa, por referirse a él como una persona honesta. (I)
EL HECHO RELEVANTE
El desastre de la Josefina cambió todo el panorama del Austro y empeoró la economía nacional
A solo dos meses desde que el Gobierno decretó la finalización de la ‘Hora Sixto’ para enfrentar la crisis energética, una tragedia golpeó a cientos de familias y a la economía nacional.
En efecto, producto de las intensas lluvias en la zona del Austro, parte del cerro El Tamuga, en la provincia de Azuay, se desmoronó y toneladas de lodo y piedras arrasaron con pequeños poblados, sobre todo en el sector conocido como La Josefina. El material pétreo taponó -además- los ríos Jadán y Cuenca, formándose de esa manera un gigantesco y peligroso embalse.
Aquello ocurrió en la noche del 29 de marzo de 1993. Expertos calcularon que más de 50 millones de metros cúbicos de material pétreo se desprendieron del cerro y el agua de los ríos elevó el nivel hasta formar un impresionante espejo que cubrió vastos sectores agrícolas y ganaderos.
Personal militar y del Cuerpo de Bomberos acudió al sitio para constatar la magnitud de los daños; poblados como Challuabamba y Charasol (esta última en Azogues) debieron evacuar ante el peligro de que el agua aumentara el nivel, ya que se había formado un dique que acumuló miles de metros cúbicos de agua en la parte occidental, en tanto que en el sector oriental el nivel del agua era insuficiente para alimentar a la central Paute.
El presidente Durán-Ballén y su equipo ministerial acudieron a los pocos días al sector; luego de constatar la magnitud de los daños, así como la pérdida de cientos de vidas, ordenó las tareas para abrir el dique natural que se había formado. No obstante, los esfuerzos resultaron insuficientes, pese a que la maquinaria enviada al sitio trabajaba las 24 horas para abrir un canal sobre el dique de tierra acumulada.
La situación se agudizó debido a que las lluvias, ausentes hacía pocos meses, se acentuaron rápidamente en esos mismos días.
Las tareas del personal técnico duraron más de un mes, hasta que, finalmente, por detonación de determinadas partes, se logró abrir un boquete para que el agua acumulada recuperara su curso natural. De esa manera, en la madrugada del 1 de mayo de 1993, el agua empezó a desfogar con una fuerza inusitada, que arrasó con todo lo que encontraba a su paso. Se calcula que el caudal de agua en el momento del desfogue superó los 600 metros cúbicos de agua por segundo. (I)