Punto de vista
Una visión sobre Alfred Hitchcock
Las fuentes del cine de Hitchcock se remontan al universo alucinado de Melies, a las sombras de Fritz Lang, con sus personajes oscuros, deformes, misteriosos. A las longitudes y encuentros que pueden tener entre sí la magia del teatro de sombras chino y la compleja intriga de Sófocles, que hace más de dos mil años desnudaba la codicia, sordidez y miseria del ser humano, así como su inherente miedo a la muerte. A la muerte latente de la literatura negra norteamericana, al cine negro, al señor K o Gregorio Samsa perdidos en los crueles laberintos de la imaginación kafkiana…
En efecto, cualquiera de las películas de Alfred Hitchcock: ‘Psicosis’, ‘Vértigo’, ‘La Ventana Indiscreta’, ‘Notorius’, son la síntesis de estéticas y formas narrativas entrelazadas, sistemáticamente, por una lógica casi matemática, que no deja ningún cabo suelto, que va tejiendo la trama con una excéntrica obsesión por el estricto orden y la precisión, como si los personajes fuesen partes del mecanismo del reloj del destino, que los marca con sus oráculos de tiempo, con un invisible estigma en la frente, que implacable lleva sus intrascendentes y trágicas vidas a lo irrevocable, de lo que, sin importar lo que hagan, nunca podrán escapar.
Pero el éxito de las películas de Hitchcock no es casual, su comportamiento compulsivo estaba presente desde el guión, en el desglose en detallados dibujos de cada una de las acciones de los personajes. Storybooks que no daban opción a la más mínima sorpresa, en la semántica de su puesta en escena, esa misma extraña obsesión que lo lleva a indagar, reflexionar y conceptualizar sobre la dramaturgia, la estructuración de los sucesos y sus herramientas básicas: el suspenso, el miedo, el amor, el deseo, la ambición, la soledad, el azar… (I)