Hace 35 años llegó al país como sonidista de un circo brasileño y desde entonces vive en guayaquil
Miguel Ángel Oyhenart trajo la idea de grabar discos mezclados
Cuando Miguel Ángel Oyhenart llegó a Ecuador en septiembre de 1979 lo habitual en las fiestas era contratar una orquesta para que toque por un par de horas, dependiendo de cuánto quería pagar el anfitrión. La otra opción era cancelarle ese dinero a un disc-jockey. Y si el mentalizador de la fiesta no quería gastar mucho recurría solo a los discos de vinilo con la resignación de que cada tres o cuatro minutos los invitados debían volver a sus asientos porque eso era lo que duraba cada canción en los de 45 RPM o en cada ‘track’ de los LP.
Y Miguel Ángel, como siempre la gente ha identificado a este disc-jockey argentino, fue el primero en grabar discos con varias canciones mezcladas, al menos en Ecuador, lo que permitía a los fiesteros de domicilios bailar por lo menos unos 20 minutos sin interrupciones. No inventó este recurso, pero marcó una tendencia en la década del 80. Tampoco grabó de inmediato. Debió esperar algunos años para hacerlo.
Todo empezó en su natal Mar del Plata donde tenía dos sueños: jugar fútbol profesional o dedicarse a la música porque para él “cualquiera puede programar discos en un tornasol casero”. Al menos durante su adolescencia eran toda una novedad, aunque no tanto como las discotecas que funcionaban en su ciudad hace más de 40 años. En 1970 tenía 14 años y se daba mañas para visitar centros nocturnos alucinantes para la época como Enterprise, que era una réplica de la famosa nave de la serie Stark Trek, tan de moda en aquellos días. Había otras como Tottem, que tenía una gran boca como puerta de entrada.
“En Mar del Plata existían ya discotecas con cinco pistas, una de ellas elevándose del subsuelo. Otra que recuerdo es El Castillo, que era una copia exacta de esas estructuras amuralladas y medievales. Era como si estuvieras en una película del Rey Arturo o algo así. Yo quería ser famoso y aparecer en portadas de discos como Pato C, entonces el DJ número uno de Argentina, a quien siempre admiré”, recuerda el DJ marplatense, que ahora luce una entrecana barba, ligera calvicie y melena a media nuca que denotan los 59 años que cumplirá el próximo 30 de noviembre.
Eso lo motivó a convertirse en un pinchadiscos. Compitió en varios concursos y ganó uno en Necochea, en la costa atlántica de la provincia de Buenos Aires. Miguel Ángel tenía las intenciones de emigrar.
“Los argentinos tenemos esa tendencia de mochilear. Con un amigo tenía planeado irme a Brasil. Allá fui a parar a un circo como sonidista. Viajé a varios sitios hasta que llegué a Guayaquil. Lo primero que me atrajo fue su clima tropical casi permanente y por supuesto las mujeres. Entonces me quedé. Luego empecé a trabajar en Studio 44 (no confundir con la célebre y neoyorquina Studio 54). Esta era una de las discotecas más conocidas en Urdesa durante esa época junto con Infinity y El Jardín, que funcionaba en el hotel Humboldt por el Malecón”, rememora.
De Pato C le copió la idea de grabar discos con mixes de canciones, pero debió esperar hasta 1982 para conseguirlo luego de varios intentos. Después de él siguieron su ejemplo pinchadiscos como el fallecido Luis ‘Chinche’ Varas.
“Durante mis primeros años en el país vivía en la ciudadela Bolivariana y me iba hasta Los Ceibos, pero entonces no había líneas desde este punto para ir a Fediscos, así que me iba caminando, pero no me paraban bola. En esa época había organizado la primera fiesta de los disc-jockey y cuando hice la segunda fue cuando pude grabar. El primer disco fue ‘The best of Soul Train’, que tenía la foto de Oswaldo Valencia y junto estaba la mía”, recuerda Miguel Ángel, quien desde entonces publicó alrededor de 50 discos, entre ellos los Explosion, Rumours, Love in the shadows, Megamix, Remember, 30 pegaditas de oro, Radio Activo, Las supermezcladas, Merengues de Carnaval y más.
“Lo de la música tropical nació porque acá solo se mezclaba música en inglés, mientras que las orquestas tocaban lo tropical. Muchos DJ pensaban que las cumbias y merengues eran para cholos. Para grabar mis discos se necesita de permisos especiales. Artistas como Madonna o Rod Stewart no querían ceder los derechos en esa época. Acá primero llegaba el sencillo, luego el mix y el remix”, relata Oyhenart, quien durante su época dorada viajaba a las demás ciudades ecuatorianas en su furgoneta blanca, muy parecida a la de la serie animada Scooby Doo. Ya en la década del 90 luego de atravesar algunos problemas financieros vendió el vehículo, sus equipos y hasta quemó la ropa que usaba para sus tocadas.
“Intenté sobrevivir vendiendo agua embotellada en un camión que me compré, pero en cuestión de un año lo dejé porque tenía más deudas”, recuerda el pinchadiscos argentino, quien podía mezclar sus canciones en el mismo sitio donde también se presentaban orquestas como La Sonora Dinamita.
“Ahora soy yo quien contrata a La Sonora Dinamita. He traído a Guillermo Dávila, Rudy La Scala, The Latin Brothers y más. Pasé de ser empleado a empresario. Pasé muchos años mal económicamente, pero ahora me río de eso”, sostiene Miguel Ángel Oynehart, a quien le costó conseguir su anhelada fama, lejos de su natal Mar del Plata. Y aún tiene cuerda. Ya planifica un evento retro donde volverá a tomar los auriculares, tornasoles y vinilos, pero esa es otra historia de la que prefiere no revelar más detalles. Por ahora.