Érase una vez un festival en el que reinó la paz durante tres días
Quienes sobrepasan los 60 años y gustan del rock consideran que el Woodstock de 1969 es “la mamá de los festivales”. Algunos lo siguieron a través de los periódicos de la época. Otros por radio y por supuesto hubo miles de privilegiados que estuvieron allí.
Uno de ellos es el periodista Sergio Pérez, quien entre el 15 y 17 de agosto de hace 43 años, acudió como fan a la legendaria granja en Bethel, una localidad que está situada en las afueras de Nueva York, a unos 130 kilómetros.
Aquello de “la mamá de los festivales” tiene que ver con el hecho de la convivencia pacífica durante casi cuatro días entre medio millón de personas (entre ellos Pérez y quién sabe cuántos otros ecuatorianos) en pleno conflicto bélico entre Estados Unidos y Vietnam.
Y eso sin mencionar el cartel de artistas que pasó por el escenario. Algunos que consolidaron sus carreras, otros que tuvieron su espaldarazo masivo como Carlos Santana, más los que se mantuvieron ‘underground’ y otros que murieron poco tiempo después como Jimi Hendrix y Janis Joplin.
El ‘Checo’, como es conocido Pérez, cuenta que se enteró de Woodstock cuando viajaba desde París hacia Londres, en donde había otro festival. “Mi hermano menor, Carlos, me había enviado un correo en el que me decía que tenía boletos para Woodstock. Lo que me atrajo fue el cartel de artistas. Supuestamente esas entradas costaban 18 dólares para los tres días de Woodstock, pero cuando fuimos, nunca nos pidieron nada”, relató Pérez, quien lucía patillas gruesas, gafas oscuras y un espeso mostacho.
“Después del correo que él me envió tardé tres semanas en ir a Nueva York para recogerlo porque como tenía 16 años, mis padres no le daban permiso. Yo ya tenía 22. Con mi hermano nos embarcamos en un bus el jueves 14 y llegamos al día siguiente con las manos vacías, a la deriva. Caminamos desde la tarde hasta la noche. Primero estuvimos en una ensenada cercana a un bosque. Ahí nos hicimos amigos de unas personas que tenían una carpa.
Hombres y mujeres entramos ahí, muchos sin conocernos unos con otros. Había que compartirlo todo para soportar esos tres días. Quizás la necesidad de supervivencia hizo efectivo el famoso eslogan del ‘peace and love’ (paz y amor)”, analiza Pérez, quien, a sus 65 años, luce la frente amplia, escaso cabello rizado y lentes con marco grueso.
El crítico musical Freddy Russo va más allá. Sostiene que en aquella época, quienes asistieron al festival no tenían real conciencia de la magnitud del evento y de lo histórico que sería. “Ni siquiera Joel Rosenman, Michael Lang y Artie Kornfeld, tres de los organizadores del festival, lo imaginaban. Tampoco Michael Wadleigh, el cineasta que lo filmó ”, dice Russo.
Para él, Woodstock fue la liberación de la contracultura existente en la época (hippismo y psicodelia). Russo lo aclaró aún más con la cita que tomó del ideólogo Teodoro Roszack, autor del libro ‘The making ofcounter culture’ (1968) y que dice: “...los hijos rebeldes deberían liberarse de los poderes que representan la tecnocracia (la máxima expresión de la tecnología e industria consumista), de forma pacífica”. Según el crítico, de ahí surgió el famoso eslogan’ de paz y amor.
“En esa época la música era más efectiva que la política. Aunque el contenido lírico de esas canciones era más elaborado y podía ser contestatario con los artistas que estuvieron como Joan Báez, Joe Cocker, Neil Young y otros.
No obstante, hubo ausencias notables como The Beatles, The Rolling Stones, The Doors o Led Zeppelin. Las reseñas de las revistas de la época señalan que este último grupo no fue porque ‘no querían ser uno más”, opina el crítico musical, quien vivió la euforia de Woodstock, desde lejos, en Valparaíso (Chile), a través de las radios.
Russo indica que a The Doors no lo invitaron porque Jim Morrison, su vocalista, era demasiado provocador. Y Pérez agregó que se conoce que “les pagaron miles de dólares, pero para que no participen en el Woodstock”.
Hace tres años contaba el pintor Gustavo Silva que también acudió al Woodstock porque ya vivía en Estados Unidos desde 1959, es decir diez años antes. Según su relato, él y sus acompañantes fueron cuatro días antes del festival y por eso consiguieron puestos cercanos al escenario, posiblemente a unos 100 metros. La desventaja era separarse del grupo porque eso significaba perderse entre la marea humana por días.
“La música atrajo a esa masa humana que estaba en contra del sistema establecido. Si en las familias tradicionales el hombre llevaba el pelo corto, nosotros preferíamos tenerlo largo. Si en el colegio nos obligaban a utilizar los pantalones de vestir, nosotros usábamos jeans, camisetas y zapatos Converse, zapatillas o, incluso, andábamos descalzos”, sostuvo Pérez.
Agregó que “aunque todo era paz y nunca escuché una sola discusión entre los asistentes, no faltó algún incitador. Y ese fue Abbie Hoffman, quien era activista y líder de los ‘yippies’ (Partido Internacional de la Juventud). Yo vi cuando tomó el micrófono como si fuera el presidente y quiso interrumpir las actuaciones (protestaba en contra del encarcelamiento de John Sinclair, líder del partido de las Panteras Blancas).
A Pete Towshend, del grupo The Who, no le gustó y le dijo que ‘se largara del escenario’ y lo noqueó con un guitarrazo”, recordó Pérez, quien aún conserva una foto que tomó Baron Wollman para la revista Life (publicada en septiembre de 1969), en la que asegura que, sin proponérselo, aparece con su hermano.
Pérez guarda otros recuerdos como la actuación de Jimi Hendrix. “Era el tercer día, mucha gente se había ido. Avancé lo que más pude y vi de cerca a Hendrix. Algo indescriptible fue verlo tocar ‘Star Spangled Banner’ (el himno nacional de Estados Unidos). O los gritos de Janis Joplin, quien como todos llegó en helicóptero porque era la única forma posible de llegar”, explica el periodista.
Russo explicó que Hendrix hizo eso “para demostrarle a los hippies que estaban en contra de la Guerra de Vietnam, que estaba en pleno desarrollo, pero seguían siendo estadounidenses”.
Sobre el festival de Woodstock (que se llamó así porque inicialmente sería en esa localidad, pero los habitantes lo impidieron) existen muchas historias que están plasmadas en laureado documental que Wadleigh estrenó en 1970 y se llevó el Oscar. Wadleigh, tuvo la colaboración del entonces desconocido Martin Scorsese en el montaje.
El festival tuvo sus fallidas secuelas en 1979, 1989, 1994 y 1999, por eso el original es considerado como irrepetible por el entorno de la época para quienes siguieron de cerca al Woodstock original.