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El lago de los cisnes deleitó a los guayaquileños

El lago de los cisnes deleitó a los guayaquileños
05 de mayo de 2013 - 00:00

El Ballet de San Petersburgo deleitó a los guayaquileños con la célebre obra de Tchaikovsky ‘El lago de los cisnes’, en una velada mágica que se realizó en el Teatro Centro de Arte.

El director y coreógrafo Konstantin Rassadin, quien lleva más de 30 años al frente de esa compañía, fue el encargado de dirigir a los 40 artistas que integran este ballet, pionero en el mundo en ofrecer espectáculos sobre hielo.

La presentación inició a las 20:00 del viernes último, ante la mirada de un poco más de cien personas que se dieron cita en el teatro con capacidad para 870 personas.

Sin embargo, esto no impidió que el recinto se llenara de bufones, príncipes, princesas, magos y otros personajes propios de un cuento de hadas, quienes entre tutús de cisnes, saltos y sobresaltos, mostraron los cuatro actos que conforman esta obra, estrenada por primera vez en el Teatro Bolshói de Moscú, en 1877.

Una veintena de bailarines, entre hielo, comenzaron a dar piruetas para escenificar el primer acto del ballet que comienza con un baile en la corte del castillo del Príncipe Sigfrido, quien al cumplir 21 años debe elegir esposa entre las jóvenes presentes.

La escenografía, montada en el teatro, emuló perfectamente a cualquier palacio de un mundo lejano e inexistente pero presente en la memoria colectiva a través de los cuentos, fábulas y leyendas.

Las bailarinas interpretaron a las princesas de otros reinos que deberán ser desposadas por Sigfrido, pero este prefiere irse de cacería en la noche con su pandilla de amigos en donde encontrará el amor.

En el bosque, cerca de un lago, comienzan a salir de las aguas unos cisnes que se van convirtiendo en hermosas jóvenes. Llega Sigfrido al lago y apunta con su ballesta hacia las jóvenes-cisnes cuando aparece su reina Odette.

Este fue uno de los momentos más reveladores de la obra, y visualmente atractiva por la danza sincronizada de las bailarinas esparcidas por todo el escenario, acompañadas del juego de luces que en su mayoría se tornaba tornasol.

Las bailarinas dejaron ver la transfiguración de cisnes a bellas mujeres, pero encantadas por el mago Rothbart.

Odette y Sigfrido se enamoran a primera vista y este le pide que asista al baile de gala para elegirla como su esposa. Ella acepta mientras se aleja convertida en cisne y con la ilusión de llegar a ser princesa.

La siguiente escena comenzó con la celebración en el castillo, en donde una delegación de doncellas de otros reinos se presenta ante el príncipe y su madre, quien ve con beneplácito el interés de las jovencitas por su hijo.

Pero la historia toma un giro inesperado cuando se anuncia la llegada de un noble desconocido con su hija llamada Odile.

El extraño caballero es nada más y nada menos que Rothbart, quien hechiza al príncipe para que este vea a Odette en Odile. Él la escoge como su esposa, la reina madre acepta y Sigfrido le jura a Odile amor eterno.  Rothbart es descubierto cuando Sigfrido ve a Odette a lo lejos, quien corre hacia el lago.

En el último acto, a las orillas del lago las jóvenes-cisne esperan apesadumbrada la llegada de Odette. Ella llega llorando desesperada, contándole a sus amigas los tristes acontecimientos de la fiesta en el castillo.

Aparece Sigfrido y le implora su perdón. Luego llega Rothbart reclamando el regreso de los cisnes. Sigfrido y Odette luchan contra él y es despojado de sus poderes. El maleficio termina y los jóvenes disfrutan plenamente su amor.

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