La intérprete, nacida hace casi 80 años como Amelia Berta Martín, superó un cáncer de seno
Consuelo Vargas: “El canto me hace olvidar de cualquier enfermedad”
Antes de que Consuelo Vargas llegara a Ecuador ya estaba vinculada con el país y sin proponérselo. Es lo que ella llama “cosas del destino”. Y es que en el lejano 1960 conoció al manabita Ricardo Mejía, quien era el gerente artístico de RCA Víctor en Argentina.
Mejía, oriundo de Bahía de Caráquez, también era el creador del Club del Clan donde Consuelo Vargas compartía el escenario con artistas de distintas generaciones como Palito Ortega, Johnny Tedesco, Violeta Rivas o Jolly Land, a quien Charly García la nombra en la canción ‘Mientras miro las nuevas olas’, de Serú Girán.
Jolly Land, era también la esposa de Mejía, quien le propuso a Consuelo que cantara ‘Sombras’ y ‘Lamparilla’, pasillos de Amílcar H. Díaz y Miguel Ángel Casares que en esa época ya eran populares con la voz de Julio Jaramillo.
“Cuando yo estaba en el Club del Clan era la más seria. Los chicos interpretaban más canciones pop, de la nueva ola, mientras que yo cantaba tangos de Carlos Gardel. Por eso me propusieron cantar los pasillos. Y desde entonces me gustaron”, dice la cantante que hoy, desde las 20:30, celebrará sus 65 años de carrera (50 de ellos en Ecuador) con un concierto en el que estará acompañada por su hijo Christian Hidrobo, Juan Fernando Velasco, Paulina Tamayo, John Peter y otros en el Teatro de la Casa de la Cultura, en Quito.
Con el antecedente de haber cantado ‘Sombras’ y ‘Lamparilla’ en el programa que se transmitía en el Canal 13, de Argentina, Consuelo Vargas, pseudónimo que adoptó cuando pertenecía a RCA Víctor, tuvo la oportunidad de visitar Ecuador mientras llevaba unas tres semanas de gira por Perú.
“Fue Jorge Fernández, un empresario argentino, quien me sugirió venir acá, al país de esos pasillos que ya había cantado. Para entonces estaba enamorada de esa música. Lo que no sabía era que en Ecuador me iba a enamorar, pero de un hombre: Homero Hidrobo. Él cantaba en el trío Los Brillantes junto a Héctor Jaramillo y la hace poco fallecida Olga Gutiérrez. El amor fue a primera vista. De hecho, él dejó ese trío para formar Los Reales”, recuerda la cantante, quien nació como Amelia Berta Martín el 24 de agosto de 1935 en Huanguelén, un pueblo del que ella dice que durante su infancia no había acceso para estudiar.
“Cuando tenía 4 años mis padres me llevaron a Buenos Aires para estudiar en la escuela de monjas Misericordia. Desde entonces ya sentía inclinación por el canto. Lo del nombre artístico es porque me lo sugirieron cuando estaba en el Club del Clan y RCA Víctor. Era costumbre que los artistas usaran un pseudónimo. Ninguno se presentaba con su nombre verdadero. Por ejemplo, Palito Ortega se llama Ramón Bautista Ortega. Ya estaba definido que me llamarían Consuelo, pero faltaba el apellido y me estaban buscando uno compuesto y pomposo como ‘Del Soto’ o algo así. A mí no me gustaba eso. Prefería algo sencillo. Por eso les dije que sea Vargas. Cuando llegué a Ecuador no imaginé que acá ese apellido es común y creo que eso me ayudó a identificarme más con la gente”, rememora la intérprete que debutó en Ecuador hace medio siglo durante la feria de Caraguay en Guayaquil.
“Ahí compartí el escenario con artistas como los mexicanos Antonio Aguilar y ‘Resortes’, el chileno Antonio Prieto y otros”, sostiene Consuelo, quien actualmente reside en Quito y fue comadre del fallecido humorista ambateño Ernesto Albán.
Conocida por canciones como ‘Soledad sin ti (1966), Consuelo Vargas ha grabado más de 20 discos de vinil y una docena de compactos con Los Reales, trío que alguna vez tocó en el Madison Square Garden de Nueva York y ha sufrido varios cambios, incluso fue un dúo por breve tiempo.
Aún así ella ha mantenido a flote el grupo, ahora acompañada por Luis Gallegos y José Antonio Baquero, quienes podrían ser sus nietos porque no sobrepasan los 30 años.
“Cuando murió mi Homerito en 1979 fue un golpe muy duro para mí. Muchos pensaron que Los Reales terminarían ahí. Pasaron Joel Sánchez y Eduardo Erazo”, relata la casi octogenaria cantante, quien durante poco más de un lustro ha sufrido varios quebrantos en su salud, incluido un cáncer de seno que le fue detectado en 2009 y superó en 2013, aunque igual se mantiene en constantes chequeos.
“Lo peor del cáncer fue la quimioterapia. Me desgastaba mucho. Una vez canté luego de haberme sometido a una y sufrí un desbalance en el escenario. Tuve que pedir disculpas. Muchas veces ensayaba desde mi cama, me recostaba sobre el espaldar y decía que ya estaba lista. Antes de eso me había caído dos veces de las escaleras en mi casa. Me fracturé la cadera y una pierna. Luego me detectaron los tumores en el seno. En febrero sufrí un infarto, pero salí bien librada. Yo estoy convencida de que el canto es mi cura”, asegura la cantante, quien conserva intacta su voz y tiene una entrañable amistad con Juan Fernando Velasco, con quien grabó ‘Alfonsina y el mar’.
“No paro de autocapacitarme. Siempre he sido lírica, pero los años pasan y sé hasta qué tonos puedo llegar. Tengo calibrada la voz. Siempre he tenido mucha voluntad para cantar. Me gusta transmitir lo que canto. Y esta actividad que tanto amo es la que me tiene viva. Si uno se deja vencer, muere. Para mí el canto me hace olvidar de cualquier enfermedad, incluso del cáncer”, sentencia la argentina que cambió los tangos por el pasillo ecuatoriano y que hoy está de fiesta. (I)