Ángela Peñaherrera siempre ha estado vinculada con el arte, a través de su familia
Ángela Peñaherrera no es de aquellas chicas a las que le gusta figurar. De hecho, prefiere mantenerse en perfil bajo, y eso que hasta mayo pasado fue la guitarrista del grupo The Cassettes que ella mismo creó hace seis años con la ayuda de Aurelio, su hermano menor que ahora tiene 21 años.
En The Cassettes, banda que durante su última etapa solo tuvo integrantes mujeres, prefería eludir las entrevistas y que el resto hablara. En el escenario dejaba que su larga cabellera negra cubriera parte de su rostro, aunque a ratos dejaba mostrar su lado salvaje y llamaba la atención con sus solos sencillos de guitarra, pero a la vez pegadizos.
Durante las últimas semanas la historia ha cambiado. Ya no puede eludir las entrevistas personales porque ahora es Paula, una de los nueve protagonistas del filme ‘Sin otoño, sin primavera’, que el cineasta guayaquileño Iván Mora estrenará mañana en las salas de cine locales.
Cuenta que hace un par de años no estaba en sus planes estelarizar un filme. En 2009 había acudido a una de varias audiciones para comerciales. En una de esas conoció a David Miranda, quien estuvo encargado del casting para ‘Sin otoño, sin primavera’, aunque ella no tenía idea que era para esa cinta. Fueron dos audiciones: la inicial en el ITV y la otra en la casa de los padres del director, en Urdesa Norte.
“En la primera me hicieron preguntas personales sobre mis experiencias de vida. Yo ni siquiera sabía de qué se trataba. Nueve meses después me llamaron. Ya hasta me había olvidado del primer casting, no pensé que llamarían por segunda vez. Ahí Arturo Yépez, uno de los productores de la película, me pidió que improvisara una situación cualquiera. Ellos querían ver cómo reaccionaba en determinada circunstancia. Los productores querían actores naturales”, recuerda la ahora intérprete, quien nació el 16 de julio de hace 27 años, en Guayaquil, como Ángela Isadora Peñaherrera Jácome.
Según la también hija del fotomuralista Fabián Peñaherrera, desde la primera audición ya la tenían en la mira para encarnar a Paula, una muchacha que quiere saber lo que es la felicidad, a través de lo que le graba a otras personas.
De Paula, dice, que se identifica con su personalidad reservada. Incluso, rememora que al inicio del rodaje se mostraba muy introvertida con Enzo Macchiavello, su co protagonista e intérprete de Lucas.
Para Ángela esa postura suya fue clave y más bien fue lo que generó la química natural entre ambos. Lo curioso es que ella no lo conocía, pese a que Enzo es hermano de Aldo Macchiavello, baterista de Niñosaurios y otras bandas ‘underground’ de la ciudad, y con quien se topó posiblemente en algunas tocadas cuando ella integraba a The Cassettes. Fueron seis semanas de rodaje. Sostiene que le impresionó ver el trabajo de hormiga de todo el equipo de producción “como una máquina aceitada”.
Agradece a sus jefes, en la productora Fraschini & Heller, que le dieron los permisos necesarios para la filmación. Allí Ángela se encarga de producir proyectos para la televisión educativa, entre ellos ‘Aprendamos’. Esa función la combina con el último semestre en la carrera de producción audiovisual.
“Siempre tengo mucho que hacer. Ya estoy acostumbrada. Lo mismo pasaba cuando estaba en The Cassettes”, refiere ante el hecho de cuánto ha cambiado su habitual rutina desde que rodó la película. Y tiene razón. Es hiperactiva. Antes de dialogar con este medio, llegaba a las cuatro de la tarde de su trabajo. Subió al apartamento en el que vive, frente al Malecón, charló y pocos minutos después se marchó a la universidad.
Su ritmo activo viene desde la niñez y de forma nómada. A los 11 años viajó con su familia a Pifo, valle de Tumbaco, en la provincia de Pichincha. En ese sitio permaneció cinco años en los que desarrolló mucha identidad y personalidad autónoma. Fue la época en que conoció los secretos de la fotografía con la guía de su padre y a través de los revelados a la antigua, con cubetas llenas de químicos y en cuartos oscuros.
Lo musical también vino de él. “Todas las mañanas despertábamos con música distinta. A mi papá le gusta de todo. Le encanta la salsa, pero la brava de La Fania All Stars. También era hippie y andaba metido con la onda Woodstock, con bandas como The Who, Eric Clapton o Jimi Hendrix. Tampoco faltaba la música clásica”, afirma Ángela, quien aprendió a tocar primero el piano a los 7 años y la guitarra a los 20. “Un poco vieja, ¿no creen?”, bromea.
“No obstante, lo que realmente me influenció fue la música de los 90, pero me cambió la vida cuando vi la portada de un disco de Ramones en el carro de mi primo. Yo tenía unos 18 años y vivía entonces en Estados Unidos. No tenía idea de qué era Ramones, pues allá estudiaba en Torrance, California, y era una completa ‘nerd’, con lentes y todo. De hecho, aún tengo mi lado ‘nerd’, siempre he sido aplicada en los estudios. ¿Me creerían que quise estudiar medicina?”, dice.
No lo hizo. Regresó a Ecuador, pese a que tenía un novio en Torrance. Más bien le dio rienda suelta a otras pasiones como el idioma japonés, de lo que ahora apenas recuerda poco, del karate -que le permitió llegar a cinturón azul- y el dibujo. Tiene sus propios trabajos guardados en carpetas, pero no le gusta diseñar, aunque por un tiempo trabajó como asistente de su tía, la arquitecta María Elena Jácome, quien fue Directora Regional del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC).
Ahora goza de su buen momento como actriz, pero con la misma actitud de perfil bajo y sencilla, al punto de seguir trasladándose en buses o en bicicleta a donde quiera ir.