Alberto Cortez iluminó con poesía la posesión popular del Presidente
Era una tarde inusual en Guayaquil. Desde la altura de la Espol, del campus Las Peñas, se notaba la aglomeración. La masa se dirigía hasta la plataforma del Centro Cultural Simón Bolívar en un solo grupo. Eran miles, de edades distintas, de tonos de piel diversos. Familias enteras, amigos, parejas jóvenes y longevas. Algunos portaban paraguas, otros solo sus cámaras o teléfonos móviles.
El objetivo de esa enorme multitud era uno solo: acompañar al presidente de la República, Rafael Correa, en la posesión popular de su tercer mandato, un hecho inédito en la historia del Ecuador, del que fueron testigos el río Guayas y el pueblo ecuatoriano la noche del sábado 25 de mayo.
Era una fiesta popular, pero al contrario de lo que espera verse en los tipos de shows en los que no se paga una entrada para disfrutar del espectáculo, esta estuvo armonizada por el verso y la poesía del legendario cantautor Alberto Cortez, lo que le dio a la cita un esquema cultural, fino, alejado del estereotipo de la ‘biela en mano’ que proponen casi siempre los encuentros de esta índole.
Elegante, íntegro y con voz firme, pese a sus 73 años. Así se lo percibió. Llegó y el público lo abrazó con un aplauso prolongado. Él se limitó a cantar: “A mis amigos les adeudo la ternura / y las palabras de aliento y el abrazo, / el compartir con todos ellos la factura / que nos presenta la vida paso a paso…”.
Ya tiene el cuerpo cansado. Un mueble lo esperaba en el escenario y no dudó en usarlo. Se disculpó con el público y contó: “Debo sentarme porque me operé los meniscos después de un juego de fútbol con los chicos del Real Madrid…”.
A Cortez no solo le fallan las piernas. También la memoria le es ingrata cuando canta. Con una hoja de papel se ayudaba en varios de sus temas. “Lo siento, pero es la ‘vejentud’”, bromeó ante un público al que le importaba poco ese detalle. “Es Alberto, a él se le perdona todo, es un señor cantante”, comentó Pablo Zúñiga, de 63 años, quien llegó al show con su esposa, Martha García, de 55.
La presencia de Cortez en el concierto la anunció el Presidente, confeso seguidor del artista desde su época colegial. “Es mi cantautor favorito. Nunca lo pude ver en un concierto porque no tenía dinero”, contó el Mandatario, y rescató la dicha de ser ahora amigo de esa leyenda viva, al punto de que en ocasiones le envía composiciones nuevas vía correo electrónico solo para preguntarle su opinión.
Antes que el argentino arribe a la tarima, los organizadores del concierto sorprendieron al público con algo de pirotecnia. Las cámaras y los móviles que algunos previeron llevar fueron útiles en ese momento, en que más de uno disparó flashes al extremo izquierdo del escenario, donde se abrió el juego artificial por cerca de tres minutos.
Eran las 19:30. En ese momento ya habían deleitado a los asistentes las voces de Karla Kanora y la soprano Beatriz Gil. Esta última impactó al presidente Correa, quien –mostrado constantemente en primer plano en pantalla gigante- cantó cada uno de los temas que interpretó la artista.
Gil llegó al escenario con una blusa descotada verde y un pantalón negro. Arribó cuando la noche saludaba a Guayaquil y a la hora en que no entraba nadie más en la plataforma del Centro Cultural Simón Bolívar. La artista aprovechó la concurrencia para incluir en su repertorio un tributo al grupo español Mocedades, gesto que el Presidente agradeció en lo posterior.
Y si Cortez es el cantautor predilecto del Jefe de Estado, Mocedades se lleva el título de agrupación favorita en la lista de este. Durante el popurrí de Gil estuvo atento, emocionado y casi desconectado del resto del mundo.
Eso se corroboró cuando el mismo Mandatario admitió su encanto por ese detalle luego de la presentación de la soprano. “Beatriz también cantó mi tema favorito: ‘El vendedor’”, dijo sonriente, y recitó la letra de ese tema: “En la plaza vacía / Nada vendía el vendedor. / Y aunque nadie compraba / No se apagaba / Nunca su voz…”.
Un público tranquilo escuchó al Presidente, unos con banderines de Ecuador y Guayaquil levantados en las manos a manera de protocolo, otros sentados en los bordes que daban al río, pero todos atentos. Fue un encuentro en el que la poesía tuvo un espacio importante, un espacio que Cortez, el plato fuerte de la velada, aprovechó al máximo.
Con Néstor Ballesteros en un piano cuencano, elaborado por el ecuatoriano Luis Verdugo, el cantautor dejó oír temas como ‘Equipaje’ y ‘Distancia’, y se dio el tiempo para incluir en su presentación una reflexión de Buda: “Los hombres que pierden la salud para juntar dinero, y luego pierden el dinero para recuperar la salud, y por pensar ansiosamente en el futuro, olvidan el presente de tal forma que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro, viven como si nunca fuesen a morir, y mueren como si nunca hubiesen vivido...”.
Fue una hora y media de canto, de trova, de poesía. Lo despidieron con un aplauso sonoro. Él se fue con la satisfacción del deber cumplido: “Hasta siempre amigos, no me olviden, que yo no los olvidaré jamás...”.
En la etapa final, cuando las 21:00 asomaban en el concierto, el Jefe de Estado dio una agradable sorpresa musical a sus seguidores: Se adueñó del micrófono y cantó ‘No soy de aquí, ni soy de allá’, lo hizo a dúo con el canciller Ricardo Patiño, y ‘Patria’, aquel tema que popularizó en su campaña y que reza: “Patria, tierra sagrada, de honor y de hidalguía...”, muy oportuna para cerrar un espectáculo en el que imprimió una vez más su ya conocido lema: “Hasta la victoria siempre”. En ese momento se encendieron nuevamente los juegos artificiales.