El deshielo en el Ártico y los daños que deja a su paso
En 2012, Sue Natali llegó a Duvanny Yar, en Siberia, por primera vez. Como investigadora que estudiaba los efectos del deshielo del permafrost (capa del suelo permanentemente congelado) por el cambio climático, había visto fotos de este sitio muchas veces.
La rápida descongelación de esta capa del hielo en Duvanny Yar provocó un colapso masivo en el suelo, una “megadepresión”. Era como un gigantesco socavón, en mitad de la tundra siberiana. Pero nada la había preparado para ver el fenómeno en persona.
“Fue terrible, realmente terrible”, recuerda mientras hablaba desde el Centro de Investigación The Woods Hole, Massachusetts, donde es científica asociada.
“Cuando caminas ves lo que parecen troncos que sobresalen del permafrost. Pero no son troncos, son huesos de mamuts y otros animales del Pleistoceno”.
Lo que Natali describe son los efectos visibles y dramáticos de un Ártico que se calienta rápidamente. El permafrost, la capa de tierra y suelo permanentemente congelados hasta ahora, se están descongelando y revelando sus secretos ocultos.
Emisiones de metano
Junto a los fósiles del Pleistoceno hay emisiones masivas de carbono y metano, mercurio tóxico y virus de antiguas enfermedades.
El permafrost es abundante en productos orgánicos. Se estima que contiene 1.500 millones de toneladas de carbono.
“Eso es aproximadamente el doble de carbono en la atmósfera y tres veces más que el almacenado en todos los bosques del mundo”, dice Natali.
La científica explica que hay cálculos que indican que entre el 30% y el 70% del permafrost puede fundirse antes de 2100, dependiendo de la eficacia con la que respondamos al cambio climático.
“El 70% será si continuamos como hasta ahora, quemando combustibles fósiles a nuestro ritmo actual. Y la descongelación del 30% llegará si reducimos enormemente nuestras emisiones de combustibles fósiles”, destaca.
Del porcentaje que se descongele -resalta-, sea el 30% o el 70%, los microbios empezarán a descomponer el carbono encerrado en la materia orgánica.
Aumento de agua dulce
La revista National Geographic publicó que, según un nuevo estudio realizado por la revista Nature, el incremento del 30% en la desaparición de la capa superficial de hielo desde comienzos del siglo XX tiene consecuencias directas sobre el aumento del nivel del mar.
Groenlandia alberga el segundo depósito de agua dulce más grande de la Tierra, después de la Antártida. Actualmente, el 60% de las contribuciones al aumento del nivel del mar provienen del derretimiento de su capa superficial que se abre camino a través de corrientes que llegan hasta el océano.
El agua derretida de los glaciares no contribuye únicamente a elevar el mar, sino que también posee el potencial de alterar las corrientes oceánicas que, entre otras cosas, establecen un equilibrio en la repartición de las temperaturas a través del globo.
Por ejemplo, son responsables de mantener zonas con climas relativamente estables y exportar el calor de las latitudes más bajas.
Temperaturas
El invierno del Hemisferio Norte de 2018/2019 estuvo dominado por los titulares que despertó el llamado “vórtice polar”, ya que las temperaturas se desplomaron inusualmente muy al sur en América del Norte.
En la localidad South Bend, Indiana, llegó a -29 grados centígrados en enero de 2019, el doble del anterior mínimo de la ciudad, registrado en 1936.
Sin embargo, esas historias enmascaran el fenómeno contrario que se dio en el extremo norte, más allá del Círculo Polar Ártico.
Ese mismo mes se vio un promedio de 13,5 millones de kilómetros cuadrados (km2) de hielo marino en el Ártico, unos 860.000 km2 por debajo de la media registrada entre 1981 a 2010, y solo ligeramente por encima del mínimo histórico alcanzado en enero de 2018.
Es decir, el Ártico se está calentando dos veces más rápido que el resto del mundo (en parte debido a la pérdida de la reflectividad solar).
“Estamos viendo un gran aumento en el deshielo del permafrost”, confirma Emily Osborne, gerente del Programa de Investigación del Ártico, NOAA, y editora del Informe del Ártico, un estudio ambiental anual.
Otros problemas
Pero el metano y el CO2 no son las únicas cosas que se liberan del suelo cuando este se descongela.
En el verano de 2016, un grupo de pastores nómadas comenzó a enfermarse a causa de una misteriosa enfermedad. Circularon los rumores sobre la “plaga siberiana”, vista por última vez en la región en 1941.
Cuando murió un niño y 2.500 renos, se identificó la enfermedad: ántrax.
Su origen fue un cadáver de reno descongelado, víctima de un brote de ántrax hace 75 años.
El informe sobre el estado del Ártico de 2018 especula que virus de “enfermedades como la gripe española, la viruela o la gripe, que se han exterminado de la faz de la tierra, pueden estar congelados en el permafrost”.
Asimismo, el informe detalla que el mercurio también está entrando en la cadena alimenticia, debido al deshielo del permafrost.
El Ártico es el hogar de la mayor cantidad de mercurio en el planeta.
El Servicio Geológico de Estados Unidos estima que hay 1’656.000 toneladas de mercurio atrapado en el hielo polar y el permafrost. Aproximadamente el doble de la cantidad global en todos los demás suelos, océanos e incluso en la atmósfera.
Natali dice que “el mercurio a menudo se enlaza con material orgánico y los cuerpos de esos organismos no lo eliminan, por lo que se acumula de manera biológica en la red alimenticia”.
Para ella, el permafrost es casi la tormenta perfecta: hay mucho mercurio en el permafrost.
Hasta ahora se había estudiado el impacto del cambio climático sobre la extensión del hielo en el Ártico a través de observaciones satelitales que revelaban datos del deshielo desde los años 1970.
Ahora un nuevo estudio publicado en la revista Nature recrea una nueva crónica histórica más precisa desde el siglo XVII hasta la actualidad que describe el recorrido del hielo.
El trabajo titulado Nonlinear rise in Greenland runoff in response to post-industrial Arctic warming permite comprender mejor el verdadero impacto del clima sobre el Ártico.
Los resultados de esta investigación, liderada por Luke Trusel de la Universidad de Rowan, en Nueva Jersey, Estados Unidos, revelan que el aumento del deshielo comenzó a mediados de 1800, tras el inicio de la era industrial, y que la velocidad de su desaparición no ha hecho más que acelerarse, por encima de la variabilidad normal, hasta el día de hoy. (I)