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Una orquesta cambia la vida de jóvenes de la ciudad de Esmeraldas

Los niños asisten una vez a la semana a las clases de teoría musical. Lo hacen tras concluir la jornada de la escuela y según la disponibilidad del tiempo.
Los niños asisten una vez a la semana a las clases de teoría musical. Lo hacen tras concluir la jornada de la escuela y según la disponibilidad del tiempo.
Foto: cortesía de Sinfonía por la Vida
25 de diciembre de 2017 - 00:00 - Redacción Sociedad

Los niños y jóvenes de Esmeraldas, salvo el fútbol, no tienen otra distracción extracurricular a la que pueden acceder gratuitamente.

Cuando Karina Quiñónez se enteró que funcionaba la Fundación Sinfonía por la vida, donde enseñan música a menores de edad, inmediatamente inscribió a su hijo Adriano Nazareno.

Lo hizo hace casi dos años y contra la voluntad del chico. Él no quería conocer qué eran los instrumentos de percusión.

Pero la paciencia de Édison Gualotuña, director de la orquesta sinfónica, convirtió a Adriano, hoy de 14 años, en el protagonista de los conciertos. Sabe que de él también depende el éxito del equipo rítmico.

Su madre quedó impactada cuando vio la concentración total que tuvo en la primera exposición pública de la orquesta, en noviembre de este año, en Las Palmas.

“Apenas movía los ojos para ver al profesor. Lloré de  emoción”.

Al terminar, Karina consultó a su hijo sobre su habilidad. Él respondió: “Es que todos debemos estar atentos para no dañar el sonido y como el director confía en mí, yo no le puedo fallar”.

La influencia

El compromiso que genera Gualotuña con sus estudiantes permite que asistan con regularidad a la escuela musical (donde les enseñan partituras y teoría musical) y a la clase del instrumento seleccionado. “La música permite un cambio de vida por las reglas que necesitan seguir (para triunfar) y eso genera una actitud positiva en su comportamiento”, aclara Gualotuña, quien está al frente de la escuela que es financiada por entes privados.

Adriano toca el fagot y ahora tiene la compañía de sus hermanos Valentino y Natavael, quienes también ingresaron este año. Todos gozan de una beca total. Su madre no debe pagar nada mensualmente.

“Ahora que no tengo trabajo, esto es una bendición, porque veo que mis hijos mejoraron mucho”.

Un caso particular es el de Ronald González, de 12 años, que por su difícil situación económica ayuda a sus tíos a pintar casas.

Era tímido y con gran dificultad para relacionarse con los demás. Tras ingresar en la fundación se volvió más sociable, responsable y su motricidad fina mejoró.

Ahora es parte de un equipo al que considera como su familia y que siempre reconoce su desempeño con aplausos. Le fascina la música clásica y su sueño es transformarse en uno de los mejores oboísta para tocar en grandes orquestas. Diariamente se esfuerza para ser buen estudiante y músico del país. (I) et

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