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Ecuador, 16 de Enero de 2025
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El Telégrafo
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Tsue Entsa, entre seres de barro y la migración shuar

La primera impresión de quienes llegan al complejo ecoturístico shuar “Tsue Entsa” es encontrarse con la montaña y recibir la brisa con olor a tierra mojada, que al avanzar se confunde con el aroma de maduros asados, chuzos y alitas de pollo generado de varios locales dispuestos en la entrada.

“Antes pescábamos y cazábamos, pero cuando empezamos a educarnos e informarnos sobre las utilidades que podíamos darle al terreno, decidimos enfocarnos en el turismo”, contaba Marco Lequi, un nativo de 40 años, que reside y labora como guía dentro del complejo, mientras esperaba que su hermana Patricia termine de prepararle su comida.

Lequi recordó la historia que desde pequeño escuchó de su madre sobre la llegada de su etnia a ese sector, un relato transmitido por los bisabuelos de sus abuelos y que desde entonces ha sido compartido en la comunidad.

01-04-13-sociedad-shuar-cabaniasLa leyenda cuenta que en 1820 el líder shuar Yakum llegó a la Costa, junto a sus dos hijos, Nase y Etsa, huyendo de las disputas entre comunidades del Oriente por mujeres o por tierras. Aunque Inicialmente Yakum llegó al caserío de Guayaquil, después de varios meses de viaje  se asentó en Changuil y luego en Balao Chico -un punto geográfico minúsculo al que se llega por un sendero de tierra escondido entre el campo- cerca del cantón Naranjal.

Cuando este antecesor se estableció en la zona, regresó a la Amazonía para recoger a sus 6 esposas e invitar a quienes quisieran dedicarse a la minería en el Litoral. “Los shuaras vivieron cerca de 100 años en Changuil (cerca del cantón El Triunfo) hasta que empezaron las peleas por la legalización de las tierras. Ninguno en ese momento se interesó por obtener los documentos”.

Los hijos y sobrinos de Marco juegan con una rama de ortiga, pero dejan de hacerlo para prestar atención a la narración. “En ese tiempo los terratenientes, con el apoyo de los policías, nos mandaron a matar. Los shuaras salieron de la Amazonía por peleas y ahora nos botaban de la Costa por lo mismo. Así fue como el 80% de la comunidad retornó al Oriente, y del 20% que se quedó acá, el 15% se instaló en El Triunfo y el restante siguió en Changuil”.

El olor del humo  proveniente de las alitas de pollo, asadas al carbón, indica que  están listas. La hermana de Lequi, Rosario Patricia, sirve un plato a los visitantes y uno a su hermano antes de que continúe la narración. “Fue la generación de mis abuelos y de mis padres quienes hace casi 41 años regresaron a estas tierras, pero esta vez sí se asesoraron para reclamar lo que era nuestro”, continúa Lequi.

De pronto interrumpe su relato para atender a su madre, Ipiak Rosa, de 77 años, quien -a pesar de tener su sentido de la vista un poco deteriorado- maneja una pequeña despensa.

Mientras intercambia palabras en idioma shuar, Patricia, líder de la comunidad, retoma la conversación... “Teníamos aguas termales de forma natural y fue un compañero quien nos motivó a agruparnos para dedicarnos al turismo”, narra Patricia, mientras ventea el carbón para que los maduros se terminen de cocer.

La mujer señala que pese a desacuerdos internos y problemas que tuvieron con algunas personas que querían reclamar las tierras para ellos, lograron la jurisdicción comunitaria hace 37 años. Es  decir, dentro del grupo manejan sus propias leyes y sanciones. “En un principio tuvimos el apoyo de los estudiantes de la Universidad de Especialidades Espíritu Santo (UEES) y de voluntarios canadienses, para nuestro proyecto”, agrega Marco, reanudando su participación en la plática.

Destaca que el Ministerio de Turismo desde hace aproximadamente 5 años les ha dado varios talleres de capacitación relacionados a áreas de atención turística, como liderazgo, relaciones humanas, manejo de alimentos dentro de la cocina, atención al cliente, entrenamiento de recepcionistas; pero el curso que, según los dos hermanos, están esperando y consideran necesario, es el de idiomas, para poder ampliar su oferta con turistas de otros países.

01-04-13-sociedad-shuar-masajePatricia añade que en la comunidad antes solo habían tres casas, pero que ahora viven cerca de 90 personas entre adultos y niños. “Las aguas que bajan de la montaña, tanto la fría como la caliente, provienen del Guagua Pichincha, de Cochancay, de las piscinas de Jesús María. Así nos informaron especialistas del Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (INAMHI)”, manifiesta Lequi antes de retirarse a realizar labores agrícolas dentro de la misma comuna.

Al avanzar un poco más hacia la ladera de la montaña, el acento amazónico de un joven de aproximadamente 30 años capta la atención de los visitantes.

Edison Kitiay recibía a las personas y las guiaba hacia la entrada del complejo, que presenta una cubierta fabricada con materiales similares a los de las  chozas y construida  por ellos mismos. "Desde el 2002 hemos trabajado en turismo e hicimos los trámites para habilitar el centro hasta que este año el Ministerio de Turismo nos otorgó el certificado de ecoturismo comunitario", expresa Kitiay con una sonrisa. Él pertenece a la quinta generación de la etnia asentada en esta zona del Litoral.

Mientras los visitantes ingresan por las escalinatas del complejo, Kitiay explica que aunque viven en el sector desde hace 41 años, es desde hace 37 que tienen permiso jurídico y que el centro comunitario lleva 9 años de funcionamiento.

Kitiay muestra a los turistas 3 de las 5 hectáreas que pertenecen a los shuaras. Las personas podían divisar tres terrazas, cada una con una especie de piscina de aguas termales, ubicadas junto a la ladera de forma escalonada.

El tono turquesa y transparente del agua cambia y se vuelve más intenso de acuerdo a su temperatura, que en su punto máximo evidencia pequeñas burbujas que sugieren que está en ebullición. Pocas personas logran resistir más de 10 minutos en este estanque, pero es un atractivo para las familias que llegan al lugar y buscan meterse en él.

"Las hectáreas que usamos están destinadas al funcionamiento de las piscinas, las cabañas de construcción típica shuar que sirven como descanso en los senderos, los cultivos de guineo y cacao para nuestro consumo, y el resto es la montaña donde, con un guía nativo, se puede acceder a un grupo de cascadas naturales", comentó Kitiay. Al llegar a una cabaña en un descanso de la ladera, Edison saluda a su madre en su idioma, quien luego retoma la labor que hacía de bisutería con materiales naturales.

Cubiertos de lodo y jugando en los alrededores de las piscinas, varios niños y también adultos se divertían cerca de los chorros de agua provenientes de las mismas fuentes. Dos hombres recién bañados saludaron y preguntaron por los masajes de barro. La mamá del guía, con su lenguaje mezclado entre español y shuar, los hizo pasar uno por uno a una habitación donde les untó todo el cuerpo con la mezcla.

Un servicio así -señaló Edison Kitiay- también ofrece desde hace 9 años Alex Vásquez, conocido como ‘el hombre de las manos mágicas’, apelativo que se muestra incluso en un cartel a la entrada de su cabaña, a orillas del riachuelo en la quebrada de la montaña. “Tengo 30 años viviendo aquí. Soy oriundo de Río Verde, Esmeraldas, pero vine para trabajar como agricultor. Me quedé porque me enamoré de una shuar llamada Marcia, con la que tuve 11 hijos”.

Fue dentro de la comunidad que él se interesó por la medicina ancestral y la utilización del barro, producto de las aguas termales que contienen azufre. “Hago mi propia preparación añadiendo limón al lodo para que tenga un mejor efecto sobre la piel y el organismo, y para los masajes uso chorros a presión de agua caliente y fría. La gente sale como nueva”, dijo el terapista.

Retomando el camino a la cabaña de su madre, Kitiay saludó a su tío, uno de los más antiguos de la comunidad, Jinpiki Arturo. Edison le indicó a su tío que venía de realizar un recorrido por la cabaña de hidromasajes y terapia con barro, a lo que Jinpiki se refirió como “medicina que ayuda de verdad al cuerpo”.

Jinpiki lucía ropa occidental y sobre ella utilizaba adornos hechos con semillas, un cinto en la frente y un machete hecho de madera de chonta. “Nuestros mayores nos heredaron el conocimiento de dar masajes y éste debe ser delicado. Mi hermana aprendió a hacerlos con barro mientras yo lo hago con manteca de animales como saíno o culebra. Lo importante es usar las manos y no máquinas”, aseveró el anciano shuar.

01-04-13-sociedad-shuar-turistasEl lodo medicinal -de acuerdo a la explicación de Jinpiki- se lo coloca en todo el cuerpo, cubriéndolo de pies a cabeza para que capte todo el malestar y la enfermedad que el individuo tenga en su interior. “Hay que dejar que el barro se seque sobre la piel entre 5 y 10 minutos, para que se forme una lámina fría que obliga al cuerpo a calentarse y expulsar todas las toxinas. Antes cogía directamente la mezcla que había en la quebrada y hacía los masajes ahí mismo”, detalló el anciano, quien contó que a partir de los talleres recibidos por el personal del Ministerio de Turismo, ahora lo hace cada uno en una cabaña, y obteniendo el lodo de una piscina de barro que se ubica cerca del riachuelo.

“La primera vez que vine fue por un hermano que vive en Quito y me había comentado de esta comunidad, así que nos embarcamos en un viaje familiar y desde ahí no dejo de concurrir a este lugar paradisíaco cada vez que puedo”, es lo que contó Elizabeth Gualpa, una de las clientes más antiguas del complejo ecoturístico, al escuchar a Jinpiki dar su explicación.

Durante esos 6 años la mujer oriunda de Machala ha viajado con su esposo e hijos. La visita anterior que hicieron a esta comunidad fue hace un año y medio.
Kitiay se disculpó con los visitantes y se retiró para seguir recibiendo a los turistas.

Antes de irse puso un reggaeton a alto volumen, que se confundía con la música ancestral de los shuar, basada en percusiones y cantos. "Cuando llegué acá había animales salvajes y nunca había usado una escopeta. Le decía a mi tía que no hay que matarlos sino protegerlos. Mi tía vino a hacer de madre cuando se casó con mi padre y vinieron acá", expresó el anciano de 65 años.

Jinpiki Arturo mantiene recuerdos sobre su llegada a la comunidad cuando tenía aproximadamente 10 años, y las dificultades que tuvo para trabajar como agricultor en otras poblaciones.

“Cuando me casé, ni mi esposa ni yo conocíamos bien el castellano, pero durante una campaña de alfabetización, uno de los profesores me enseñó a escribir y hablarlo. Después pude ayudar como traductor entre mi gente y los pueblos de afuera”. Según dijo, en su tiempo todo era distinto. Si alguien trabajaba la tierra o construía una cabaña, era para beneficio de todos.

"El celo por las costumbres de mi pueblo es algo que siempre le recuerdo a los más jóvenes. No quiero que se pierdan mi etnia y mi idioma. Ahora incluso se casan con gente de afuera", suspiró con decepción.

AÚN FALTAN OBRAS Y CAPACITACIÓN PARA MANTENER IDENTIDAD

A pesar de la capacitación que han recibido por parte del Ministerio de Turismo (Mintur) para dar un mejor servicio a las personas que visitan las instalaciones del complejo Tsue Entsa, Marco Lequi y su hermana Rosario Patricia, síndica de la comunidad, coinciden en que aún falta mucho por hacer o conseguir.

“La construcción de la carretera está avanzando, pero aún no tenemos tratamiento de aguas. Sabemos ahora que no es saludable ni para nosotros ni para los turistas consumir directamente el agua del riachuelo”, aseguró Lequi.

Mientras que Patricia señaló que es necesario un colegio donde se imparta educación bilingue. “Nos falta aprender más inglés, aún las autoridades no nos confirman para cuándo estarán listos los nuevos talleres, que son cerca de 140. Además, varios representantes de nuestra comunidad aún deben hacer un intercambio de conocimientos con miembros de la comuna Agua Blanca, en Manabí”, indicó la síndica.

Lequi también resaltó que es importante que las autoridades les ayuden a no perder su identidad. Tsue Entsa es una de las tres comunidades situadas en la Costa; las otras dos son la Comunidad Tiwira, de Bucay, y  la Comunidad Tiwi, en Changuil.

Las tres forman parte de la Asociación Regional de la Nacionalidad Shuar de la Costa Ecuatoriana (Arnushko), mientras que en la Amazonía están reconocidos alrededor de 170 grupos de esta etnia.

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