Tres intérpretes transmiten los mensajes de personas sordas a la sociedad ecuatoriana
Hoy 200 intérpretes de la lengua de señas (de Guayas, Tungurahua, Azuay, Loja, Santo Domingo, Manabí y El Oro) conmemoran su día con una cena en Guayaquil.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) decretó al 30 de septiembre como el Día del Traductor.
En Ecuador hay 53.079 personas con discapacidad auditiva, según el Consejo Nacional para la Igualdad de Discapacidades (Conadis). Y en el mundo -de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud- 360 millones viven con este impedimento.
Yajaira Escudero, presidenta de la Asociación Nacional de Intérpretes y guías de lengua de señas ecuatoriana (Anilsec), explicó que es el primer encuentro que reunirá a personas que se dedican a esta labor. Ella hace 10 años traduce cadenas e informes presidenciales.
La entidad, que organiza la actividad y se constituyó hace cinco años, la integran 70 socios de las 180 personas que ejercen la labor.
Ella, hija de padres sordos, asegura que es una decisión de vida (ella lo hace desde la adolescencia). Destaca los avances, pero expresa que se necesita el reconocimiento de la lengua de señas como idioma oficial de las personas sordas a nivel constitucional; una carrera técnica que permita la profesionalización y la categorización de su quehacer.
“Hemos tenido acercamientos con la Senescyt pero no hay nada definido. En la actualidad hacemos nuestro trabajo, ya sea en el sector público o privado, pero nos contratan en otros cargos. Esto perjudica nuestros derechos”. (I)
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Édgar viera, 34 años
“La primera vez que ‘dije’ papá y mamá lo hice con las manos”
Édgar Viera, de 34 años de edad, es hijo oyente de padres sordos (Hopas). Al crecer, a diferencia de otros menores, la lengua de señas fue su primer idioma y después aprendió el español. “La primera vez que dije mamá y papá lo hice con las manos”.
Desde su niñez ha sido el intérprete de todas las expresiones que sus progenitores, con esta discapacidad, no pueden decir verbalmente.
Édgar traduce noticias, películas y novelas. Además los acompaña al mercado, viajes, bancos y cuando eran sus representantes en la escuela y colegio. “Mi hermana Eliana (30 años) y yo nos convertirnos en los luchadores de sus derechos y protectores de nuestros padres, tratamos de defenderlos para que no sufran discriminación”.
Recuerda una ocasión en la que su progenitor Fernando Viera (ex presidente de la Federación de Sordos del Ecuador y actual vicepresidente de la Asociación comunitaria de Guayaquil) compró un celular en un local comercial. “Él preguntó si vibraba cuando recibía mensajes, pero lo engañaron. Lo acompañé a reclamar y todo lo que él me decía en señas, incluso hasta malas palabras, lo expuse. Un buen intérprete no omite nada porque nosotros somos la voz de ellos”.
Hace un año no solo traduce lo que necesita manifestar su progenitor, sino que mantiene informada a la comunidad con problemas auditivos de lo que acontece en el país a través del Noticiero de TC Televisión. “Empecé reemplazando a mi hermana, que lleva allí tres años. Ahora reposa por su embarazo”.
Al terminar el colegio empezó su preparación como intérprete de señas. Tomó cursos y seminarios en las Asociaciones de Sordos, avalados por la Federación del Ecuador.
“Además de estudiar el idioma, estoy en contacto con la comunidad, porque uno aprende a diario, la lengua evoluciona. Son diferentes a las expresiones que se usan en Guayaquil, Cuenca, Quito y además cada país tiene sus propios códigos”.
Eso lo comprobó el año pasado en el sudamericano para personas con discapacidad. “Fui intérprete de la ciudad, pero conocí a un joven sordo brasileño que enfermó. No entendía el portugués ni lo que intentaba comunicar. Tuve que esforzarme mucho para ayudarlo”.
Para Édgar la importancia del lenguaje con gestos lo llevó a enseñarle a su hija de tres años lo básico. “Hace poco ella pudo felicitar, con sus manos, a su abuelita por el cumpleaños”. (I)
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Giovanna Ricaurte, 29 años
“He enseñado catecismo en la iglesia y formo a niños sordos”
Giovanna Ricaurte no tiene familiares sordos pero desde su adolescencia domina los códigos.
La intérprete, de 29 años, recuerda que a los ocho, mientras compraba ropa interior en el centro de Guayaquil vio que una pareja de sordos quería comprar un sostén y la vendedora no entendía. “Le dije a mi mami que quería aprender a interactuar con ellos para ayudarlos, pero en esos años no existían cursos”.
Sin embargo, Giovanna fue persistente y aprendió dentro de una iglesia.
Allí conoció a jóvenes sordos que acudían a un grupo católico que ella integraba (Misión Católica mi corazón te escucha). “En las misas especiales para ellos me fijé en las señas y en los movimientos que hacía con la boca el intérprete y memoricé las palabras de los curas”.
Su autopreparación tomó tres meses y le permitió repetir las misas, excepto las homilías y la oración padre nuestro.
Luego a Giovanna le propusieron convertirse en la catequista de los niños sordos que harían la primera comunión y confirmación. Durante cinco años se desempeñó como voluntaria en el templo.
Desde entonces su vínculo empezó, pero sabía que debía preparase, por lo que tomó seminarios para obtener su certificación de intérprete. En la actualidad está en proceso.
Después de terminar el colegio se graduó como diseñadora de Interiores en la universidad.
En 2015 la llamaron de la productora Adum Film para hacer un casting y protagonizar el programa educativo EnSeñas, en el que ella relata cuentos y canciones para los sordos.
El espacio es finalista en Japón en los Japan Prize como mejor programa infantil del mundo.
Y hace un año trabaja como profesora del Centro Municipal de Audición y Lenguaje en la que da clases a estudiantes sordos. “La docencia es algo que me interesó toda la vida. Para mí esta profesión me llena porque a diario me cuentan sus sueños. Es una de mis mayores recompensas”.
La comunidad sorda -agrega- debe dejar de ser subestimada ya que es capaz de todo. “Ellos son excelentes deportistas. En mis clases tengo a chicos que han viajado a Turquía a representar al país en competencias de atletismo y otras disciplinas. Son inteligentes y muy felices”.
Por otro lado, ella aconseja más compromiso de los padres de niños sordos. “Cuando converso con ellos me dicen que desean que los progenitores se interesen por aprender la lengua para conversar”. (I)
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Fátima Cunalema, 26 años
“Uno no puede hacer este trabajo si no conoce su cultura”
Hace siete años Fátima Cunalema se convirtió en madre de Elías, quien tiene síndrome de Down.
La experiencia con su hijo le permitió entender la importancia de la inclusión en la sociedad de los grupos con discapacidad.
Hace tres años decidió aprender a comunicarse a través de la lengua de señas. “Me percaté de que había muchas personas que no escuchaban y que necesitaban expresarse y empecé a trabajar de manera voluntaria”.
Hace una semana participó en una caminata del colectivo con discapacidad en Ambato, pues “uno no puede ser intérprete, si no conoce su cultura”.
El primero de su familia en aprenderlo fue su vástago, a quien le enseñó a decir mamá, papá y I love you.
Fátima llevó el idioma a las aulas del colegio Agustín Vera Loor, donde trabajaba como profesora de educación para la ciudadanía y razonamiento.
Ella cuenta que cuando ingresó a la institución, en el segundo día de clases, enseñó a los estudiantes de primero, segundo y tercero de bachillerato que no son sordos. Impartió el abecedario, los números y los saludos (¿cómo estás?)
“Le dije al rector que sí podían aplicarlo, él no se negó, al contrario, me felicitó”. En la unidad, donde laboran 20 docentes, es la única que conoce de esta lengua.
Con la aprobación de la autoridad, una vez a la semana dicta las clases como algo recreativo.
“Hay estudiantes que me dicen que por su casa viven personas sordas o que conocen de familiares con la discapacidad. Para ellos es emocionante aprender”.
La joven madre espera que en unos años todos los planteles cuenten con catedráticos que sepan ese sistema.
Ella propone que en el país se oferte la carrera de intérprete de señas y que se mejore el sueldo de estos expertos. “Es necesario, porque esto permitirá que nuestra labor sea más valorada. El pago que recibo por mi trabajo es de $ 15 a $ 20 por hora”.
Fátima hizo cursos en la Asociación de Sordos de Guayaquil y tiene certificación del Secap para desempeñarse en este oficio. Hace un mes participó en un taller que dictó el encantador de gatos Jackson Galaxy. También aparece en un comercial de una marca de shampoo.
Fátima considera que por medio de su labor apoya al colectivo de atención prioritaria. “Quiero que ellos se sientan capaces de comunicarse, sin sentirse excluidos”. (I)