La nueva normalidad afecta al trabajo y las relaciones sociales
Mariana Jiménez, recepcionista en una clínica odontológica en el sur de Quito, desde el 4 de mayo vive la nueva normalidad después de dos meses en aislamiento social a causa del covid-19.
Las actividades laborales en su lugar de trabajo no cambiaron, pero sí los protocolos de limpieza que debía manejar.
Previamente a salir de su casa, debe usar ropa que cubra toda su piel. Recoge su cabello totalmente y usa una mascarilla para proteger su boca y nariz.
Sobre sus anteojos ubica gafas transparentes que cubran totalmente sus ojos, usa un gorro y guantes, además de una máscara facial que le llega hasta el cuello; y sobre sus prendas de vestir utiliza un traje de bioseguridad antifluidos que lleva una capucha.
Su principal preocupación se centra en que ningún espacio de piel pueda quedar descubierto. “Al llegar a la oficina, ocupo otros guantes y otra máscara; el resto del día me quedo con los mismos implementos”, explica la mujer de 28 años.
“La vida cambió totalmente”, dice Carmen Romero, madre de familia, antes de salir a realizar sus compras quincenales.
“En las afueras de los centros de abasto puedes ver líneas o círculos de colores. La nueva norma es mantener la distancia”.
Después de la pandemia, la prioridad de cuidados será para las personas de la tercera edad, así como para los más pequeños de los hogares. Pero también para las personas con discapacidad, con afecciones pulmonares o enfermedades crónicas, mujeres embarazadas y aquellas que tengan a cargo adultos mayores con enfermedades crónicas. Así lo estipuló el Comité de Operaciones Emergentes (COE).
No solo los cuidados y las medidas de higiene llegaron para quedarse, sino también la dinámica de socialización y de trabajo.
Según Mónica Villavicencio, trabajadora social, el impacto de la pandemia provocó dar cabida al teletrabajo. “Los empleadores se dieron cuenta de que el trabajo remoto o desde casa no es deficiente, por el contrario, se puede aprovechar aún más de las capacidades laborales de los empleados”.
Para esta trabajadora social, esta modalidad de empleo llegó para quedarse y permite que las corporaciones ahorren en recursos que son usados cuando los trabajadores se mantienen en las instalaciones.
Las formas de socialización también sufrirán cambios. Según el COE Nacional, aunque los cantones pasen a semáforo verde, el funcionamiento de los locales comerciales tendrá que ser con el 50% de su aforo. En el caso de semáforo de emergencia en amarillo, sería con el 30%.
José Humberto Alemán, dueño de la cafetería Kubia, empieza a tomar precauciones para la nueva normalidad. “Tendremos que disminuir el número de mesas y sillas, además de mantener a un empleado en la puerta para que no permita el ingreso de más personas”. (I)