San Pedro, el cactus sagrado de los ancestros de Sudamérica
El San Pedro, un cactus alucinógeno natural conocido por sus propiedades medicinales, en palabras de los curanderos, era utilizado desde tiempos ancestrales en los ritos de los chamanes para contactar con su esencia o espíritu.
Tepank Sigualt, psicóloga clínica, bebió San Pedro por primera vez en 2002 y desde entonces estudia los efectos de esta denominada “planta maestra” que, señala, es una herencia de los conocimientos de los antepasados.
“En la antigüedad, los sabios yachak conocían si necesitabas un consejo o ayuda, entonces te ibas con ellos a un ritual”, explicó Sigualt.
Enfatizó que es muy importante que la persona que dirige la ceremonia sea preparada y tenga ética profesional.
El cactus San Pedro es originario de Perú. En Ecuador también se lo conoce como “gigantón”.
El San Pedro, también conocido como wachuma o aguacolla, es el protagonista de ritos chamánicos en los que el yachak y sus invitados beben este brebaje que consiste en el cactus hervido durante horas.
Sigualt, que en lengua náhuatl (azteca) significa Mujer de Piedra, manifiesta que al beber el San Pedro se abre el corazón y se experimentan sentimientos y percepciones que conducen a un estado de “conciencia ampliada”, que lleva a recibir información para luego trasladarla a la vida cotidiana, en la parte que se necesita un proceso terapéutico.
“Te ofrece una experiencia sanadora porque te permite caminar sobre la vida con otra seguridad”, indicó.
Los efectos dependerán de la cantidad ingerida y pueden durar hasta entre siete u ocho horas, tiempo en el que las personas tienen que estar bajo el cuidado del guía del ritual.
Su uso desde 1.200 a.C
Según un estudio de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos del Perú, el “ritual de San Pedro” data de la América antigua, desde antes de la conquista y se practicaba en fiestas del calendario ceremonial.
Además, estudios arqueológicos hallaron evidencias de su uso, que se remonta a la cultura Chavín del Antiguo Perú, que se desarrolló del año 1.200 a.C. al 200 a.C.
En Perú y Bolivia era considerada una planta sagrada para los rituales en los que los sacerdotes eran los encargados de acompañar a la gente; era una forma, además de las danzas y la música de tambores, en la que podían contactarse con su mundo interior.
El mundo alucinógeno
El San Pedro, al igual que la Ayahuasca (liana de los cielos en kichwa), tiene un efecto alucinógeno, pero su resultado es diferente.
Según Sigualt “al beber el San Pedro la persona puede efectuar caminatas, mientras que con la ayahuasca no, porque su efecto es más intenso. Estas plantas maestras activan el lóbulo frontal del cerebro, que es donde se producen las experiencias espirituales”.
Sigualt, quien estudia también Antropología, señala que el propósito de la toma no es lo psicodélico ni las visiones, sino que se trata de “sanar dolores emocionales”.
El uso de San Pedro tiene una larga tradición en la medicina tradicional andina. Su uso se remonta a la cultura Chavín, según estudios.
Las variaciones del cactus se encuentran en Ecuador, Perú, Bolivia y México y sus propiedades curativas pueden ser apreciadas de forma natural.
La planta andina crece en zonas frías, por encima de los 1.000 y hasta los 3.000 metros sobre el nivel del mar.
Esta planta era utilizada por los nativos en las festividades religiosas. Posee gran cantidad de alcaloides, especialmente mescalina, similar en estructura molecular al neurotransmisor dopamina.
En ciertas regiones de Perú aún la utilizan.
Tepank Sigualt, quien tiene 20 años de experiencia en su formación como psicoterapeuta, resalta que “el chamán debe saber a quién le puede dar el San Pedro”.
Subrayó que se debe tener especial cuidado con las personas que tienen afecciones cardíacas o trastornos mentales. Ella lamenta que actualmente la toma del San Pedro o la ayahuasca sea vista como una “moda” y recomienda no comprar estas “plantas maestras” a través de internet porque no son de uso común y “las personas no están preparadas para tener esa experiencia”, pues no tienen los conocimientos necesarios.
Para participar en estos rituales no hay fechas recomendadas ni días específicos.
“Se recomienda hacerlo cuando se siente esa necesidad, cuando algo te abruma y no puedes con ello, por las circunstancias que atravieses, porque eso te permite abrir la mente y pensar diferente”, concluyó. (I)