Privados de libertad, pero asilados en el abrazo del arte
La escandalosa sirena no lograba opacar las voces de Jorge Villa y tres de sus compañeros. Desde los últimos asientos del bus en el que tradicionalmente se moviliza a los detenidos hacia las audiencias, ellos cantaban… “Oiga, señora ley. Mire, señora ley. Atienda, señora ley…”, entonces uno de ellos decía... “¡Mi gente!”, y todos respondían cantando más alto “Señora Ley”, concluyendo así el coro de la conocida salsa de Tito Nieves.
Jorge, de cabello ondulado, era despeinado por el viento que se colaba entre los barrotes de las ventanas del autobús. De un lado, rejas y vidrios oscuros, y del otro, adustos integrantes del Grupo Especial Alfa (GEA), responsables (junto con la Policía Nacional) del operativo de traslado –que incluía personal motorizado y hombres armados- de cerca de 50 personas privadas de libertad, desde la Penitenciaría del Litoral hacia el auditorio del MAAC Cine, donde asistirían al “Gran Festival Cultural”, organizado por el Ministerio de Justicia, en el que habría números musicales y varias presentaciones artísticas.
Allí, Jorge y su grupo de teatro “Uni2 x la libertad” tendrían una participación especial: la presentación de la película “Tentación”, un mediometraje conceptualizado, guionizado, actuado y producido completamente por ellos, dentro del centro de reclusión. “Vamos muchachos, vamos a hacer el paso del caballito”, decía el hombre entre risas, mientras caminaba atado a otros presos e intentaba -con dificultad- imitar la coreografía del “Gangnam Style”, aupado por la posición forzada de sus manos que se mantenían en una especie de puño entrecruzado hacia adelante, “esposadas” con unas gruesas hebillas plásticas. “Hagan silencio, señores”, reprimía uno de los policías que realizaban un cerco de seguridad desde la puerta del bus hasta el ingreso al auditorio del Centro Cultural Simón Bolívar.
En el vehículo, así como en la entrada del teatro, la excesiva -y hasta cierto punto, innecesaria- presencia de efectivos policiales y de seguridad sería la tónica antes y durante el evento. “Acá parece que hay más policías que personas privadas de libertad...”, comentaba María Belén Chérrez, coordinadora Zonal de Ministerio de Justicia, al ingresar al auditorio y verlo colmado de uniformados.
“Señores, si quieren rodeen todos estos asientos de policías, pero ya sáquenles las esposas”, intervenía la organizadora ante las quejas de los detenidos, que habían permanecido más de una hora con sus manos inmovilizadas.
“This is abuse!”, decía un detenido extranjero, de unos 50 años. Lleno de indignación, complementaba su frase con varios insultos en inglés, al tiempo que mostraba las pequeñas heridas que el plástico le había causado a sus muñecas.
“Nosotros hemos hecho méritos para poder salir. Estamos de acuerdo con las medidas de seguridad pero no así al extremo”, decía Villa, de 31 años, cuando ya estuvo dentro del auditorio. Él cumple una condena de cinco años por robo, de la que ha transcurrido menos de la mitad.
En la película encarna al diablo y en la vida real es un aprendiz de teatro, que ha descubierto su vocación en la Penitenciaría del Litoral. Es reincidente. “Esta vez ha sido distinto, como un despertar. Han pasado cosas que han trastocado mi vida, como afrontar la muerte de mi mamá. Tenía los permisos, pero no la custodia y no pude estar con ella”, afirma con tristeza.
"Nos han traído como atado de cangrejo”, agrega Douglas Matamoros, director, guionista y libretista de “Tentación”, además del protagonista. Él encarna a “Guillermo”, un hombre casado al que se le aparece el demonio en sus sueños con una oferta seductora de bellas mujeres y una vida de libertinaje.
“La película tiene tintes cristianos y un mensaje final. Yo fui pastor evangélico durante 7 años”, dice Douglas, algo que se evidencia por su forma de hablar firme, con voz sonora y vocalizando cada palabra, sin temor al público.
Tiene 3 años y un mes de estar “adentro”, una etapa de su vida que ha preferido sobrellevarla solo... “En todo el tiempo que he estado preso, es la primera vez que veo en persona a mi madre”, dice luego de la presentación de la película, micrófono en mano, dominando el escenario. “Nuestras familias están aquí y no nos podemos acercar. Nos hemos visto de lejos no más y no nos dan la oportunidad ni de saludarlas”, agrega después, durante la breve entrevista.
El grupo de teatro destaca el apoyo de las autoridades del centro de rehabilitación, así como su iniciativa para realizar actividades como estas. Dicen que esto es parte de una muestra, una evidencia... “Cuando se quiere, uno puede rehabilitarse”, expresaban emocionados.
Pero antes de las palabras, vino la proyección del filme: Con las luces apagadas surgían las carcajadas cómplices al verse en la pantalla. “Shhhhhtt”, musitaban los policías, reprimiendo la poca libertad que se animaban a sentir, riendo.