Las organizaciones animalistas instan a que se reforme las ordenanzas para regular la tenencia de mascotas
Pepe José es el ejemplo de cuánto puede hacer la comunidad por los animales (Galería)
En una empinada calle del barrio San Blas todos conocen a Pepe José. Saben algo de su temperamento, sus hábitos alimenticios, sus preferencias, aunque la mayoría de vecinos no tenga la menor idea de cómo llegó hasta ahí. Camina con prosa exhibiendo una pequeña mancha de pelo blanco en su lomo y otra sobre su frente. Sus ojos claros destellan paz, cariño y confianza.
Pese a los días lluviosos, Pepe José no ha cambiado la caminata diaria por la plaza Belmonte y El Mercado Central, centro de Quito; eso sí, siempre regresa hasta su esquina favorita en el mismo barrio.
En este punto estratégico también se levanta su habitación improvisada. Se trata de un sillón con cobijas cubierto con plástico transparente. Sobre él, un letrero dice: “Aquí duerme un perrito. Señores no retiren este mueble, aquí no verá basura ni escombros porque los vecinos cuidamos de él. En el nombre de Dios les suplico”.
Pepe José es un perro comunitario; es decir, no tiene hogar ni dueño pero es cuidado por los vecinos, quienes lo alimentan, le dan cariño y están pendientes de que la tarrina azul junto al sillón esté siempre llena de agua.
Colombia (quien prefiere omitir su apellido) lo visita 3 veces al día llevando un puñado de comida. También cuentan los vecinos que en la noche le coloca una correa y lo lleva a pasear. Ella fue quien decidió cubrir el sillón con un plástico y evitar que la lluvia moje a Pepe José. “En esta semana alguien sin corazón le robó la cobija, pero al día siguiente le puse otra. Yo siempre estoy pendiente de él porque lo quiero”, dice.
Zoila Cadena es modista y vive hace 13 años en el barrio. Comenta que es la primera vez que ve a una persona tan comprometida a cuidar a un animal que vive en la calle. Eso la pone contenta y la anima porque ella también ama a los animales. De hecho tiene 3 perros en su local, un gato y canarios, y fue quien confeccionó una camiseta para Pepe José porque temía que enferme por las constantes lluvias que han caído los últimos días en la capital.
“La señora que lo cuida decidió no ponerle la camiseta, pero la colocó en el sillón para que el perrito se abrigue. Aquí todos tratamos de cuidarlo y somos en parte responsables por él. Me da pena que esté en la calle porque es muy tranquilo, cariñoso y a nadie le hace daño”, relata conmovida.
Desde la ventana de su negocio de internet, Elizabeth Imbaquingo mira el sillón de Pepe José y, hasta ahora, le divierte ver cómo “alza el plástico con tanta inteligencia” para buscar la comodidad y caer en los brazos de Morfeo. “Es muy despierto, yo también le doy comida y le saco a mi perrita para que jueguen juntos porque es mansito”, comenta mientras desliza sus dedos sobre la nariz pelada de Pepe José.
En Quito y en el país no hay registro de cuántos animales viven en las calles. Un estudio del Municipio de Quito, hecho en 2011, estima que hay 400 mil deambulando, la mitad de estos sin hogar.
Quito sí tiene una ordenanza (la 0128) sobre la tenencia responsable de animales, pero no dice nada cuando una mascota es callejera.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que en el mundo hay entre 1.500 y 2.000 millones de canes, de todas las razas. Es decir, un perro por cada 5 habitantes en países desarrollados y 2 perros por cada 5 habitantes en países subdesarrollados.
Pamela Arcentales, miembro del colectivo Manada Quiteña, tiene a su cargo más de 10 perros a los que alimenta a diario, los esteriliza y vacuna. Como ella hay varios animalistas en esta labor.
En barrios de Chile y Argentina viven perros comunitarios como Pepé José. Por ejemplo, en el parque Forestal, en Santiago, la gente corta la parte central de las botellas de plástico, las llena de agua y comida y las coloca con alambres en las paredes bajas de los edificios para que los animales puedan beber y comer.
En Buenos Aires hay movimientos de jóvenes que recopilan las tapas plásticas de las botellas, recaudan fondos para comprar comida y alimentarlos en las paradas de buses o en los parques.
¿Por qué amar a Pepe José?
Al parecer llegó a inicios de enero a este barrio del Centro Histórico junto a una compañera peluda de 1 año de edad, quien había sido envenenada y estaba muriendo. Así lo relata Consuelo Robalino. Con su jefe Paúl Parreño la llevaron a un veterinario. Cuando regresaron, les sorprendió ver que Pepe José seguía esperando en la misma esquina. Y así lo hizo por 5 días mientras su compañera seguía en hospitalización.
Estrella, como ahora se llama la perrita, fue llevada a casa de Consuelo mientras consigue un hogar. La historia de Pepe José ganó el respeto de todos. A diario este peludo, de aproximadamente 5 años, visita Carpedm, la agencia turística donde trabaja Consuelo y Paúl, saluda a los turistas extranjeros y mueve la cola. Muchos creen que Pepe José está contento, otros vecinos esperan que alguien lo adopte.