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Pareja de la víctima ejecuta el 66% de femicidios

Pareja de la víctima ejecuta el 66% de femicidios
31 de julio de 2017 - 00:00 - Marcia Andrade

Delia M., de 54 años, conoció a quien hoy es su exesposo hace más de 20. Eran vecinos en un edificio céntrico de Guayaquil. Ella vivía en el primer piso y él en el segundo.

“El año y medio de noviazgo fue amable, sonriente, atento, comprensivo y caballero. El tipo de hombre que puede gustarnos a muchas”, recuerda la mujer, quien esconde su mirada tras gafas oscuras.

Sin embargo, la luna de miel se esfumó luego de cinco años de matrimonio. “Él administraba un negocio familiar y empezó a beber, a insultarme, amenazarme y golpearme sin motivos. Empeoró cuando le exigía respeto, porque frente a mí se paseaba con otras mujeres y las metía a la casa cuando yo salía a trabajar”.

El rostro de Delia se convirtió en el objetivo de la furia de su excónyuge. Mientras ella aprieta los labios para contener el gemido, baja las grandes gafas y deja ver en su rostro antiguas y pequeñas cicatrices. Dentro del ojo derecho, una lesión azulada perturba. “Me diagnosticaron desprendimiento de retina. Tengo casi perdida la visión por años de maltrato físico”.

La golpiza en la cual su exmarido le rompió una costilla y la mandó a un hospital, cuando empezaba su primer y único embarazo, es otra de las que guarda en la memoria.  “Gracias a Dios mi hijo nació sin problemas y hoy tiene 14 años”.

Después de vivir 15 años en ese círculo vicioso (la agresión y el arrepentimiento de él, y el perdón que ella le otorgaba para “preservar el hogar”) se separó y buscó ayuda legal y psicológica en la Fundación María Guare. La decisión le costó persecución, amenazas de muerte y todo tipo de maltrato psicológico del que hoy también tiene secuelas.

La de Delia es solo una de las miles de historias de violencia de género que engrosan las estadísticas de Ecuador y que muchas veces terminan en femicidio. En el país, una de cada seis mujeres mayores de 15 años vivió algún tipo de violencia física, sexual o patrimonial, lo que representa a más de 3 millones de ecuatorianas, según un informe del Ministerio de Justicia.

La violencia psicológica o emocional contra ellas es la más frecuente, pues el 54% afirma haber recibido prohibiciones, amenazas,  encierros, humillaciones y ofensas. El 38% asegura que fue golpeada, tironeada, herida y lastimada. El 26% fue víctima de violencia sexual y el 17% de la patrimonial (implica destrucción de sus bienes, ropa y objetos personales). En los casos el mayor porcentaje de perpetradores es la pareja o expareja de la mujer, según el reporte.

El 94% de los homicidios de mujeres es femicidio o está bajo sospechas de serlo. El 66% es cometido por sus compañeros o excompañeros sentimentales en viviendas, revela un reporte de María Guare, que hace 27 años atiende este tipo de casos.

El delito va en ascenso

Según la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestro (Dinased), del 1 de enero al 21 de junio de este año se registraron 58 femicidios en el país, la mayoría fue cometido por las exparejas. En el mismo período de 2016 ocurrieron 41. Empero, hasta el 23 de julio totalizaron 69, de los cuales 43 ya se resolvieron, confirmó el viceministro coordinador de Seguridad, Andrés de la Vega.

Los datos son parte de la violencia de género, una realidad que, según especialistas, tiene su génesis en la “cultura patriarcal”, en ese machismo arraigado en todas las esferas de la sociedad, desde donde se debe trabajar para erradicarlo.

El caso más reciente fue el de Yanira N., cuyo cuerpo fue hallado sin vida y con los brazos mutilados el pasado 21 de julio, en Quito. Su exconviviente está detenido.

¿Por qué las maltratan?

 Luis R., de 49 años, enfrenta un proceso por violencia psicológica y física contra su esposa, de quien está separado hace 10 meses. Él confesó que lo hacía convencido de que ella era de su “propiedad” y podía hacerle “lo que quisiera”.

“Era muy machista y celoso. La insultaba o le pegaba si la veía acostada sin hacer nada en la casa o si ella salía para hacer bailoterapia. No la dejaba ir a ningún lado. Lo peor es que nunca la llevé a ningún lado, ni estuve en los momentos más importantes de mis dos hijos, porque me quedaba en la calle tomando con mis amigos”, relató el hombre, quien actualmente asiste a terapias psicológicas en María Guare para corregir su conducta y “reconquistar” a su mujer.

Él tenía 24 años y laboraba en una fábrica cuando “se llevó” de la casa a su entonces novia, de 16. “Solo teníamos tres meses de relación. Fue todo tan rápido. Después de que me la llevé, no dejé que terminara el colegio porque yo quería que ella solo estuviera en la casa”, expresó.

Con la mirada esquiva, como tratando de esconder la vergüenza,  confesó que golpearla era algo “casi normal” porque fue el entorno en que él creció. “Yo tenía 10 años y veía cómo mi padre, cuando bebía,  le pegaba a mi mamá”. Sin embargo, está consciente de que aquello no es una justificación. “Yo estaba equivocado y por pensar así perdí mi hogar. Mi esposa ya no me ama y mi hija me rechaza”.

Segundo Romero, psicólogo forense del Departamento Médico Legal de la Policía, más de 25 años ha investigado esas conductas. Él aclaró que no hay un tipo específico de agresor, ni una valoración para determinar una tipología específica. No obstante, comentó que por lo general son personas que se criaron con sesgos machistas, son inestables y dependientes, incluso pueden ser de cualquier condición económica y social.

Estos individuos se vuelven peligrosos si la mujer termina esa relación. “Por eso no pueden, ni permiten que sus parejas los dejen”. El femicida planifica su acción y generalmente la ejecuta cuando ha consumido alcohol o droga, porque estas sustancias actúan como desinhibidores.  

Hace algunos años Romero trató el caso de un hombre que toda la noche y madrugada bebió frente a la casa de su exmujer. Esperó que llegara la nueva pareja de ella y que al día siguiente día saliera para entrar a acuchillarla. “Me dijo que si ella volvía a nacer, volvía a matarla. Su sastisfacción era haberla asesinado. Mire hasta dónde llega el trastorno”.

Son personas que disfrutan esas acciones. Casi tienen un trastorno de límites o de personalidad narcisista. “El entorno psicosocial está fallando. Son personas que se criaron con valores psicosociales bajos donde no había quién les ponga límites o valores”.

El Ministerio de Justicia lidera la implementación del Plan Nacional para la Erradicación de Violencia de Género hacia la Niñez, Adolescencia y Mujeres, que impulsa acciones para disminuir la problemática, mediante campañas informativas de prevención y charlas con organizaciones sociales.

La ministra Rosana Alvarado señaló que se trabaja en una Ley Orgánica que erradique la violencia de género, para no permitir que se produzcan más femicidios, ya que estos casos conmocionan a la sociedad.  Convocó a la ciudadanía para que denuncie esos ataques, pues una vez que la mujer muere lo único que queda es la sanción.

Para María Delgado, psicóloga de la Fundación María Guare, el perfil del agresor generalmente tiene comportamiento impulsivo, violento, agresivo, celoso, manipulador que por sus creencias machistas de superioridad no reconoce a la mujer como sujeto de derecho, sino como un objeto que lo siente suyo, aunque puede ser que al comienzo se presente como dulce o detallista.

“Estamos en una sociedad de cultura patriarcal, donde la relación de poder hombre-mujer es desigual. El hombre manda y la mujer se subordina a ese mandato”.

La especialista explicó que muchas veces la mujer convive con personas que no están diagnosticadas y que tienen un trastorno psicológico o clínico psiquiátrico, lo que “no significa que ese sea el origen de la violencia. Puede haber una comorbilidad”.

Es posible que la persona con creencias machistas tenga rasgos que hacen que sea más agresiva y peligrosa para la vida de la mujer.

Ese hombre no cambiará, a menos que siga un proceso psicológico de manera voluntaria. Sin embargo, el 30% asiste por su cuenta a María Guare -cuando considera que ha perdido el hogar- y el 70% va obligado por la autoridad.

“En esos casos la probabilidad de éxito es baja. Llegan agresivos y dicen que no son los del problema porque para ellos, la mujer debe obedecer. La ven como si fuera su hija y eso lo sienten, incluso,  jóvenes de 18 a 20”.

Romero considera que los agresores deben ser atendidos con psicoterapias sobre la relación de pareja para que racionalicen el problema. Para Delgado, si no cambian las estructuras de la “sociedad patriarcal” seguirán existiendo hombres machistas, como Luis, y víctimas de violencia de género, como Delia o Yanira. (I)

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