Pamela Troya: “Quienes luchamos por DDHH siempre tenemos un precio que pagar”
En 2013, Pamela Troya y Gabriela Correa se acercaron al Registro Civil en Quito para casarse. Esta solicitud les fue negada por tratarse de una pareja homosexual. Entonces empezó un recorrido de seis años que concluyó en julio de 2019, cuando la Corte Constitucional aprobó el matrimonio igualitario.
El 5 de agosto de 2019 las mujeres celebraron su unión y el 30 de septiembre se conoció su divorcio. Cansada, decepcionada por cómo se difundió esta información, Pamela Troya analiza lo sucedido. Luce una camiseta negra con el arcoíris en su pecho. Su lucha no ha terminado.
La noticia del divorcio es un parteaguas tras la reciente aprobación del matrimonio igualitario. Como activista, ¿esto qué representa?
Lo que hice es lo que tenía que hacer y no me arrepiento de haber luchado por los derechos, por dignidad, igualdad, por el reconocimiento de nuestras familias, por justicia. Sabía que sería complicado ser la primera pareja y el primer rostro. Como activista me quedo satisfecha de la coherencia con que lo hice. Me alegra que la lucha que Gabriela y yo abanderamos movilizó a todo un país.
Cuando deciden abanderarse de esta causa también abren las puertas de su vida…
Hay un componente personal que se convirtió en activista y político. Esa fue la fuerza y la legitimidad de nuestra lucha: una relación que existió durante 10 años. Convivimos como hogar durante ocho. Me casé convencida, feliz. Cuando lo hice dije que nuestra relación era a prueba de todo, sobrepasamos un Estado que nos vulneró derechos, el gobierno de Rafael Correa que nos persiguió incluso económicamente, una sociedad homofóbica y machista que aún destila odio. Nos enfrentamos a desempleos focalizados, llevo cuatro meses sin trabajo y es por mi activismo. Atravieso un momento complicado en múltiples aspectos.
¿Qué significó asumir que no era una relación “a prueba de todo” y que ‘debía darle la cara’ a un país?
Es doloroso. Estoy devastada. No quería que esto se haga público. Hace unos días escribí tuits un poco “morelios” porque atravesaba el tema del divorcio…
¿Se arrepiente de esos tuits?
No porque siempre he sido así en Twitter. He expuesto mi vida de múltiples formas.
¿Pero no se contradice la idea de mantener lo que ocurría en privado?
Hay una gran diferencia entre que yo haya dicho cuestiones que podían interpretarse y que haya dado la información abiertamente. Que se aproveche una información que di a quien consideraba mi amigo no me parece justo. A raíz de esto se sacó información que no quería que se difunda. Eso ha provocado una arremetida en redes, que las etiquetas #MatrimonioIgualitario #PamelaTroya sean tendencia, que la mayoría de mensajes sean dolorosos y se insinúe que fue un show y que recibí dinero.
¿Esto golpea al colectivo?
No quiero hablar en nombre del colectivo. Jamás me he arrogado ser lideresa ni nada. Siempre he sido clara en decir que he sido una activista o una pieza más.
Pero no era cualquier activista…
No sé. Quiero pensar que soy una activista más.
Es que no lo es, porque usted abrió las puertas para que las personas del mismo sexo puedan casarse.
Empecé. Pero si no hubieran existido las fundaciones Pakta, Equidad, el Observatorio de Derechos y Justicia (ODJ), las académicas y los académicos… Este logro no es mío. Me da satisfacción saber que porque salimos, debatimos, hay gente que salió del clóset, que pudo tener una relación y ahora puede casarse y mañana podrá divorciarse. No dejaré de hacer activismo. La razón de mi existencia es luchar por los Derechos Humanos donde la vida me ponga.
¿Sientes que este acontecimiento puede restarle peso a tu voz?
No lo sé.
¿Se lo ha cuestionado?
No me he cuestionado nada porque todavía no asimilo lo que está pasando.
Además de las críticas que saltaron en redes sociales, también hay muestras de apoyo. ¿Cómo se ha sentido?
Es importante. Cuando llega un mensaje solidarizándose, agradeciendo –lo cual tomo con cariño y afecto- es un oasis para no desmoronarme y saber que hay quienes sí valoran lo que se realizó durante estos años. Es una lucha que, a nivel personal, ha implicado mucho desgaste, a nivel económico me ha quebrado.
¿Se arrepiente de algo?
No. Finalmente se logró algo importantísimo, sin precedentes en el país y creo haber aportado un granito de arena. Eso es lo importante.
¿Ha pensado en aislarse de las redes sociales?
No sé. Twitter es una especie de compañía que ha estado conmigo muchísimos años…
Pero también es muy tóxico…
Se ha vuelto tóxico porque la gente se agarra del anonimato para romper la línea fina entre la libertad de expresión y el discurso de odio. En lo que me está pasando se puede ver el odio que la gente puede sentir.
¿En algún momento se cuestionó anteponer la causa a su vida?, ¿la posibilidad de decir “mejor no”, para que no pase lo que está pasando?
Sí, ahora más que nunca. Pero no me arrepiento. En otros países, en la lucha por el matrimonio igualitario, muchos han tenido ‘mi suerte’ porque hay demasiada presión y eso desgasta. No quie ro cuestionar la decisión de Gabriela de separarse de mí. Me hubiera gustado que me lo diga antes de casarnos, tal vez se vio presionada también… Nunca fue nuestro interés ser la primera pareja en casarse y ni la primera en divorciarse. La vida es irónica. Si estoy viva es gracias a mi sentido del humor.
¿Cuáles son las lecciones de este proceso?
La principal es que quienes luchamos por Derechos Humanos siempre tenemos un precio que pagar. Si fuera fácil, todos lo harían. Remover los cimientos de una sociedad y sacudir el status quo provoca rechazo. He tenido que pagar mi precio.
¿Cuál fue el precio?
Tener que ventilar mi vida. Enfrentarme a un Estado, a un gobierno, a una sociedad homofóbica. El aprender a no confiar, lo cual es desgarrador. De esto sacaré más fuerzas para luchar por cambiar esta sociedad.
¿Si pudiera cambiar algo de todo este proceso, qué sería?
No hubiera querido que mi relación termine en un divorcio. La parte chistosa es que desde que se publicó tengo muchas solicitudes de mujeres en Facebook, no sé cómo tomarlo (risas). La gente ha sido muy fea sobre mi físico: “cerda, gorda, asquerosa”. Es un proceso de reconstrucción a todo nivel. El divorcio te golpea.
Este es su segundo divorcio…
Sí (risas). Debo ser la primera persona en Ecuador que se casó con un hombre y se divorció; que se casó con una mujer y se divorció. Es gracioso. Sé lo que es un divorcio. (I)