Mujeres promueven el tejido de lana de alpaca
Alrededor de 100 mujeres de la parroquia Calpi de la provincia de Chimborazo mantienen viva la tradición del tejido con lana de alpaca. La transforman en vistosos ponchos, bufandas, gorros y bolsos, entre otras prendas.
Las artesanas de las comunidades Palacio Real, La Moya y Rumicruz trabajan en la crianza de los animales y aprovechamiento de la fibra. Esta actividad representa una fuente importante de ingresos en la economía familiar.
Yolanda Guamán, ataviada con la vestimenta tradicional de la nacionalidad Puruhá, explica que desde el año 2004, al menos unas 30 mujeres de cada comunidad son parte de este emprendimiento; es decir, son cerca de 100 artesanas.
“Nos ocupamos desde la crianza de las alpacas. La primera esquila (corte de lana) se hace al cumplir un año y se obtiene la “baby alpaca”;luego la fibra se cosecha cada año”, señala la dirigente comunitaria.
El vellón se lo clasifica por categorías que van de la primera a la quinta, según la esquilada. “Para confeccionar un poncho o bufanda, que son prendas que están en contacto con la piel, se utiliza la lana de primera y de segunda”. Con la tercera se elaboran gorros y con la cuarta y quinta se confeccionan maletines, shigras (bolsos) y otros accesorios.
En los páramos de Chimborazo existen dos tipos de alpacas: la Huacaya (90%), que se caracteriza por tener fibra corta y rizada; y la Suri, con un porcentaje muy bajo en el país, de extremidades fuertes cubiertas de fibra hasta las cañas (patas). La diferencia entre ambas radica en el crecimiento del pelo.
Guamán estuvo presente en la XVII edición del Festival de Artesanías de América, organizado por el Centro Interamericano de Artesanías y Artes Populares (Cidap).
En su estand hizo una demostración del hilado de la lana y dio a conocer el trabajo que realizan las mujeres de Calpi.
“Una vez cosechada la lana viene la escarmenada, que consiste en sacar la suciedad y las impurezas. Luego se hace el hilado, utilizando un sigse (tallo de planta) a manera de huso (pieza para hilar); se va torciendo, torciendo hasta obtener el hilo. Después se hace la distorsión, en el mismo huso pero al revés de lo que se hiló. Así se recupera la suavidad del hilo para el tejido”, detalla.
Las artesanas manufacturan chalinas, ponchos, guantes y prendas de vestir que conservan el tono natural de los camélidos. Pero si el cliente pide prendas de colores tiñen la lana usando plantas como lengua de vaca, eucalipto, chilca o cochinilla.
“Son 100 familias que se benefician de este trabajo”, señaló Guamán, originaria de Calpi, donde las mujeres también cuidan a sus hijos, la casa y los animales, mientras los hombres trabajan en la construcción. (I)