“Una madre adoptiva ama tanto como una de sangre”
A Susana Jensen (63 años, California, EE.UU.) la vida no le concedió hijos propios, pero le ha permitido disfrutar del amor de los dos que adoptó en suelo ecuatoriano y del que le han brindado decenas de niños que fueron sus alumnos a lo largo de su carrera como educadora.
Con un español bastante claro, pero con ciertos rasgos de su lengua extranjera, cuenta que por referencias decidió venir a Ecuador con 17 años de edad, desde su natal California (Estados Unidos). Era 1973 y luego de un año se radicó en la ciudad de Esmeraldas, para apoyar las actividades de la fe Bahai en el desarrollo comunitario, especialmente en el área de educación espiritual para los niños.
Allí conoció a James Jensen, quien había llegado dos años antes para realizar labores similares. Tiempo después decidieron unir sus vidas y tener hijos para darles ese amor filial que surgía en las enseñanzas a los niños del sector donde residían, pero nunca pudieron concebir.
Los Jensen habían decidido tenerlos y el camino era el trámite de adopción. Para Susana, lo más importante y la clave en una situación como esta es “sentir un amor maternal muy grande, aunque todavía no tenga a ese hijo. Obviamente hay el deseo, pero el sentimiento debe preceder”.
Con el paso de los años ha visto que la mayoría de las parejas cuando están pensando en tener un hijo ya sienten amor hacia ese bebé que ni siquiera han concebido aún. Incluso puede ocurrir un embarazo no planificado, pero ese amor va surgiendo.
“Tiene que existir ese amor cuando una pareja está adoptando. El motivo por el que dimos ese paso fue porque quisimos dar ese sentimiento. Entonces uno busca a ese niño, quien sea porque no se puede escoger, sino que surgen las oportunidades”.
Así fue como desde su residencia, en Esmeraldas, los Jensen viajaron a Cuenca para adoptar a Angie May y tres años después a Quito para realizar el mismo trámite legal que les permitió tener a Danny.
Susana no olvida el clic que surgió cuando vio a su niña. “Fue una sensación de ternura que se produjo de inmediato”. La misma emoción recorrió su corazón cuando tuvo consigo a su pequeño.
La crianza de sus hijos estuvo marcada por las emociones que siente cualquier madre porque está convencida de que una mamá adoptiva ama tanto como una de sangre.
“Cuando todo es nuevo hay miedo al bañarlos, a que se enfermen sin saber sus antecedentes familiares. Pero cuando el amor es incondicional todo es superable”.
Susana también recuerda esos momentos llenos de alegría y trascendentales como cuando recibió de sus hijos las primeras tarjetas por el Día de la Madre que ella atesora en su casa o la caída del primer diente. También hubo alguna reprimenda cuando los hermanitos llegaban con el gato llenos de lodo del río, pero felices. “Ellos lo pasaban tan bien. Tuvieron una linda niñez”, expresa con nostalgia.
La necesidad de una mejor educación para los chicos llevó a los Jensen a mudarse a Guayaquil en el año 2003, donde se hicieron adultos. Danny es bombero voluntario y actualmente reside en Santiago (Chile) y sirve en el templo Bahai de Sudamérica, mientras que Angie May trabaja en una tienda de ropa en esta ciudad.
Desde pequeños sus padres les explicaron que son adoptados y es algo que han sabido manejarlo cuando por algún motivo alguien les dijo que no se parecían a ellos.
“Es importante decirles a los chicos si son adoptados, ya que pueden enterarse por otras personas y se pierde la confianza. Siento que no es correcto, ni justo callar en una situación así”.
Si bien es cierto hay tantos niños que necesitan un hogar y no todas las parejas quieren adoptar, la educadora recomienda no ver este mecanismo como un favor para los chicos.
“No hay que mirarlo como una linda obra. Todo niño merece y es su derecho tener un hogar con padres que lo amen”. Por eso reitera la necesidad de que quienes vayan a adoptar tengan mucho amor que proporcionarles a sus nuevos hijos. (I)