La Banda Blanca imprime su sello en los boleros y pasillos
El objetivo principal de la Armada del Ecuador es conservar la soberanía marítima. Pero a más de eso está comprometida con los intereses y el bienestar ciudadanos.
Uno de ellos es entretener y divertir a la sociedad. Con esa premisa, la banda se conformó en 1959. Ese año la jefatura de la Armada cristalizó esa vieja aspiración de crear una banda de músicos que forme parte de la institución.
Ese anhelo se ha mantenido indeleble durante 60 años, cuenta Carlos Peñaherrera Olvera, el integrante más antiguo de la agrupación.
Así, el 1 de mayo de ese mismo año, empezaron a sonar los primeros acordes de esta agrupación a la que bautizaron como Banda Blanca por el color del uniforme que lucen sus marineros.
Empezó con nueve integrantes que fueron reclutados en la antigua Escuela de Especialidades, hoy Comando de Operaciones Navales y Primera Zona Naval.
Un momento complejo
En febrero de 1971 asumió la dirección de la agrupación el suboficial Pedro Ismael Castro Silva, de 27 años.
Un año después padeció un quebranto en su salud cuando al retornar de Quito, a donde la banda fue a tocar, sufrieron un accidente que dejó la pérdida de dos vidas.
Castro estuvo hospitalizado seis meses. Pero hasta ahora se moviliza con un bastón. En 1979 se retiró como suboficial segundo en servicio pasivo y fue designado director de la Banda.
Con la inclusión de nuevos ritmos e instrumentos más sofisticados, en noviembre de 2002 decidieron mejorar en varios aspectos como el ambiente de trabajo.
Ahora la banda posee un moderno, confortable y funcional edificio en el Cuerpo de Infantería de Marina (Av. Barcelona) que incluye sala de ensayo con sistema acústico, un cuarto de electrónica, taller de reparación de materiales de viento y percusión.
También un departamento de instrumentos, aula y sala de computación donde se realiza la programación e impresión de partituras (obras musicales).
En la agrupación algunos integrantes han tomado clases particulares para mejorar sus técnicas artísticas. Otros, en cambio, han mejorado con la ayuda del director, quien les impartió sus conocimientos acerca de la música.
“Aquí no se puede ser empírico. Estudié en el conservatorio y eso me ayudó a darle forma a la banda”, expresa con énfasis Castro.
Los ensayos empiezan a las 08:00 con la llegada del suboficial Carlos Peñaherrera.
Para él la disciplina es muy importante. “Cada integrante desde sus inicios tiene un lugar fijo en cada ensayo”.
En el interior los sonidos se esparcen por todos los rincones; 122 músicos con la disciplina, innata de los militares, hacen correcciones a los acordes. Todo con el objetivo de que sus presentaciones salgan perfectas.
Peñaherrera se desempeña como músico percusionista y vocalista de la banda. Su pasión por la música la descubrió a la edad de 6 años, cuando tocó una batería siguiendo el ritmo de una canción en su mente.
A los 18 años ingresó a la Infantería de Marina para pertenecer a la Banda Blanca.
El Julio Jaramillo naval
Una de las características de este grupo es la variedad en los géneros que interpreta. Esto les ha permitido recorrer todo el país.
Dos de ellos y por los que más elogian a la banda son el pasillo y el bolero.
Ambos son interpretados con mucha maestría y profesionalismo por Gustavo Castro, conocido como el “Julio Jaramillo de la Armada”, por la forma similar que tiene al interpretar las canciones del artista guayaquileño.
Castro cuenta que desde pequeño le gustaba escuchar a JJ, no solo por la letra de sus canciones, sino también por el efecto que creaba en él al escucharlo. “El parecido de su voz con la de Jaramillo lo llevó a ser vocalista de la banda”.
El amor por la música lo llevan en sus venas. Día a día se esfuerzan para mejorar y brindar presentaciones más afinadas. La banda no solo está conformada por hombres, cuenta también con el talento de tres mujeres que aman el canto. (I)