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En Guayaquil se prefiere el sepelio tradicional, según la Junta de Beneficencia

La Iglesia Católica prohíbe esparcir o conservar las cenizas de difuntos

La Iglesia Católica prohíbe esparcir o conservar las cenizas de difuntos
Foto: Internet
26 de octubre de 2016 - 00:00 - Redacción Sociedad

La familia de Javier Acosta hace tres años esparció las cenizas de sus padres en un estuario de la provincia de Esmeraldas.

La decisión fue tomada con sus cuatro hermanos, porque cada uno habita en diferentes provincias y consideraron que no era necesario que sus cuerpos reposen en un solo lugar para visitarlos.

Uno de los hermanos, que reside en Ambato, tomó parte de las cenizas y las llevó a un camposanto de la ciudad, pero la mayor cantidad fue distribuida en Rioverde. “El deseo de mis papás era conocer el sitio en donde construía mi casa (300 metros del estuario) y como no se pudo cumplir, debido a la situación delicada de salud en la que estaban, pensamos que el mejor lugar era aquí”, recuerda Acosta.

Pero los creyentes ya no podrán hacer esto. Un documento de la Iglesia Católica, acerca de la sepultura de los difuntos y la conservación de las cenizas en caso de cremación, prohíbe diseminar los restos cremados o conservarlos en el hogar.

El documento

La nueva instrucción Ad resurgendum cum Christo (para resurgir con Cristo) fue elaborada por la Congregación para la Doctrina de la Fe (marzo de 2016) y aprobada por el papa Francisco (15 de agosto pasado).

Según la norma,  esta práctica no debe ser contraria a la voluntad expresa o razonablemente presunta del difunto (cuando se lo haga por razones de tipo higiénicas, económicas o sociales que lleven a optar por la cremación). “La Iglesia no ve razones doctrinales para evitar esta costumbre, ya que la cremación del cadáver no toca el alma y no impide a la omnipotencia divina resucitar el cuerpo, por lo tanto no contiene la negación objetiva de la doctrina cristiana sobre la inmortalidad del alma y la resurrección del cuerpo”, aclara el documento.

Sin embargo, la Iglesia prefiere la sepultura de los cuerpos. “La cremación no está prohibida, salvo que haya sido elegida por razones contrarias a la doctrina cristiana”.

La conservación de las cenizas en el hogar queda restringida, a menos que haya circunstancias graves y excepcionales, dependiendo de las condiciones culturales locales. Los restos no pueden ser divididos entre los familiares y se debe asegurar respeto y condiciones adecuadas.

Las cenizas del difunto -reza el texto- tienen que mantenerse en un lugar sagrado, es decir, en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente.

La instrucción Ad resurgendum cum Christo indica que la conservación de las cenizas en un lugar sagrado reduce el riesgo de privar a los difuntos de la oración y del recuerdo de los familiares y de la comunidad cristiana.

Además, “evita el olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas”.

Para Acosta, si la norma se expedía antes de la muerte de sus padres  hubiera optado por la cremación y el esparcimiento de las cenizas, pues considera que pese a ser católicos debe primar el criterio de cada persona. “No pienso que por desobedecer voy a cambiar la fe, la forma de pensar o de ver las cosas”.
Tendencia

El jefe de Marketing del camposanto Parque de la Paz, Juan Carlos Rodríguez, precisa que en los últimos años las personas aceptan otras propuestas exequiales (cremación).

De su lado, Roberto Wong, jefe de Operaciones del Cementerio Patrimonial de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, expresa que aún no hay una cultura de la cremación, pues si la persona que fallece, en vida le pidió a sus familiares que lo cremen, estos no cumplen este pedido y optan por el sepelio tradicional. De 375 inhumaciones que se hacen al mes, 25 son cremaciones.

En Estados Unidos, en cambio, la tasa de cremación es 48,5%, mientras que la tasa de enterramiento el 45,4%. (I)

ANTECEDENTES

La instrucción Piam et constantem (Piadoso y coherente), del 5 de julio de 1963, aconsejó “vivamente la piadosa costumbre de sepultar el cadáver de los difuntos”.

El texto señala que la cremación no es contraria a ninguna verdad natural o sobrenatural y que no se les negarán los sacramentos y los funerales a los que habían solicitado ser cremados.

Desde entonces, se mantiene la aceptación de la cremación, siempre y cuando no obedezca a la negación de los dogmas cristianos o por odio contra la religión católica y la Iglesia.

Este cambio de la disciplina eclesiástica fue incorporado en el Código de Derecho Canónico (1983) y en el Código de Cánones de las Iglesias Orientales (1990).

Este año, la Congregación para la Doctrina de la Fe consideró conveniente una nueva instrucción para disponer la preferencia de la sepultura y dictar normas para conservar las cenizas en caso de cremación. (I)

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Personas rechazaban resurrección

La norma evitará malentendidos naturalistas

La instrucción emitida por el Vaticano señala que no será permitida la dispersión de las cenizas en el aire, en la tierra, en el agua o en cualquier otra forma para evitar cualquier malentendido “panteísta, naturalista o nihilista”.

El padre Douglas Bohórquez explica que el panteísmo es una doctrina antigua, reciclada en la filosofía moderna, que sostenía que toda la naturaleza es un Dios y que, por lo tanto, somos una pieza más de ese ser divino.

Ser naturalista, señala, va por la misma línea “al pensar que somos un elemento más de la naturaleza”. Mientras que nihilista es la filosofía de creer que luego de la muerte no ocurre nada. “Es pensar: que me echen a donde sea porque no existe un más allá”.

Según Bohórquez, en los siglos XVIII y XIX la cremación fue realizada por personas que rechazaban la resurrección y la fe católica, de esta forma se autoexcluían y la Iglesia les negaba las exequias.

Luego por razones de higiene, económicas y sociales la Iglesia aceptó estas prácticas, siempre y cuando no haya una razón contraria a la doctrina cristiana.

El párroco añade que actualmente algunas personas apoyan el esparcimiento o conservación de las cenizas en casa por desconocimiento. Acota que el cuerpo merece dignidad y buen trato. (I)

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