La ternura y simpatía de Luisa Flores cautivó a los espectadores. Con el marco de una mañana de brisa fresca y un sol que amaneció perezoso, la pequeña empezó a contar cómo el lagarto y el montubio se enfrentaron en una pelea.

La historia es parte de la tradición montubia y fue relatada con picardía y soltura por la niña, quien a sus 11 años es una digna representante de los ancestrales cuenteros, quienes mantienen vivo el arte de la narración oral.

Luisa es integrante del grupo Cerritos de Cuentos Sub 13 y por su desenvolvimiento se ganó los aplausos de los presentes, quienes estaban sentados en troncos o en el césped, formando un amplio semicírculo que delimitaba el improvisado escenario en las canchas del bosque protector Cerro Paraíso, en la ciudadela del mismo nombre, en el km 3,5 de la avenida Carlos Julio Arosemena (norte de Guayaquil).

Mientras que, la novel artista cautivaba al público, a pocos metros se vendían artesanías, se exhibían productos ecológicos, los niños montaban en bicicleta o monopatín y algunas familias recorrían el extenso espacio verde y el bosque ubicado en lo alto de la ciudadela, junto al mirador del Paraíso.

El ambiente festivo y cultural caracterizó al evento Cerro de Tradiciones, que se realizó en la ciudadela como parte de las celebraciones por la fundación de Guayaquil. Con juegos y actividades tradicionales, como los cuenteros y la elaboración de cometas, los organizadores buscaron llevar un mensaje ambiental y crear un escenario sano para  que se disfrute en familia.

Evento comunitario

“El Cerro de Tradiciones es el primer evento que hacemos a este nivel. Hemos realizado otros más pequeños, pero de esta dimensión esperamos hacerlo unas dos veces al año”, explicó la arquitecta Patricia Amores, una de las organizadoras, quien vive en la ciudadela hace más de 40 años. “Siempre he visitado el cerro, es como el patio de mi casa. Con varios vecinos lo queremos cuidar y que la gente sepa que esto tan bonito, tan natural, está aquí mismo, en la ciudad”.

Según la profesional, cada domingo un grupo de moradores del sector se reúne para limpiar las canchas  y   reforestar el sector. “Venimos con nuestros hijos y cada uno tiene sus arbolitos para cuidar. Y hacemos este tipo de actividades ecológicas”. Por eso decidieron realizar la jornada, aprovechando las fiestas julianas.

La planificación se inició hace dos meses y se pidió a las personas que tienen microempresa que se unieran para vender sus productos.

El evento fue  promocionado por
las redes sociales.
La asistencia del público fue masivaTambién promocionaron los recorridos por un sendero en el bosque protector. “El senderismo es porque desde chicos hemos andado por aquí, el camino ha estado todo el tiempo y lo que hicimos fue limpiarlo, ponerle señalética y preparar a unos compañeros para que   guíen a los visitantes”, comentó Amores, quien el día del evento recibía a los asistentes y les indicaba las diferentes actividades que podían desarrollar.

Un fuerte aplauso despidió a Luisa, la pequeña cuentera, y recibió al payaso Río, perteneciente al grupo Teatro de Artesanos Thame. Sin musitar palabra, con el rostro cubierto de maquillaje, descalzo, apoyándose en su expresión corporal y su gestualidad, el artista comenzó a interactuar con el público.

Con un lazo envuelto en forma de ovillo, el payaso Río fue de un lado a otro arrojando la cuerda hasta que, mediante un hábil juego, formó  una estrella que conectaba a quienes observaban la presentación.

Entre las risas de los espectadores sacó un peculiar instrumento: una guitarra hecha con una escoba y varias cuerdas. Con un poco de música se despidió del público, que le dio el mejor premio para un artista: sus aplausos y su cariño.  

Jaime Camacho llegó con su esposa, Johanna, y sus hijos Gabriela, de 8 años, y Roberto, de 3. Se enteraron del Cerro de Tradiciones por las redes sociales, en las cuales fue promocionado un 100%, y desde su vivienda, en la vía a Samborondón, se dirigieron al lugar para pasar una mañana diferente en familia. “Me parece excelente que se promocionen y utilicen estos espacios naturales de la ciudad”, señaló el padre de familia, quien con una cámara de video registraba los juegos de sus hijos.

Según él, “siempre venimos a Guayaquil pero nunca habíamos subido hasta acá. Es un espacio muy bonito. Y el evento me ha parecido una excelente combinación entre arte y naturaleza. La gente viniendo tranquila, sin presiones. Los niños se han divertido mucho”.

La familia invitó a la comunidad a que visite este espacio. “La gente en Guayaquil casi no sabe que la urbe tiene este tipo de lugares para estar en contacto con la naturaleza. Hay que protegerlos y darlos a conocer”, indicó Camacho.

Uno de los participantes en el festival fue Manuel Rodríguez, artesano que elabora objetos con  palma de coco. A él se lo encuentra en la comuna Montañita, de la provincia de Santa Elena, pero aceptó la invitación para ofrecer sus productos en el Cerro de Tradiciones.

Mientras doblaba las hojas para formar diversas figuras, Manuel se mostró satisfecho con el evento y consideró que deberían realizarlo a menudo.  

En el puesto que le asignaron estaba acompañado por Tracey Scully, una joven sudafricana que tiene ocho meses de voluntaria en una fundación que trabaja con niños de escasos recursos en Guayaquil. Ella   aprendía a trabajar la palma de coco. Con una sonrisa, y un español medio vacilante, afirmó que es amante de la naturaleza y que el puerto principal le ha parecido una ciudad “muy bonita”.

En el evento estuvieron presentes los grupos Ecuador Aventura (ciclismo) y Amigos del Estero. También hubo un stand de la Fundación Probosque.

Según Patricia Amores, la iniciativa fue de la propia comunidad. “Todos somos vecinos de la ciudadela. Algunos viven en el sur, pero igual vienen a ayudarnos. Somos un grupo de amigos que nos unimos para recuperar y preservar el cerro”. El grupo Cerros Vivos tiene su blog (cerrosvivos.blogspot.com) y su página en Facebook.