“Más que profesor, un buen amigo”
Él, además de su labor docente, ha dejado huellas y grandes lecciones que nunca se van a olvidar.
¿Cómo llegó a Tepeyac?
Llegué a Tepeyac a los 17 años en 1999, mediante una tía que es monjita, sor Julia Pesántez. Ella me hizo trabajar en la biblioteca, pero solo estaría un año, mientras duraba su período de religiosa. Cuando se fue, la nueva administración del colegio me propuso seguir laborando.
¿Cómo fueron sus primeros años dentro de la institución?
De mucho aprendizaje, después de dos años de estar laborando en la biblioteca, el coordinador pedagógico de Fe y Alegría me propuso dar la materia de informática, entonces empecé a prepararme en esa área.
¿Cómo llegó su vocación de ser maestro?
Cuando comencé a dar clases año a año, me fue gustando cómo compartía con los estudiantes, siempre prestaban atención. El cariño que le toman a uno como docente es importante. Me he quedado en Fe y Alegría por vocación y amor a lo que hago; también por agradecimiento porque allí yo me he formado como persona y profesional.
¿Cómo es su relación con los estudiantes?
La relación con mis estudiantes es de mucho aprecio y respeto. Me gusta que ellos siempre participen, que sientan que la clase es animada. Ellos confían mucho en mí, me piden consejos y hasta se refieren a mí como “padre”.
¿Un consejo a sus alumnos?
Que sean buenas personas, que eviten andar con gente mala y que sigan esforzándose en sus estudios para que sean personas de bien, emprendedores que puedan, en un futuro, dar trabajo a más gente porque pueden llegar a tener sus propias empresas. (I)
Milena Chuisaca, Carlos Burgos y Ana Vaca
Estudiantes