Las iniciativas de difusión de la ciencia encuentran cabida en nuevos espacios
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC´s), que han apuntalado el desarrollo en el mundo actual, posicionaron el concepto de “sociedad de la información” que inscribe a la tecnología como facilitadora de los procesos de creación, distribución y manipulación de la información, modeladora, a su vez, del comportamiento social y determinante en aspectos tan sensibles como la cultura y la economía.
Hoy, en la era informacional, con Internet como fundamento principal, el público, además, toma conciencia y participa en las decisiones sociales sobre ciencia y tecnología; por ello, la orientación para el consumo de información de carácter científico, obliga adaptar las actuales prácticas de difusión a un público que se convierte en prosumidor (productor y consumidor), o poner en práctica nuevas iniciativas de difusión.
La diversidad de audiencias y plataformas requiere que los objetivos de divulgación científica estén basados en investigaciones planificadas cuidadosamente y orientadas a la información y formación de esos públicos. Aquí juegan un papel fundamental los medios de comunicación, como replicadores de la información o generadores de noticias y, sobre todo, los entes gubernamentales, académicos e instituciones que tienen dentro de sus objetivos, tareas de investigación y difusión de los resultados a la ciudadanía, la cual en su gran mayoría es un público “no especializado”.
Matthew C. Nisbet, de la Universidad de Wisconsin (EE.UU.), propone una premisa esencial: “cualquier esfuerzo de comunicación de la ciencia necesita basarse en una comprensión empírica sistemática de los valores, conocimientos y las actitudes existentes de la audiencia objetivo, sus contextos interpersonales y sociales, sus medios preferidos, fuentes y canales de comunicación”; es decir, debemos tener un conocimiento cabal del público a quienes estará dirigido nuestro objetivo de divulgación.
Para la transmisión del conocimiento científico en nuestra era, lo importante es tomar en consideración que aquella percepción, en la que se basaban los esfuerzos comunicacionales de antaño, de que el déficit en el conocimiento público (ignorancia), era el culpable del divorcio entre la sociedad y la ciencia, ya no existe y se debe propiciar el diálogo, la confianza, las relaciones y la participación pública en relación a su entorno social y plataformas mediáticas donde interactúa.
Según Luisa Massarani, directora del Museo de la Vida (Brasil), la comunicación pública de la ciencia no solo se realiza a través de los medios, también se divulga conocimiento en los museos de ciencia. Podemos ir más allá y decir que la ciencia puede y debe ser divulgada en múltiples espacios y en conjunción con ramas como el arte, el deporte, la música, la naturaleza, entre otras; así, las actividades o experimentos donde el niño ensaya y observa por sí mismo, es una buena opción para acercarlos a la ciencia en cualquiera de los escenarios propuestos. Para los jóvenes y adultos, los festivales temáticos, exposiciones de arte y ciencia, donde los artistas, académicos e investigadores unen esfuerzos para, a través de conciertos, exhibiciones, proyecciones, charlas y talleres, compartir conocimiento científico con un público diverso, es la opción que está vigente.
En nuestro país la limitada producción nacional enfocada en la divulgación de la ciencia, la ausencia de una cobertura periodística de calidad sobre estos temas y el uso inadecuado del lenguaje para esta comunicación especializada, ahonda el desinterés del público para comprender y profundizar estos tópicos. Ahora, debido al impulso dado para la práctica científica y tecnológica local, a través del financiamiento de proyectos y programas de investigación, desarrollo e innovación tecnológica (I+D+i), se requiere de espacios donde los generadores de dicho conocimiento puedan replicar los resultados de las investigaciones realizadas, para contribuir al empoderamiento de la sociedad y su participación.
En este sentido, el auge de la publicación de resultados de investigaciones (principalmente artículos académicos), debería también llegar al común de los ciudadanos, más aún si son concebidos en el entorno local, puesto que en muchas ocasiones estos datos relevantes se consideran como insumos para la generación de la política pública, que los afecta directamente.
Romper viejos paradigmas de divulgación científica implica ser creativos; además, que los periodistas y los medios para los que trabajan se interesen en la ciencia y en sus públicos, que los científicos se acerquen a las letras y a las nuevas plataformas digitales y que quienes quieran difundir ciencia evolucionen en las formas o se sumen a las nuevas corrientes de divulgación. En cualquier caso, se debe propender al cambio entre transmitir ciencia, por dialogar ciencia, he ahí el desafío. (I)