Joven difunde la lengua kichwa a través de cursos
Los ocho meses que estuvo de vacaciones en la Amazonía le permitieron a Ingerborth Constantine Castro, entonces de 19 años, conocer de cerca a las nacionalidades Waorani, Kichwa, Shuar y Zápara.
Quedó cautivada por la “sencillez y acogida” que los grupos indígenas mostraban a los citadinos, además de sus tradiciones reflejadas en la música, la danza y la naturaleza. En ese lapso aprendió algo de kichwa, entendió la cosmovisión de esas culturas vivas y admiró hasta el misticismo que expresan al extraer los alimentos de la Pachamama (madre tierra).
De regreso a Guayaquil quiso perfeccionar la lengua ancestral, pero al no hallar un lugar que le enseñara, la estudió por su cuenta mientras investigaba otras culturas antiguas del Ecuador. Al mismo tiempo cursaba la carrera de Ingeniería en Sistemas de Calidad y Emprendimiento en una universidad local.
Aún con la indignación por la falta de lugares que enseñaran el idioma, a inicios de 2014 Ingerborth, hoy con 26 años, empezó a ofrecer cursos online con ayuda de su madre que es docente.
“Fue algo maravilloso porque empecé con 20 estudiantes”. Por su labor fue invitada a dar clases en los espacios culturales del MAAC durante dos años.
Aunque este año obtuvo su título profesional, sigue impartiendo kichwa bajo el aval de la operadora de capacitación Constantine SGC S.A. “Tengo material de otras lenguas ancestrales y hace poco dicté un taller de etnolingüística de la Costa”.
Las clases presenciales se enfocan en la parte gramática; la práctica son las tareas asignadas al alumno. El pronunciamiento es parte del estudio. Foto: Karly Torres / El Telégrafo
Da clases en un espacio cedido por la cafetería Olalá, en Urdesa, y vía Skype a quienes residen fuera de la urbe y del país. “Los extranjeros son estudiantes de historia y profesionales de Estados Unidos, Colombia, Chile, Perú y España”.
A nivel local sus alumnos son maestros, abogados, médicos y otros profesionales de tercer y cuarto nivel que demandan el idioma por diversos motivos, por lo que ella adapta la cátedra de acuerdo a cada necesidad.
“Yo ya estudié kichwa con la miss Ingerborth, pero quiero reforzar porque doy clases en una escuela intercultural en Monte Sinaí. Los alumnos y sus padres lo hablan y necesito comunicarme bien con ellos”, dice la docente Azucena Calderón, durante un receso.
En ese lapso, Paola Gallegos, enfermera privada, indica que su caso es diferente. “Desde niña quise aprender kichwa porque mis raíces son de indígenas Saraguro (Loja), pero no pude por mis estudios y trabajo en Guayaquil y ahora lo estoy haciendo”.
Ingerborth destaca la necesidad de apoyo a los proyectos interculturales, por parte de quienes dirigen espacios públicos. “Mi deseo es formar una academia que enseñe toda la cosmovisión indígena porque es importante conocer nuestras raíces para saber hacia dónde proyectarnos. La historia de Ecuador no solo es la conquista española y la República. Debemos profundizar en nuestras culturas ancestrales vivas”. (I)