Información falsa fue base de las noticias internacionales
En el imaginario internacional ha quedado la idea de que durante el peor momento del ataque del covid-19 a la población guayaquileña hubo cadáveres apilados en las veredas y cuerpos incinerados en las calles. Guayaquil fue la ciudad que no debía ser El Salvador, o lo que le espera a Bogotá si los empresarios no apoyan con recursos, o el futuro de Sao Paulo si la gente no se queda en casa.
¿Cómo el puerto principal se convirtió, para el mundo, en el referente de lo indigno?
Hubo medios internacionales, reconocidos por su nivel de influencia, que difundieron información falsa, en medio no solo del pico de la pandemia sino de una campaña de “fake news” promovida por una agrupación política perseguida por el sistema de justicia ecuatoriano por corrupta.
Cuatro videos que se regaron en las redes sociales fueron la base de noticias para The New York Times, CNN y Rusia Today, entre otros medios internacionales. “Como que no fuéramos personas racionales”, dijo la esposa de uno de los fallecidos que supuestamente ardió en llamas, como reflexión de que ni siquiera en los momentos más difíciles de sus vidas hubieran actuado de esa manera, porque ni el dolor ni la desesperación les han despojado de dignidad y de respeto a sus muertos.
La periodista Dayanna Monroy, del noticiero de Teleamazonas, hizo un reportaje que se difundió el pasado jueves 23 de abril, demostrando que la información de los cadáveres incinerados en las calles de Guayaquil era una mentira.
Manuel Paucar Ponce, de 46 años, falleció el 28 de marzo, aparentemente por covid-19. Se supone que su cuerpo fue quemado en la calle19 y la Q, pero su viuda aclaró que lo que hizo, con la ayuda de sus vecinos, fue quemar llantas y colchones viejos para llamar la atención de las autoridades. Cubierta con una máscara de confección doméstica, afuera de su humilde casa en el suburbio de Guayaquil, Luisa dijo que “nunca quemamos el cuerpo ni tampoco pensábamos hacerlo porque somos personas racionales”. La viuda quedó a cargo de cinco hijos y de una anciana.
Otro de los videos que se viralizó fue una escena en la calle Augusto González, entre la 34 y la 35, donde se informó que se trataba de la incineración de un cadáver tirado sobre un sofá. José León, un morador de esa zona, lo desmiente: “no, eso nunca pasó. Los parientes del difunto sacaron el mueble donde lo tenían acostado”. El mueble fue lo que quemaron.
En un tercer video se ve la quema de un bulto en las calles Tulcán y Cristóbal Colón. Supuestamente se trata de un ataúd con una víctima de coronavirus adentro. Quien prendió el fuego declaró que quemaron una caja vacía, luego de que “al muerto se los llevaron los de Criminalística y Medicina Legal”.
Y una mentira más, masificada por un cuarto video: en la ciudadela Atarazana un hombre se cayó, lo taparon con una sábana y de inmediato circuló la información de que otro cuerpo era abandonado en la calle. El Gobernador de la provincia en persona fue hasta el lugar y comprobó que se trataba de un indigente, que se había caído y que luego fue hospitalizado.
A los cuatro videos se suman dos escenas que se han vuelto recurrentes para graficar las noticias de varios medios de comunicación, del país y de fuera. Hay un cuerpo tapado con plástico en la calle Pedro Carbo, en el centro de Guayaquil, y rodeado por la cinta amarilla que se coloca en la escena de un crimen. La Policía informó que se trató de un indigente, “pero que desgraciadamente en esos días difíciles de Guayaquil se viralizó la imagen de que era un muerto por coronavirus abandonado en la calle”.
Una imagen similar tiene como epicentro un barrio popular en Guayaquil. Es en Sauces. Se trata del cadáver de un joven consumidor de drogas que se desplomó antes de llegar a su casa. Su madre lo cubrió con una sábana porque no podía cargarlo, mientras se hacía el levantamiento de su cadáver.
Lo que sí sucedió: de la noche a la mañana Guayaquil tuvo una crisis sanitaria por la masificación del contagio del coronavirus. Hubo hogares que padecieron varios días porque sus llamados al 911, para que se retiraran los cadáveres de sus familiares, no tenían el efecto esperado. Algunas familias, tal vez unas diez o máximo quince, dice la Policía, sacaron los cuerpos a los portales de sus casas o a los cerramientos porque tenían miedo al contagio y porque empezaban a descomponerse. Pero de ahí a que abandonaran los cuerpos o que los tiraran en las calles y en las veredas o que los quemaran hay una enorme distancia.
También es cierto que las cifras de fallecidos se disparó en la ciudad. El promedio mensual de muertes en Guayaquil es de 2.000 por mes y, de pronto, en las dos primeras semanas de abril se recogieron 6.700 cuerpos de personas que murieron por distintas causas, incluido el contagio de covid-19.
El Gobierno no ha escondido los muertos ni ha minimizado la crisis por la cual, desde el 11 de marzo, día en que la OMS declaró la pandemia mundial por el covid-19, el Ecuador está en emergencia sanitaria. El ministro de Salud, Juan Carlos Zeballos, ha dicho en varias ocasiones que “no se puede esconder el número de muertos, eso es completamente indigno y es una muestra de no transparencia”.
Retirar los muertos de los hogares o de las casas de salud era una actividad que estaba bajo la responsabilidad de las familias y estas, a su vez, contrataban los servicios de funerarias para que se llevaran a los difuntos. Sin embargo, luego de las declaratorias de emergencia sanitaria y de toque de queda, las funerarias redujeron su trabajo al mínimo, más por miedo a contagiarse que por impedimento de los horarios de circulación.
“¿Qué familia no ha enterrado a un deudo en las últimas décadas?”, pregunta el Ministro de Salud haciendo alusión a un acto íntimo y cultural del Ecuador. “Pero frente a las circunstancias que estamos viviendo por la pandemia y por las disposiciones del toque de queda, eso (levantar y enterrar los cuerpos) pasa a ser responsabilidad del Gobierno”. Y aunque intentaron solucionar de forma rápida el traslado y entierro de los fallecidos, para esas fechas las funerarias estaban “rebosando”. ¿Qué quedaba por hacer? “Ponerlos en morgues frías por más duro que parezca”.
Ningún país en el mundo pudo imaginar los alcances del covid-19. China parecía quedar muy lejos y, de alguna manera, había la ingenua tranquilidad de que eso se iba a solucionar, de que el virus no trascendería la fronteras. Cuando el virus llegó a Latinoamérica, Ecuador se convirtió en el centro del mundo noticioso por varios días. Había que contar la tragedia de un país subdesarrollado, aunque lo que se dijera, estuviera contaminado de mentiras.
Paradójicamente, al poco tiempo, los grandes medios que usaron al puerto principal para escandalizar vieron cómo sus ciudadanos empezaron a vivir su propia pesadilla, cruda y dolorosa, porque ninguna muerte puede ser ajena.
En Nueva York, la crisis llegó a un nivel tan dramático que las morgues estaban repletas y tuvieron que instalar hospitales de campaña en el emblemático Central Park. Philip Tassi, gerente de un cementerio en Nueva York, contó a BBC, el 8 de abril, que el camposanto estaba desbordado, que el número de solicitudes de entierros y cremaciones había subido en un 300% y que la mayoría de los cementerios de la ciudad no tenía unidades de refrigeración para mantener los cuerpos por largos períodos. El concejal Mark Levine causó estupor al indicar que “pronto comenzarían a realizar entierros temporarios”, y el alcalde Bill de Blasio habló de fosas en parques de la ciudad.
En Italia, donde en un momento de la pandemia se produjeron miles de muertos en la zona de Lombardía, médicos y personal sanitario clamaban así: “Las salas de emergencias se están derrumbando”. Attilio Fontana, presidente de la región de Lombardía, reconoció un colapso en los hospitales. “No hay médicos suficientes ni espacios en las unidades de cuidados intensivos. Ya no nos quedan respiradores ni el equipo necesario”. Incluso, contó que la región estaba pidiendo a los médicos y enfermeras retirados que volvieran a trabajar. Italia suma más de 26.000 fallecidos y 195.000 contagiados.
En España, donde hasta ayer se registraban más de 219.764 contagios y 22.668 muertes por coronavirus, el Gobierno tuvo que admitir que la crisis era inmanejable. Mientras en Francia, según AFP, las funerarias apilaron cadáveres en sus locales. “En este momento tenemos 50. ¡Nos llegan todo el tiempo!”, expresó Sabine, empleada en un local en París. “¡Llegan tantos que no sabemos ni dónde meterlos!”. La funeraria, que cuenta con 32 frigoríficos, no ha tenido más remedio que amontonar los cadáveres en las salas de velatorio.
CNN tuvo que admitir que en Nueva York se abrió una fosa común para víctimas no identificadas y que muchos féretros permanecen algunos días abandonados en las funerarias.
Parece que la crisis que soportó Guayaquil la viven las grandes ciudades, las más pobladas, las más comerciales, las que están más cerca al mar. Nada está escrito sobre piedra en relación a la pandemia y a la crisis que ha generado en el mundo. Aún se tiene que investigar. Aún se tiene que aclarar. Y aún se tiene que desmentir. (I)