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Especial Papa Francisco en Ecuador

“Entre los pobres más maltratados de nuestro mundo está nuestra oprimida y desgastada tierra”

Un millón de personas llegó al Bicentenario. En su homilía, el Papa apeló a la unidad y a la inclusión. Por la tarde se reunió con universitarios  y movimientos sociales. Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo.
Un millón de personas llegó al Bicentenario. En su homilía, el Papa apeló a la unidad y a la inclusión. Por la tarde se reunió con universitarios y movimientos sociales. Foto: Daniel Molineros / El Telégrafo.
08 de julio de 2015 - 00:00 - Redacción Sociedad

Hacía semanas que no llovía en Quito, pero el día que llegó Francisco las nubes se pintaron de gris y dejaron caer sus primeras gotas. Magdalena Lincango está convencida de que fue un designio de Dios. “En la lluvia vienen las bendiciones y el pan de cada día. Es una bienvenida al Papa y un llamado para que seamos mejores seres humanos”.

Miles de personas caminaban antes de las 06:00 por las vías cercanas al Parque Bicentenario para asistir a la misa campal. Todas movidas por la fe y con un mismo fin: estar más cerca de Dios, redimir sus pecados, buscar un milagro... y ver al delegado de San Pedro en la Tierra.

A Rafael Criollo no le importó caminar más de 40 minutos con sus muletas en medio de la multitud. Tuvo un accidente de tránsito en abril pasado en el que se fracturó una pierna. “Vine de Sangolquí con mi hijo a pedir por mi salud. Tengo fe en que volveré a caminar pronto”, afirma, mientras resiste el dolor en sus manos al tenerlas apoyadas en las muletas.

Desde que se inauguró el Parque Bicentenario, nunca había albergado a tanta gente como sucedió ayer. Las agencias internacionales hablan de 900 mil personas, las autoridades de un millón y medio, mientras que, para los fieles, el número no era lo importante, sino su fervor. No solo eran ecuatorianos. Se distinguían banderas de Colombia, Perú, Chile y Argentina que se agitaban al ritmo de cánticos religiosos. Xavier Olortegui llegó de Lima el pasado jueves. Durmió en el Parque Bicentenario junto a más de 7 compatriotas. Al menos 200 carpas se encontraban al interior del Bicentenario.

A Xavier y otros miles no les importó el clima con tal de ver al papa Francisco, quien es su referente de la Iglesia. “Es una bendición que el Santo Padre venga a Latinoamérica. He leído sobre su preocupación por la unión de la familia y son enseñanzas que comparto. Debemos acercarnos más a él”. Hora y media antes de que inicie la misa ya se elevaban oraciones al cielo. El rosario se seguía con devoción previo al ingreso del cuadro de la virgen Dolorosa, patrona de los ‘gabrielinos’ que en 1906 fueron testigos del milagro.

La misión para los ecuatorianos

Justo al ingresar el papamóvil, un coro de niños e integrantes de las parroquias cantaban ‘Bienvenido Francisco’, uno de los 35 temas escritos en honor al Pontífice. La orquesta fue dirigida por el maestro  Édgar Palacios, con 60 años de trayectoria en el país. Mientras esto ocurría la multitud coreaba: “Te queremos Papa, te queremos”.

Byron Gómez esperaba en su silla de ruedas. La emoción lo embargó y no pudo evitar derramar lágrimas de sus enormes ojos color miel. Para él ya es un milagro sobrevivir al accidente que lo dejó parapléjico. “Quisiera recibir la bendición del Papa”.

La misa de Francisco estuvo llena de símbolos: a lo lejos se divisaba la imagen de la Virgen Dolorosa, y el propio Papa usó un báculo o bastón de madera en señal de sencillez. El instrumento es una réplica y fue construido en Tierra Santa en 2014 (el primero lo elaboraron internos italianos de San Remo). La casulla que vistió Francisco fue confeccionada por artesanos macaneros de Gualaceo; además, la segunda lectura de la eucaristía se hizo en kichwa.

Francisco transmitió paz. Su cálida sonrisa dejó en los fieles esperanza. Mientras lo veían pasar le ofrecieron flores, lanzaban pétalos, elevaron globos blancos, incluso  arrojaron un par de palomas al cielo.

La misa inició a las 10:30. El Vicario de Cristo subió a una rampa rodeada de arreglos florales y ante la mirada de los asistentes de la primera fila, entre ellos el Presidente Rafael Correa, esposa e hijo, y representantes de las nacionalidades indígenas y pueblos afros.

El Evangelio en el Bicentenario fue diferente. Si en Guayaquil se invitó a luchar por la familia, en Quito se instó a la comunidad católica a imitar el papel de Jesús en el mundo. El emisario de Cristo usó la palabra unidad en al menos 5 ocasiones para referirse a la importancia de evangelizar con alegría y olvidar las tensiones y odios.  

“Hay que luchar por la inclusión a todos los niveles”, dijo 2 veces el argentino, a lo que agregó: “Hay que evitar el egoísmo, promoviendo el diálogo, incentivando la colaboración, confiarse en el otro porque la paz es algo artesanal, es impensable que brille la unidad si hay guerra”.

Los fieles aplaudían sus palabras, celebraban su discurso y asentían con la cabeza al concordar con sus pensamientos. Casi al final hizo un llamado a “dejar la búsqueda estéril de poder” a costa de los pobres e indefensos, de quienes dijo “no pierden su dignidad, pese a que son golpeados todos los días”.

Ligia Montenegro lloró cuando escuchó este mensaje porque es una persona humilde y por primera vez se sintió comprendida. “Nosotros, los pobres, somos olvidados, hemos sufrido tanto y es reconfortante que el Papa envíe este mensaje. Yo le doy gracias”.

Tras una hora y media de la homilía, la gente salió satisfecha con el mensaje de unidad que ofreció el Papa. Algunos hasta mostraron arrepentimiento por sus malas acciones y, como Esteban Riofrío, se comprometieron a cambiar y deponer actitudes negativas.

En las afueras, decenas de personas ofrecían recuerdos del Santo Padre. Camisetas, collares, fotografías, pulseras y gorras eran ofertadas. Los fieles no dudaron en comprar algún artículo porque, además de llevar el mensaje del representante de Cristo en el corazón, también quisieron conservar algo para rememorar la visita a Ecuador del primer Papa latinoamericano, con la íntima satisfacción de haber estado presentes. Muchos esperaron 30 años para ver a un Pontífice por segunda vez, pero no les importó el tiempo. (I)

“¿Dónde está tu hermano?”, preguntó el Papa a estudiantes

Desde las 09:00 de ayer, profesores de varias partes del país y representantes de congregaciones religiosas se reunieron en la PUCE (Pontificia Universidad Católica de Ecuador) para ver por televisión la misa del papa Francisco en el Parque Bicentenario.

Según monseñor Alfredo Espinoza, obispo de Loja y presidente de la Comisión de Educación y Cultura de la Conferencia Episcopal, el acto formó parte del Encuentro del Santo Padre con los educadores y alumnos de instituciones católicas, que se desarrolló a las 16:00 de ayer.

Al evento solo podían ingresar los invitados.

Monseñor Espinoza aseguró que el encuentro con los educadores fue un pedido especial del papa Francisco. La organización del evento tardó 2 meses y se invirtió cerca de $ 35.000.

En su intervención el Papa les preguntó a los universitarios reunidos: “¿Dónde está tu hermano? ¿Saben que este tiempo de estudio no es solo un derecho, sino un privilegio?”.

También tuvo preguntas para los docentes, de quienes dijo son esenciales en la construcción dela comunidad: “¿Cómo ayudamos a nuestros jóvenes a no identificar un grado universitario como sinónimo de estatus, dinero, prestigio?”.

Francisco se refirió -además- al cuidado de la Madre Tierra, un tema que ya ha tratado en su primera encíclica Laudato si.

Sobre la situación del medio ambiente dijo que no es lícito seguir la vida sin pensar en lo que ocurre en el planeta. “No es humano entrar en la cultura del descarte”.

Agregó que entre los pobres más maltratados de hoy “está nuestra oprimida y desgastada Tierra”.

El diálogo y un debate con ideas fueron parte de los mensajes a los estudiantes, no sin antes invitarlos a actuar, “a hacer lío” por la paz. (I)

El Papa habló de un cambio social basado en la solidaridad

En orientar a la educación como una herramienta de responsabilidad social se basó el discurso que el papa Francisco impartió en la Universidad Católica de Quito, donde se reunió con alrededor de 5.000 asistentes, sumados profesores y estudiantes de universidades y colegios. El ejercicio exitoso de una profesión -prosiguió el Sumo Pontífice- no debe asimilarse de manera egoísta y simbolizar estatus intelectual y económico, sino constituir la forma ideal para tender puentes de diálogo que permitan encontrar soluciones a las graves diferencias entre los habitantes del mundo. Al hablar del cuidado ambiental instó a que los jóvenes sean semillas de transformación e invitó a todos a cultivar y cuidar el entorno, ya que la destrucción del planeta es la destrucción del ser humano.

Pasadas las 17:30, el Papa llegó a la iglesia de San Francisco y se dirigió a empresarios, miembros de comunidades indígenas y líderes estudiantiles. “Los bienes están destinados a todos, y aunque uno ostente su propiedad, pesa sobre ellos una hipoteca social”, fue la frase que retumbó con mayor fuerza entre los presentes.

Al salir, la mayoría de los más de 7 mil feligreses que abarrotaron la Plaza de San Francisco se sintieron decepcionados, ya que el Vicario de Cristo no subió a la tarima que se levantó frente a la entrada y siguió de largo hacia la iglesia de la Compañía, donde lo esperaba la comunidad jesuita. “Las intervenciones de las personas en la iglesia demoraron mucho y el Papa ya no pudo salir a saludarnos”, dijo Teresa, católica de 40 años que esperó 2 horas junto a su madre para ver al Santo Padre. Al salir de la Compañía se trasladó a la Nunciatura y antes de retirarse a descansar rezó un Ave María con los fieles que lo aclamaban en los exteriores. (I)

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