En París, un salón de belleza ofrece cuidados a las inmigrantes
"Me han devuelto algo de belleza". Observando sus uñas hechas y su pelo alisado en un espejo del salón solidario 'Joséphine' de París, Nogobala, alojada en un centro de acogida para demandantes de asilo (Cada), dice sentirse "un poco más como las demás mujeres".
Hace seis meses, esta joven huyó de Costa de Marfil con sus dos hijos, para evitar que su hija de ocho años fuera víctima de una ablación del clítoris. Desde entonces, espera una respuesta de la Oficina Francesa de Protección de Refugiados y Apátridas (Ofpra) sobre su petición de asilo.
"Su vida pende de esta respuesta y es complicado para ellas hablar de otra cosa. Aunque los tratamientos de belleza no forman parte de nuestras obligaciones (...), propusimos a algunas mujeres que vinieran a participar en la jornada 'Mujeres de fiesta' porque esto les permite, durante un tiempo, no pensar en sus problemas administrativos y sociales", explicó Souourou Hungbo, del Grupo SOS Solidaridad, de ayuda a los migrantes.
Como Nogobala, 20.000 mujeres migrantes, en situaciones precarias o incluso víctimas de violencia van a la peluquería, las maquillan o reciben regalos (productos cosméticos, joyas, bolsos...) durante estas jornadas organizadas del 16 de mayo al 6 de junio por la asociación Donaciones solidarias, en cinco ciudades francesas.
"Nos dirigimos a mujeres que ya no saben qué es un corte de pelo o ser maquilladas porque no tienen tiempo ni recursos. Ofrecerles este paréntesis contribuye a restaurar la imagen que tienen de sí mismas", explicó Dominique Besançon, delegado general de la asociación, que redistribuye cada semana el equivalente a 600.000 euros de productos no alimenticios de 110 empresas que no han sido vendidos.
Según Donaciones solidarias, nueve millones de personas en Francia viven bajo el umbral de la pobreza y, de estos, el 53% son mujeres.
- Organización -
"Para los colores, hay que cortar y el resultado no es siempre el esperado pero lo que cuenta es el tiempo que dedicamos a estas mujeres", consideró Julien Mulot, uno de los peluqueros voluntarios del salón instalado en el norte de la capital.
Los productos empleados en los tratamientos salen, únicamente, de donaciones de una gran marca de cosméticos, como "no tenemos de todo, hay que saber organizarse", manifestó este peluquero, de 38 años, que habla sin interrumpir el movimiento de sus tijeras.
Sentada frente a él, está Virginie, originaria de la República Democrática del Congo, que, con un crema blanca y pastosa sobre la cabeza, dice sentirse "aliviada" de haberse saneado por fin el cabello, así como de haberse quitado las extensiones.
Llegó hace un año y medio a Francia, dejando atrás a sus tres hijos. Esta mujer grande de hombros cuadrados desembarcó con una mochila en la que solo había un pantalón y una camiseta.
"Aquí no tengo nada. Y no puedo volver a mi país. Pero estoy contenta de estar en este salón porque somos mujeres, necesitamos esto", aseguró. (I)