Ellos no pueden quedarse en casa
No pueden dejar de cumplir su trabajo de forma presencial. Son parte de los sectores estratégicos, y por eso a diario acuden a sus labores, pese a la emergencia decretada por la pandemia del covid-19 en todo el país.
Lo hacen con la protección debida, para evitar un posible contagio, aunque saben que son los más expuestos por su relación directa y diaria con otras personas.
Sin embargo, se muestran indignados porque su sacrificio se ve mermado por la desobediencia de ciertas personas que no cumplen adecuadamente la cuarentena ordenada en todo el país.
Ese es el caso de Miguel Martínez, empleado de una gasolinera en el norte de Quito, quien labora 12 horas al día y debe trasladarse desde el sur de la ciudad.
Sale en su moto y lleva siempre puesta una mascarilla y después de atender a cada cliente trata de lavarse las manos, o al menos se aplica gel antibacterial.
“Somos un grupo vulnerable y del que nadie se acuerda, sin embargo, nosotros debemos tener precaución para no contagiarnos”.
Tras su jornada de labores, toma su moto y en el recorrido a su casa le enfada que haya gente en parques con niños en brazos o jugando.
“No es justo que mientras unos nos arriesguemos por el resto, quienes pueden quedarse en casa no lo hagan y nos expongan a todos a un contagio no buscado”, dice.
Esa misma sensación de impotencia tiene Carmen V., enfermera de un hospital público de la Sierra centro.
Cada mañana es una odisea para ella salir hacia el cantón donde labora. Lo hace en su carro particular y al llegar le entregan un par de guantes y una mascarilla facial para todo el día.
De momento no cuentan en su lugar de trabajo con la mascarilla N-95, que es la recomendada para el personal de salud que tiene contacto directo con posibles pacientes infectados.
Además, el gel desinfectante corre por su cuenta y en las últimas horas recibió la disposición de buscar un cuarto cerca a su lugar de trabajo para no regresar a su hogar y exponer aún más a su familia a un posible contagio.
“Solo de pensar que deba estar varias semanas lejos de mis seres queridos se me parte el alma”.
Para ella es inconcebible que las personas que pueden hacer cuarentena no lo hagan y crean que están de vacaciones.
“Cómo quisiera que se pongan en mis zapatos y vean la dimensión de este problema que puede atacar a cualquiera, pero sobre todo afectar a los ancianos”.
Marco Cabrera es parte de la población de la tercera edad, mas está obligado por su empresa a asistir a la planta de producción alimenticia. Aunque le dan implementos de protección, no se siente seguro.
“Quiero quedarme en casa, pero dependo de mi sueldo para vivir y solo le pido a Dios que me proteja”, relata. (I)