Se esforzó y logró 911 puntos en el enes
El sueño de Lisseth, trabajar en la NASA
Lisseth Tituaña Picuasi se ruboriza y sus ojos se ponen vidriosos cuando le preguntan cómo llegó a la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol). La historia es larga y comenzó hace 2 años. Nacida en Atuntaqui, Imbabura, Lisseth creció con necesidades, pero también rodeada por el amor de sus padres y las ganas de superarse.
Aprendió a tejer cobijas cuando estaba pequeña, un oficio al que se dedican sus padres para vivir y darle educación. Cuando acompañaba a su madre mientras trabajaba como doméstica, se interesó por la lectura. “Leía los cuentos de las hijas de los dueños, revistas, a medida que fui creciendo conocí amigos que les gustaba leer y me prestaban libros”.
Terminó la escuela y continuó con el colegio. Cuando tenía 16 años y estaba por finalizar la secundaria rindió el examen de la Senescyt. Logró uno de los más altos puntajes con el que consiguió un cupo para estudiar en la Escuela Politécnica del Litoral (Espol), donde hoy cursa el segundo semestre de la carrera de Ingeniería Química.
“Me esforcé mucho para dar las pruebas de la Senescyt y alcanzar una buena nota (911 puntos)”, dice la joven, cuya mamá no pensaba en ‘enviarla a la universidad’. Un día le dijeron que debía solo terminar el colegio y luego independizarse.
Es más, cuando se graduó de bachiller le regalaron $ 200 para que los invierta y salga adelante. Lisseth efectivamente los invirtió, pero en un curso de capacitación para dar las pruebas de la Senescyt. “El curso no era tan bueno, incluso había personas que no tenían el mismo gusto por aprender que yo. Esa fue la diferencia en que sacara mayor puntaje. Para mí, estudiar es fundamental”, dice la joven, la mayor de sus hermanas.
¿Por qué química y no otra carrera? Lisseth cuenta que uno de sus sueños es hacer una buena investigación y trabajar en la NASA (Agencia Espacial de Estados Unidos). “Muchos se ríen cuando se los cuento, pero es lo que me he propuesto”.
Recuerda que desde su niñez le gusta observar y analizar todo, “me impresiona porque cada cosa está conformada por millones de partículas y eso me da más ganas de investigarlo, saber qué sucedió antes y qué puedo hacer”.
Elegir la carrera no resultó difícil, pero sí dejar su natal Imbabura. Lisseth tuvo que portarse rebelde ante sus padres para que acepten su decisión de estudiar en Guayaquil. “Les dije que quería superarme, no quería esa vida que llevaban ellos, yo quería mejorar. No me importaba dónde vaya a dormir, así sea debajo de un puente. Sabía que esta era una muy buena universidad y mi oportunidad”, rememora.
Su vida en Guayaquil
¿Cómo es la vida de una joven nacida en una pequeña ciudad de 21 mil habitantes cuando se muda a otra de más de 2 millones?
Lisseth arribó a Guayaquil a los 16 años. No conocía a nadie, tampoco tenía familiares. “El primer día me acompañó mi madre, pero ella se fue al siguiente y 3 semanas después vino mi papi a ver cómo iba. Él también tuvo que regresar a la casa”. No tener a sus padres cerca ni ingresos para mantenerse no la hicieron desistir de estudiar. Los primeros meses los vivió en Durán, con una amiga del preuniversitario de la Espol.
Luego lo hizo con una compañera que vino de Machala. “Con ella nos llevamos bien, era un pequeño cuartito, nos moríamos de calor, pero así estudiábamos hasta que ella ya no quiso quedarse en la ciudad y yo tuve que dejar el lugar”. Después compartió departamento con una estudiante de Galápagos, y luego ella también dejó la Espol.
Lisseth tuvo que pasar por varias casas, nada era fijo. “Era muy complicado pasar de casa en casa por las críticas. A veces me siento mal porque extraño mucho a mi familia, que siempre ha estado conmigo y sé que todo lo que estoy haciendo vale la pena”, asegura. Actualmente vive en el centro con un amigo del ‘pre’.
Su primer día en la Espol
Si hay algo que mantiene a Lissette perseverante de cumplir su meta es el compañerismo que ha recibido de los demás estudiantes. “El primer día que pisé la Espol pensé que sería muy difícil, creía que me iban a rechazar o burlarse por mi vestimenta, pero me tomó de sorpresa que llegué e inmediatamente hice amigos”.
Hoy una de sus mejores amigas es de Manabí, “con ella repasamos las clases de Física y Química. Cuando ella no entiende algo, se lo explico. Ahora puedo decir que me gusta mucho Guayaquil”.
¿Cuáles son sus siguientes planes? Lisseth sabe que ha sacrificado mucho para estudiar la universidad en Guayaquil, por eso nada la detendrá hasta que logre viajar a Rusia y cursar una maestría. (I)
El acceso de los indígenas a la ‘U’ crece al 17,5%
Hace 20 años encontrar estudiantes indígenas cursando la universidad no era común. Desde 2006 se observa los rostros de jóvenes que llegan procedentes de Imbabura, Chimborazo o Cotopaxi.
Entre 2006 y 2013 la cuota de asistencia de la población indígena a la educación superior creció de 9,5% a 17,5%, aseguró René Ramírez, titular de la Senescyt, durante la presentación de los avances de la educación.
Indicó que existe una política de cuotas para permitir que a través del Sistema Nacional de Nivelación y Admisión (SNNA) se otorguen becas en universidades particulares a población económicamente vulnerable, que pertenece a grupos indígenas, afroecuatorianos, o que sufre algún tipo de discapacidad.
Lisseth Tituaña, una joven de 18 años, fue beneficiaria de la beca, pero por no haber pasado el pre en la primera oportunidad, la perdió, aunque conservó su cupo en la Espol. La joven tuvo complicaciones en física y matemáticas. En otros países como México solo el 1% de la población indígena accede a la universidad. (I)