El Inty Raymi fue celebrado en Guayaquil con curanderos
Para celebrar el inicio de un nuevo año inca, curanderos, sobadores y todos los que pasaron por el Malecón de Guayaquil a las 12:00 de ayer, se reunieron en un círculo, recordando “La cópula entre la tierra y el sol”, celebrada en el Inty Raymi.
Olga Cisneros, curandera que participó en la actividad, explicó que ella hace limpias “para saldar las deudas de mi vida pasada”.
Rodeada de hierbas como la roda del muero, la ruda y sahumerios quemándose en recipientes de barro, ella y otros dos curanderos le pasaban las velas, huevos y plantas a todo el que quería participar en este encuentro de medicina ancestral, ecuatoriana y extranjera, que organizó ayer el Departamento de Medicina Intercultural de la Dirección Provincial de Salud del Guayas.
Allí están registrados “42 hombres y mujeres de sabiduría”, como les llama Ronald Alvarado, director del departamento, que registra la información de los “curanderos, sobadores y máximos curanderos” de la provincia. “Ellos tienen su Código de ética, durante muchos años su trabajo fue visto de forma peyorativa”, considera Alvarado.
“Si está anémico o tiene los ánimos decaídos, puede tomar jugo de caña, eso lo aprendí con mi abuelita”, cuenta Romelia Ochoa, otra de las mujeres que presentó sus tradiciones y saberes a los curiosos.
Cada curandero tiene su técnica particular, transmitida de forma oral por sus abuelos en la mayoría de los casos; todos usan hierbas y líquidos que lanzan a la gente, utilizando su boca, otros incorporan a sus rituales para frenar las “malas energías”, espadas de metal.
Uno de los curanderos de la provincia, Francisco Sáenz -considerado uno de los últimos descendientes de la tribu Chirijos de Milagro-, presidió la ceremonia del solsticio de verano, cuando la posición del sol en relación con la tierra hace que el día sea más largo y la noche más corta.
El hombre de largos cabellos les pidió a todos que formaran un círculo, como si de una familia se tratase. Luego entregó un vaso a cada uno de los 70 participantes, en ellos sirvió agua de cascada recogida durante la última luna llena y mezclada con siete hierbas, que cada uno tomó, pidiendo un deseo.
Durante la ceremonia, la gente dio vueltas con los brazos entrelazados, sin zapatos, recibieron puñados de arroz en el cuerpo y también gotas de agua.
Es la segunda vez que se realiza en la ciudad este encuentro para recordar la relación de vida que se produce entre la tierra y el sol. La celebración se prolongó hasta la tarde, con la participación de otros “hombres de sabiduría”.