Los Analistas consultados consideran que la teología de la liberación ha sido marginada en ecuador
El comunismo y el secularismo occidental preocupaban a Juan Pablo II en 1985
El papa Juan Pablo II llegó el 29 de enero de 1985 a un país afectado por la crisis política y económica. Su visita coincidió con los 450 años del inicio de la evangelización en Ecuador.
¿Qué pasaba al interior de la Iglesia? Un experto consultado por EL TELÉGRAFO -quien pidió no ser citado- sostiene que Juan Pablo II encontró “un terreno llano con ciertas luces como monseñor Leonidas Proaño y Alberto Luna Tobar”, quienes proponían la necesidad de una iglesia que acompañe a los pobres, idea poco predominante entre un clero bastante conservador.
Desde la década del 60 en Ecuador surgió un movimiento cristiano identificado con la Teología de la Liberación, el cual reinterpretó los dogmas bíblicos desde una visión más humanista. Esa corriente así como otros sectores de izquierda fueron perseguidos por el régimen socialcristiano de León Febres-Cordero, cuya postura anticomunista conjugó con la del polaco Karol Wojtyla (Juan Pablo II).
Para el historiador Santiago Cabrera fue una decisión política de la Iglesia católica“tener un Sumo Pontífice que venía del mundo comunista (Polonia, parte de la ex-Unión Soviética), pero que propugnaba todo lo contrario para tornar creíble esa visión. Entonces inició una serie de viajes para recolocar a la Iglesia en el momento que un sector de América Latina se plegaba a la revolución”.
En Ecuador, afirma Cabrera, la postura de Febres-Cordero estuvo más allegada al lado conservador de la Iglesia, pues llegó a tener una estrecha relación con Bernardino Echeverría, exarzobispo de Guayaquil, con quien incluso habría hecho“campaña política”.
El papado de Juan Pablo II se caracterizó por ser una “reacción” al Concilio Vaticano II (1962-1965), visibilizado 3 años después en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (Colombia) y confirmado en 1979 en Puebla (México). Esa es la percepción de Francois Houtart, sacerdote y amigo del ex sumo pontífice.
“Conocí muy bien a Juan Pablo II. Trabajamos juntos en el Concilio II, pero para él la asamblea llegó muy lejos y consideró necesario reconstruir una iglesia conservadora para enfrentar 2 miedos: el comunismo y el secularismo occidental”, apuntó. Para 1985, el 94% de los ecuatorianos se consideraba católico, una cifra que se ha reducido (ver gráfico).
El sociólogo belga coincide con Cabrera en que en la década del 80 se consolidaba una nueva forma de vivir la Iglesia, una tendencia que promovía la participación “desde abajo”, fundamentada en la Teología de la Liberación.
Según Houtart, para el Papa hablar de una “iglesia de los pobres” significaba irrespetar a la autoridad y a la jerarquía del clero. Estolo corroboran los diarios de la época que recogieron detalles de su gira por Perú, Ecuador, Venezuela y Trinidad y Tobago entre el 26 de enero y el 6 de febrero de 1985: “El Papa advierte contra desviaciones teológicas” y “El Papa fustigó a doctrinas contrarias a dogma católico” rezaban algunostitulares de prensa.
“Esa fe que ha sufrido y sufre los embates del laicismo y secularismo debe ser renovada. Y renovar la fe es profundizar en el conocimiento de la doctrina católica: es hacer la experiencia vital del amor a Dios y a los hermanos; es anunciar a los demás el evangelio”, enfatizó Juan Pablo II durante su viaje a Venezuela.
Dos años antes y de la misma forma enérgica había reprochado al sacerdote Ernesto Cardenal cuando visitó a la Nicaragua sandinista: “Usted debe regularizar su situación”, le dijo mientras blandeaba su dedo delante del rostro del teólogo.
Antonio Arregui, entonces miembro de la Secretaría del Episcopado y actual arzobispo de Guayaquil, decía que la Teología de la Liberación no era un “problema” en Ecuador y que la visita del Papa ayudaría a “recuperar” la identidad de la Iglesia.
Una relación ambigua
Semanas previas a la visita del sumo pontífice, la relación entre el gobierno de Febres-Cordero y la comunidad católica no estaba en sus mejores momentos. Los sacerdotes italianos Julián Valotto y Graziano Masón, radicados en Muisne (Esmeraldas), fueron acusados por la Gobernación de “subversivos” y de entrenar a supuestos guerrilleros. El gobierno amenazó con expulsarlos del país.
De acuerdo con el libro Resistencias al autoritarismo de Eduardo Tamayo, la razón de fondo para esa persecución fue el apoyo de los religiosos a la Organización Campesina de Muisne que los motivaba a vender por sí mismosel cacao, lo que afectaba a los intermediarios.
En diciembre de 1984, el obispo de Esmeraldas, monseñor Enrique Bertolucci, y la Conferencia Episcopal emitieron una declaración respaldando “el intenso y sacrificado trabajo” de los clérigos. Y antes de la visita del Papa el gobierno llegó a un acuerdo: “los sacerdotes italianos serían autorizados a permanecer en Ecuador pero en otra misión”.
Ese no fue el único caso en el que se investigó a sacerdotes de esa línea. La prensa registró un encuentro de religiosos extranjeros en Quito que habría sido investigado por el régimen socialcristiano.
En diálogo con EL TELÉGRAFO sobre la persecución socialcristiana a quienes predicaban desde la Teología de la Liberación, el expresidente de la Conferencia Episcopal Ecuatoriana (2007), monseñor Néstor Herrera, indicó que ello comenzó en la dictadura militar con la detención de obispos ecuatorianos y extranjeros: “Eso quedó en stand by y el gobierno de Febres-Cordero no hizo nada para superar ese estado, sino que lo mantuvo, pero tampoco se puede santificar a unos y condenar a otros”, manifestó.
Para monseñor Herrera, la Iglesia de 1985 estaba más vinculada con el sector pobre y marginado de Ecuador, lo que permitió que Juan Pablo II se reuniera con trabajadores y jóvenes. Y destacó que en ese tiempo el clero asumió la organización de la visita papal a diferencia de esta vez: “Existe una dislocación porque el Gobierno tiene sus objetivos, mecanismos que no son precisamente los de la Iglesia por más que el presidente (Rafael Correa) diga que es católico practicante”, dijo.
Al consultarle sobre la visita de Juan Pablo II en un gobierno cuestionado porviolar los derechos humanos, contestó: “Con todos los defectos del gobierno de Febres-Cordero por lo menos dio absoluta libertad a la Iglesia para que organice la visita del Papa, lo que no ha ocurrido en la actualidad”.
Después de 30 años, Houtart y Cabrera discrepan con Herrera y consideran que la Iglesia ecuatoriana es hoy más conservadora y que la tendencia de predicar junto a los pobres y desde una visión menos jerárquica siempre fue marginada. “La Iglesia sigue concebida como una voz autorizada a la cual el Gobierno apela para imponer determinada ley o actitud frente a la sociedad”, acotó Cabrera. (I)
Un simulacro para garantizar la seguridad
El presidente Rafael Correa presenció ayer un simulacro para conocer el contingente de seguridad en donde se llevará a cabo la misa que ofrecerá el papa Francisco.
El acto será en el Parque Bicentenario (en el norte de Quito), el martes 7 de julio, a partir de las 10:00.
En la simulación de seguridad del acto eucarístico se instalaron 2 puestos en donde se implementaron 4 sitios de servicio social que contó con médicos y auxiliares de enfermería; 10 miembros de la Cruz Roja, 10 integrantes del Cuerpo de Bomberos, 12 funcionarios del MIES, 150 policías, 200 miembros de las Fuerzas Armadas, 100 personas de Inteligencia Militar, entre otros.
El Jefe de la Nación, tras arribar al parque, inspeccionó el templete en el que se dará la misa y luego vio de cerca el papamóvil, en el que se movilizará el Sumo Pontífice. En una carpa se instaló una pantalla gigante en donde se observó de qué forma trabajará el personal.
El simulacro fue simultáneo. Se realizó la simulación de una persona sufriendo un infarto en el templete, un asistente herido, un disturbio entre la multitud, entre otras acciones.
Al finalizar el simulacro, el Mandatario señaló que la organización es buena y felicitó por las acciones emprendidas. “Todo está listo, además los recursos que estamos utilizando no existían en el país. Vamos a tener decenas de ambulancias, hospitales móviles. Es otro país, yo me siento orgulloso”, manifestó. (I)