El cáncer no logró vencer el sueño de Bryan Silva
La cama signada con el número 39 de una de las salas del tercer piso del hospital de la Sociedad de Lucha contra el Cáncer en el Ecuador (Solca), fue testigo mudo y solemne de un ascenso policial marcado por una mezcla extraña de dolor y felicidad.
Bryan Paúl Silva Gómez, de 21 años y a quien hace dos la leucemia (cáncer a la sangre) le truncó sus deseos de ser oficial de la Policía Nacional del Ecuador, vio cumplido su sueño. Separado por un rato de sueros y equipos médicos, el joven fue ascendido al grado de Capitán Ad Honorem.
Ante la debilidad de su cuerpo, una gruesa colcha le ayudaba a levantar su cabeza. Allí, recostado sobre la cama, ataviado con el uniforme verde oliva y la camisa color caqui, con un chaleco que resaltaba en letras grandes la palabra “Policía”, aquel que quizá jamás pensó llegar a vestir debido al mal que lo aqueja, Bryan recibió dicho honor de manos del Gral. Patricio Pazmiño Castillo, Comandante de la Zona de Policía No. 8.
El Gral. Pazmiño dijo reconocer el valor de este hombre al que calificó como “guerrero” Y recordó la lucha que había mantenido al haber creado y dirigido la fundación “Jóvenes Contra el Cáncer en el Ecuador”. Sin embargo, los doctores agradecieron a la prensa y no permitieron su ingreso. Prefirieron hacerlo sin cámaras, sin muchas entrevistas, sin tanto ajetreo. Entendían que se trataba de algo muy formal, pero también sopesaron los riesgos de las emociones fuertes para el paciente. Al final, quedó como algo más familiar, un asunto más íntimo.
Bryan, el Gral. Pazmiño, dos altos oficiales de la institución y la madre de Bryan, Norma Gómez Mackliff, todos usando mascarillas de manera obligatoria, por el bien del paciente, se unieron en una oración previa. Cerraron sus ojos un par de minutos. Pazmiño levantó sus manos y oró, agradeciendo por el momento, por la vida, por el valor del hombre que sin ser policía llegaba a capitán. Luego vino la ceremonia: corta, sencilla, sin tantos discursos ni palabrería, pero solemne. Y especial.
Después de 2 años de luchar intensamente contra el cáncer a la sangre, el joven quiteño Bryan Silva obtenía el grado de Capitán Ad Honorem de la Policía Nacional. Y lo lograba con sobra de méritos, pues desde otra trinchera, enfrentando día a día una batalla contra la muerte y ayudando a otros en ese mismo camino, él ha dado todo de sí para ganarse las palas de capitán.
Como líder de la fundación “Jóvenes Contra el Cáncer en el Ecuador”, que agrupa a 200 jóvenes con diferentes diagnósticos de cáncer y 72 “Ángeles guerreros” (niños y niñas con ese mal) que se encuentran en diferentes hospitales de 23 provincias del país, Bryan ha llevado durante años una lucha sin tregua. Tan dura -y quizá más dolorosa- como la de combatir los delitos en las calles.
La gorra y un diploma que le entregó el Gral. Pazmiño lo llenaron de orgullo. Su madre, junto a ellos, se esforzaba por no llorar. Hubiese sido un mal momento.
Recordó entonces que su hijo tenía grandes aspiraciones de formarse como policía y que hace dos años, con mucho entusiasmo, había iniciado los trámites para aplicar a uno de los llamados de la institución. Pero el cáncer que le descubrieron poco antes de siquiera poder intentar el papeleo formal para acceder a la Policía, lo detuvo en seco.
Se enteró entonces de que la leucemia es un mal que produce daño en la médula ósea, debido a que las células sanguíneas (glóbulos blancos) inmaduras se reproducen en mayor medida, provocando falta de plaquetas en la sangre, fundamentales para el proceso de coagulación sanguínea.
Los primeros síntomas de quien la padece son cansancio, falta de apetito o fiebre intermitente. A medida que la afección avanza aparece dolor en los huesos, anemia, poca tolerancia al ejercicio, fruto de la disminución de glóbulos rojos. Se pueden producir fácilmente hematomas y un sangrado excesivo o hemorragias.
De eso ya han pasado muchos días de pesar, idas y venidas a hospitales, entre medicinas, médicos, enfermeras y visitas. Bryan ya no tiene las mismas fuerzas en su cuerpo, pero conserva el valor y el empuje de su corazón que aún le permiten llevar esperanzas con la fundación de la que forma parte.
Por eso, para Norma, su madre, mejor era sonreír y mostrar alegría, esperanza... su hijo se lo merecía. Ahora tiene un alto rango en la Policía Nacional. Cumplió su sueño. Le cumplió a su madre: su hijo el Capitán sigue enfrentando el reto de la vida con fe.