El 8% de los jóvenes ecuatorianos combina estudio con trabajo
No es una tarea sencilla. “Me levanto todos los días a las 05:00 para terminar mis deberes, a veces hasta me duermo en el puesto porque tengo clases desde las siete de la noche, hasta las diez”, cuenta Daniela Salazar, una de las 73.242 jóvenes que estudia y trabaja en el país, según las cifras del Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (Inec).
En Ecuador hay 928.528 personas que tienen entre 15 y 19 años y viven en las ciudades; 73.242 -el 8%-, dividen su tiempo entre la educación y el empleo.
El 63% de quienes combinan las dos actividades es hombre, y el 36%, mujer. Algunos, incluso, han creado sus propias empresas, donde emplean a otros jóvenes, que como ellos, corren al terminar sus jornadas para sentarse en un pupitre y aprender. Por ejemplo, Sebastián Iturralde construyó la empresa “Redacct”, donde trabaja con otros cuatro compañeros de la universidad Casa Grande de Guayaquil.
El grupo combina la creación de contenidos web con la impresión de revistas. Sebastián lamenta que en su universidad impongan materias a las 16:30, hora comprendida dentro de la jornada laboral: “conociendo la situación, creo que deberían abrirse horarios para las personas que trabajamos”.
Eso sí, considera muy útil estudiar y trabajar, porque le permite poner en práctica los conocimientos aprendidos en la universidad.
Para María Fernanda (así, sin revelar el apellido), bachiller quiteña de 19 años, estudiar y trabajar es la única forma viable de pagar los gastos extra que le genera la vida universitaria, desde las copias que debe sacar, pasando por los libros, hasta los sánduches que se le antojan entre clase y clase.
Sus padres, precisa, ya no podían costear sus egresos, por eso desde hace cinco meses ella trabaja como ayudante de un ciber-café y estudia Sociología-cursa el segundo año-en la Universidad Central: “al principio me dio miedo porque no quería fallarle a mi jefe, pero él me ha tenido paciencia y me ha dado permiso cuando lo he necesitado”.
Para Waldemar Ximénez, especialista en temas juveniles del Servicio de Paz y Justicia (Serpaj), esta tendencia representa las ganas de superación de los chicos y su ánimo de “salir del margen y de terminar con la dependencia económica”.
Considera que la tendencia irá en aumento porque los jóvenes ya se han acostumbrado a recibir dinero, de ahí que en muchos casos, señala, si tienen que elegir, los estudiantes prefieren dejar la universidad y el colegio, para continuar trabajando. “Muchos prefieren su independencia económica. Además siempre lo hacen bajo el supuesto de que pueden retomar sus estudios en otro momento”, opina.
Diana S. tiene 19 años y pide, también, que no revelen su apellido, pues le preocupa lo que sus profesores de Comunicación Social en una universidad privada de Guayaquil puedan decir, pero se atreve a lanzar una crítica al sistema: “Yo hice prácticas y me quedé trabajando, pero siento que hay una separación muy fuerte entre la teoría y la práctica; muchas cosas no te las enseñan a hacer tus profesores porque ellos ya no están en los medios”.
Para otros jóvenes, como Daniel Sotomayor, estudiante de Arquitectura, el trabajar le ha traído oportunidades que no esperaba: “tengo 24 años y ya estoy trabajando; es verdad que no tengo mucho tiempo libre, pero con el dinero que he ahorrado estoy pensando abrir mi propio estudio”.
Del total de jóvenes ecuatorianos de entre 15 y 19 años, 236.915 pertenecen a la población económicamente activa, 158.198 están subempleados y 41.537 no tienen trabajo.
La legislación laboral del Ecuador permite que quienes tengan más de 15 años y menos de 18 puedan trabajar, siempre y cuando tengan la autorización de sus padres.
La jornada de este grupo no puede extenderse más de siete horas, y si no ha terminado la primaria, el empleador está obligado a darle dos horas diarias de las destinadas al trabajo “para que concurra a la escuela”, detalla el Código del Trabajo vigente.