Guantes y mandiles son los únicos implementos que utilizan los 16 recicladores del Centro de Educación y Gestión Ambiental (Cegam), en el norte de Quito, para clasificar los residuos sólidos.

Aunque un techo -en forma de galpón- resguarda los desechos de las condiciones climáticas, no cubre por completo el terreno que está en la Av. Eloy Alfaro.

Por este motivo, los rayos solares se posan directamente sobre las cabezas de los trabajadores y hasta son empapados por la lluvia.   

Son las condiciones en las que estas personas laboran a diario, incluidos los fines de semana. “Necesitamos reunir 41 toneladas (t) al mes para lograr ingresos que equivalgan al salario básico unificado (SBU), sino el sueldo es más bajo”, expresó Miriam Simbaña, presidenta de la organización.

Ella, como la mayoría de los ‘minadores’ del centro, ha dedicado toda su vida a esta tarea. Cuenta que apenas concluyó la primaria se enroló enseguida en esta actividad que ha sido el sustento de sus padres y ahora es de su familia.

Con los pocos recursos que  le deja logró que sus dos hijos mayores terminaran el bachillerato y los dos restantes continúen en la educación básica.

Su esposo Segundo Tupiza también se dedica a esta labor, que en el Cegam arranca a las 06:00 y termina a las 15:00; pero después van a las urbanizaciones y conjuntos residenciales a recolectar los residuos para dejarlos en las bodegas hasta el día siguiente que son retirados por un camión -proporcionado por el Municipio de Quito-.

Todos se esfuerzan por obtener la mayor cantidad de residuos para asegurar su sueldo, del cual además sale el pago al seguro social porque son autónomos.

Solo tienen cinco días de vacaciones al año porque esta actividad no puede parar; y aunque el compañero se ingenie en el reemplazo, se necesitan esas manos para asegurar el ingreso del mes.

“Entre todos nos ayudamos y somos solidarios, incluso nos turnamos para ocuparnos de la cocina y elaborar el almuerzo diariamente”, cuenta Mercedes Simbaña, quien labora desde pequeña, como su hermana Miriam al igual que su padre Faustino.

La situación
El colectivo reconoce que hay capacitación, pero espera una certificación laboral que dé mayor valor a su actividad.

“Nuestro trabajo es complicado porque pone en riesgo la salud, no solo por los olores que genera la basura, sino también por el peso que debemos cargar”, cuenta Nelson Sanguña, de 26 años.

Por eso junto a los miembros de la Red Nacional de recicladores del Ecuador (Renarec) quieren ser reconocidos por los municipios y establecer sistemas de recolección puerta a puerta.

“Las personas mezclan toda la basura con los desperdicios orgánicos y así el material no sirve”.

Anhelan acceder a una compensación por las toneladas de residuos recuperadas, que disminuyen los costos de operación de los municipios y evitan el colapso de los rellenos sanitarios.

Según datos de la Renarec, en el país se generan 4,1 millones de toneladas de residuos sólidos, de las cuales el 25% es reciclable.

Las mujeres constituyen el 60% de la población total de 20.000 recicladores del país, mientras que el 40% corresponde a hombres. La edad promedio es 45 años. (I)