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El Telégrafo
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Dulces convierten a Cuenca en una ciudad de colores

Existe una variedad de 30 dulces que se venden en los alrededores del parque. Entre ellos están las quesadillas, quesitos, turrones de maní y dulces de membrillo.
Existe una variedad de 30 dulces que se venden en los alrededores del parque. Entre ellos están las quesadillas, quesitos, turrones de maní y dulces de membrillo.
Fotos: Fernando Machado / EL TELÉGRAFO
07 de junio de 2018 - 00:00 - Redacción Intercultural

Durante siete días se mezclaron la religión y la fiesta popular. El Corpus Christi, conocido también como el Septenario, llenó de colorido y sabores las calles de Cuenca.

Según la Fundación de Turismo para Cuenca, el Corpus es una de las manifestaciones religiosas populares de mayor importancia y antigüedad en la ciudad.

Sus orígenes más remotos, según algunos autores, se encuentran en ancestrales celebraciones europeas de carácter pagano relacionadas con numerosos ritos que hacían alusión a la muerte del invierno y al renacimiento de la vegetación.

De acuerdo a la versión oficial de la iglesia, el Corpus Christi tiene su inicio en un hecho milagroso atribuido a la santa Juliana De Mont, quien habría tenido en el año 1208 una visión referente a la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

Es así que el primer día se dedica también a la ceremonia de la religión con una procesión donde la figura principal es la adoración a la Eucaristía, la misma que recorre las calles céntricas de la capital azuaya.

En el caso de Cuenca se tiene conocimiento de que esta fiesta se instauró desde el primer año de fundación de la ciudad en 1557, como una de las principales celebraciones religiosas, a la que se le empezó a llamar “Fiesta de la Ciudad”.

El culto al Santísimo o Jesús Sacramentado persiste aún en forma muy solemne a través de su exhibición en la Catedral y de una procesión en la que se le traslada a las demás iglesias para la adoración de los fieles.

En Cuenca, la tradición popular es festejar por siete noches. Dentro de esta fiesta se han incorporado los dulces.

Este año fueron 120 puestos ocupados por los comerciantes. Uno de ellos, Oswaldo Villavicencio, dijo que hay una gama de dulces que se venden en el parque Calderón, entre los cuales se degusta el quesito, bolitas hechas de frutas,  turrones de maní, dulces de membrillo, quesadillas, que son los más tradicionales.

“Hay más de 30 variedades de dulces. Unos llegan desde el centro del país, otros del norte de Quito y en Cuenca se hacen las roscas, los conitos, suspiros,  arepas, anisados, cocadas”.

Según el comerciante, lo que más buscan los turistas son los maníes, cocadas, arepas, “cosas que no salen todo el año”. De igual manera, por tercer año consecutivo, llegaron a Cuenca los vendedores de dulces de Manabí.

Evelia Chávez se vino desde Chone y desafiando el frío de la noche vendía sus productos derivados del café y del cacao. Puso a la venta el típico rompope manaba y salsa de cacao, productos orgánicos.

“Este es el primer rompope sin huevo, con poco de licor con una pizca de aguardiente de caña”. 

En tanto Fanny Vergara, de Tosagua, vendía un dulce a base de cacao, pero también la sabrosa salprieta que es tradicional en Manabí. (I) 

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