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El Telégrafo
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Cuenca muestra su religiosidad en travesía mortuoria en iglesias

Los estudiantes universitarios y los turistas son los más interesados en conocer la historia de estos lugares. Según los supervisores, muchos jóvenes llegan a las visitas desde otras ciudades del país por referencia de familiares y amigos.
Los estudiantes universitarios y los turistas son los más interesados en conocer la historia de estos lugares. Según los supervisores, muchos jóvenes llegan a las visitas desde otras ciudades del país por referencia de familiares y amigos.
27 de junio de 2018 - 00:00 - Redacción El Tiempo

Muchos visitantes de las iglesias de esta ciudad hacen lo que advertía el emblemático poeta cuencano Efraín Jara Idrovo: “pasan, pisan, posan”; sin conocer o sin recordar que, bajo estas edificaciones, hay restos de personas que fueron enterradas aquí con un solo objetivo: “estar más cerquita de Dios”.

Los restos que se encuentran alojados en las dos criptas de la iglesia neoclásica de Santo Domingo, ubicada en las calles Padre Aguirre y Gran Colombia, datan de 1900.

Detalle de los pies de la escultura de Jesús en la Catedral de la Inmaculada Concepción. Esta obra fue creada por el artista Manuel Tacuri para proteger a las almas que habitan el espacio.

El cementerio subterráneo de la “Catedral Nueva” tiene a su haber un aproximado de 500 nichos. En la mayor parte de ellos están enterrados personajes “ilustres” de la ciudad.

La historia cuenta que la “Sala de las Osamentas” del Museo de la Ciudad, tiene su origen en la falta de recursos para la atención de varios pacientes del antiguo Hospital de la Caridad.

Hasta para el ser humano con más temple, ingresar en un cementerio bajo tierra puede significar una experiencia inusual. Terrorífica para algunos, extraña e interesante para otros, pero nunca indiferente.

Esta conservadora ciudad posee en la parte subterránea de algunas de sus iglesias catacumbas, criptas y cementerios privados donde se enterraban a personas consideradas como “nobles” en su época y para quienes su mayor deseo era “estar lo más cerca posible del cielo en su muerte y en la vida eterna”. Pero para algunos cuencanos, esto pasa desapercibido.

Catedral
El templo mayor de Cuenca es el responsable de las “selfies” más populares entre los turistas. Más allá de eso, guarda en su interior ciertas dosis de misterio y enigma extras.

En la entrada lateral de la Catedral de la Inmaculada Concepción, mejor conocida como “Catedral Nueva”, hay un pequeño rótulo marcado como “cripta”. La puerta se abre y se lee una leyenda: “aquí termina la unidad y comienza la igualdad”.

Una intimidante escultura del “Ángel Anunciador o de la Muerte” da la bienvenida al cementerio. Tiene una cruz celta detrás que protege a los restos.

El guía Andrés Quintuña explica que “nos encontramos a seis metros de profundidad y que, aunque estos espacios son llamados catacumbas o criptas, no se trata de ciudades subterráneas; por lo tanto, el nombre correcto es cementerio”.

Sacerdotes como Miguel Cordero, Emanuel Serrano, Manuel María Palacios, Daniel Hermida y Luis Alberto Luna ocupan lugares privilegiados en lujosos mausoleos.

Cuatro de ellos están junto a la escultura de “El Calvario”, tallada por el artista Manuel Tacuri en representación de Jesús, María y el apóstol Juan.

Ellos se ganaron el “derecho canónico” de ser enterrados en este sitio, pero los civiles que contaban con altos recursos económicos también costearon sus puestos.

Alrededor de 500 nichos ocupan este espacio, algunos de ellos vacíos y sin la posibilidad de ser usados, pues ahora son parte del patrimonio de la ciudad.

Los obreros constructores de la Catedral no tenían el dinero para comprarlos, pero se dice que se les otorgó este derecho en agradecimiento a su esfuerzo y su trabajo.

Otros personajes cuencanos importantes como Antonio Vega Muñoz, Fray Vicente Solano, Rafael María Arízaga, César Andrade y el laureado poeta Remigio Crespo Toral, descansan en el cementerio.

Este último no tuvo que pagar nada. Su nicho, quizá el más llamativo, fue un regalo ciudadano por su labor literaria. Tiene una pesada placa de bronce con forma de lira, en honor al festival que creó. Su esposa y su primogénito lo acompañan muy cerca.

La cal permite que las cubiertas de mármol y las paredes del cementerio no sean atacadas por la humedad, evitando así el “mal aire”. Pero el titilar de los sensores despierta la verdadera diversión de este singular recorrido.

Por un costo de $ 2, de lunes a viernes, de 09:00 a 12:00 y de 14:00 a 15:30, y los sábados, en los horarios de 11:15, 12:00, 14:00 y 15:30, se oferta el recorrido por la cripta.

Santo Domingo
Un aire pesado y una primera fuerte impresión se reciben desde las dos criptas ocultas, que datan de 1900 en la neoclásica y colorida iglesia de Santo Domingo.

Son dos las profundidades en las que descansan los restos de civiles de los que, en su mayoría, se desconoce su identidad.

Mucha humedad y pequeños ataúdes en la una. Un cráneo, varios huesos y una cruz de madera en la otra, guardan historias escondidas en uno de los templos más venerados por los cuencanos.

Museo de la Ciudad
El triste relato de un hospital que no contó con los recursos para salvar la vida de sus pacientes, encierra la “Sala de las Osamentas” del Museo de la Ciudad.

La visita a estos tres lugares se debe realizar bajo la simple consigna de que “a los únicos que se debe temer es a los vivos”. (I)

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